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CRÍTICAS - CINE

Laberinto de Mentiras (Im Labyrinth des Schweigens)

(Alemania, 2014)

Dirección: Giulio Ricciarelli. Guión: Giulio Ricciarelli y Elisabeth Bartel. Elenco: Alexander Fehling, André Szymanski, Friederike Becht, Johannes Krisch, Johann von Bülow, Robert Hunger-Bühler, Hansi Jochmann, Lukas Miko, Gert Voss, Tim Williams. Producción: Jakob Claussen y Ulrike Putz. Distribuidora: CDI Films. Duración: 124 minutos.

La desnazificación interna.

Mientras que Hollywood en el campo bélico históricamente utilizó una representación del “adversario” de turno empardada con el esquema literal del enemigo deshumanizado (el cual -en el mejor de los casos- puede ser un rival de índole azarosa, como si los procesos sociales fueran producto del destino o situaciones aisladas), en Europa el recorrido del concepto fue menos apacible: luego de una etapa previa/ inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial en la que las cinematografías nacionales compartieron criterios con los estudios norteamericanos, a partir de los 70 la noción comenzó a ser reemplazada por las paradojas varias que abre el considerar las complicidades locales con los invasores.

La sociedad civil, entonces, es colocada en el primer plano de la escena por iconoclastas como Rainer Werner Fassbinder, que dejan de victimizar a los pueblos para señalarlos como coautores de un estado de cosas que degeneró en masacres de todo tipo. De hecho, el costado más industrial -y más valioso- del alemán aún hoy continúa filtrándose con cuentagotas en películas como la presente Laberinto de Mentiras (Im Labyrinth des Schweigens, 2014), una propuesta muy interesante que analiza la antesala de la primera tanda de juicios contra jerarcas nazis emplazados en Auschwitz, encarados en territorio germano occidental por las propias autoridades y de manera autónoma con respecto a las fuerzas de ocupación.

No cabe duda que los mayores puntos a favor de la ópera prima de Giulio Ricciarelli, un actor italiano de amplia experiencia televisiva, pasan por el dinamismo narrativo y un relato que juzga cabalmente la complejidad del pasado germano, dos factores dignos de los mejores opus de la pantalla chica de nuestros días. Lo que comienza con un ex prisionero reconociendo por casualidad en 1958 a uno de sus verdugos de antaño y un fiscal actuando en consecuencia, pronto muta hacia el retrato de una sociedad regida por el silencio y las mentiras de una impunidad consensuada alrededor del ardid “conviene no abrir heridas, casi todos fuimos miembros del partido”, típico de las democracias jóvenes post dictadura.

Otra jugada eficaz del guión de Elisabeth Bartel y el propio director es dar por sentada la ignorancia del “ciudadano promedio” del período sobre lo sucedido en Auschwitz, lo que a su vez puede leerse como una alegoría acerca de las grietas de la memoria colectiva y los lazos con las fortunas de los capitalistas actuales y la irresponsabilidad ideológica/ penal/ libertaria del sentido común, especialmente el que deambula cómodo perdido en el hedonismo cortoplacista y tendiente a la corrupción. Aquí ni siquiera molesta la subtrama romántica de ocasión, ya que el desempeño del elenco es muy bueno y la claridad retórica viabiliza un gran pantallazo sobre aquel suplicio, la génesis de la desnazificación interna…

calificacion_4

Por Emiliano Fernández

 

Los testimonios de Auschwitz.

La historia es difícil de digerir para un pueblo derrotado, pero aún más arduo es reconstruir la memoria a partir de la búsqueda de verdad en un territorio hostil. Allí donde el pasado ha sido enterrado y los sabuesos protegen sus cementerios, solo unos pocos se atreven a adentrarse, arriesgando la integridad y la carrera personal por un ideal jurídico moderno como la verdad. Laberinto de Mentiras narra la investigación previa y los pormenores que condujeron al primer proceso judicial alemán contra los oficiales de las SS destinados en Auschwitz que habían cometidos asesinatos durante su servicio.

Tras la prescripción de los crímenes de guerra en 1955, salvo el de homicidio, la mayoría de alemanes que habían participado de alguna manera del régimen nacionalsocialista dirigido por Adolf Hitler se sentían impunes, hasta que, tras una denuncia de un sobreviviente, el joven fiscal Johann Radmann y el periodista Thomas Gnielka se asociaron para llevar ante la justicia a varios de los asesinos de las milicias nazis. El inexperto Radmann, protegido por el fiscal general Fritz Bauer, comienza a entrevistar a testigos que relatan acontecimientos en torno a las escenas más escalofriantes de la Europa cultivada.

Laberinto de Mentiras apunta principalmente a una transposición del espectador hacia la Alemania de fines de la década del cincuenta y principios de los sesenta, con todos sus cambios culturales y el desconocimiento de los jóvenes ciudadanos teutones del pasado de su país en base a una política de ocultamiento del Holocausto. El primer largometraje de Giulio Ricciarelli sigue la vida profesional y personal de Radmann durante la investigación para detallar la obsesión del fiscal por los crímenes del perverso médico Josef Mengele, quien experimentaba con los prisioneros del campo de concentración ubicado en Polonia. La grandeza de la película y el gran acierto del realizador es la sensación de realismo, más cercana por momentos al teatro que al cine. Las extraordinarias actuaciones de todo el elenco, en el que se destaca el protagonista Alexander Fehling, y la cuidada fotografía de Martin Langer y Roman Osin, respaldan esta gran reconstrucción de uno de los capítulos más valientes de la República Federal Alemana.

Sin dejar ningún cabo suelto, Laberinto de Mentiras se adentra en la historia alemana y encuentra un punto de inflexión que marca un cambio cultural a nivel mundial para mirar el presente a través del pasado. La verdad es nuevamente puesta sobre el tapete de la historia y sopesada desde todos los ángulos para seguir de cerca la dialéctica entre el drama de los sobrevivientes de los campos de concentración nazis y la reinserción de los torturadores y asesinos en la sociedad luego de la guerra, con el objetivo de que la interpelación por la esencia feroz de la humanidad siga viva.

calificacion_4

Por Martín Chiavarino

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