Habano y Cigarrillos (Argentina, 2008)
Dirección, guión y producción: Diego Recalde. Elenco: Fernando Miasnik, Diego Recalde, Patricio Franco, Diego Sehinkman, Florencia DA’gostino, Osvaldo Djerejian, Valeria Kamenet. Distribuidora: Diego Recalde. Duración: 79 Minutos.
Casi Extraños
Alguna vez un director de cine me dijo, “todo el mundo le roba a Hitchcock”. Habano y Cigarrillos, el segundo film de Diego Recalde (Sidra), grabado en 2008 pero recién ahora estrenado en el Cine Cosmos, es una comedia negra mezclada con film noir que se encarga, entre otras cosas, de confirmar esa frase.
Esta película independiente tiene, entre otros méritos, la capacidad de construir, con muy pocos recursos técnicos y una puesta en escena minimalista, un relato sólido que evoca las novelas noir de James M. Cain o Patricia Highsmith. Esas obras donde un encuentro cotidiano deriva en un crimen. Básicamente, las historias favoritas de Hitchcock o Billy Wilder.
La premisa es original. Daniel tiene una teoría: en todo grupo de amigos existe un habano y muchos cigarrillos. O sea, cuando un curso del secundario o primario se gradúa, generalmente a uno le va muy bien en la vida y el resto debe sufrir por eso.
Después de una reunión de egresados, Daniel lo confirma. A todos los presentes les fue mal; todos son mediocres trabajadores que sufren por su profesión, su familia y la mala suerte. Menos uno: Jorge. Por eso mismo no se presentó a la reunión. Jorge es exitoso, vive en una especie de mansión y está casado con una actriz de televisión atractiva y en pleno ascenso de su carrera.
La contracara de Jorge es Gustavo. Desocupado, viviendo de su mujer, Gustavo sufre todos los días hasta que Daniel le hace una propuesta: asesinar a Jorge. Según su teoría, si el afortunado muere, la suerte pasa a su asesino. A partir de ese momento, ambos empiezan a delinear el crimen.
Lo atractivo de Habano y Cigarrillos pasa especialmente por el ingenio de la propuesta inicial y la originalidad con que se va desarrollando la historia, mezclando el costumbrismo con el absurdo. Al igual que en Sidra, Recalde aplica el fotomontaje para crear un efecto humorístico, intercalando las escenas grabadas. Apelando a un buen uso de la repetición, Recalde crea un clima molesto, incómodo pero, al mismo tiempo, ridículo y en cierta forma querible por su cotidianeidad.
Tanto Fernando Miasnik como el propio Recalde logran interpretaciones verosímiles con buen timing para la comedia. Recalde maneja muy bien la tensión y el suspenso gracias a la aplicación de un montaje hitchcockiano que consiste en darle más información al público que a la persona en peligro.
Por otro lado, es interesante ver cómo las limitaciones técnicas de la película le ayudan a Recalde a crear un ambiente más verosímil aunque, un trabajo fotográfico más elaborado hubiese ayudado a mejorar el clima de suspenso. Además, si bien Habano y Cigarrillos es atrapante y dinámica durante la primera hora inicial, en los últimos minutos se reitera un poco; podría haber tenido otras vueltas de giro más inesperadas y menos imprevisibles.
Aun así, es meritorio que se pueda hacer y estrenar un film de género con un presupuesto tan bajo, completamente independendiente, fuera del circuito oficial, y que no apueste a la repercusión de Festivales como el BAFICI o Mar del Plata.
Entre tanto cine argentino contemplativo y pretencioso, Habano y Cigarrillos es, justamente, un habano entre muchos cigarrillos.