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CRÍTICAS - CINE

Inquebrantable, según Martín Chiavarino

Ecos del Pacífico lejano.

Inquebrantable (Unbroken, 2014), la segunda película de Angelina Jolie como directora, es una adaptación de la biografía de Louis Zamperini, un conocido orador cristiano que ganó notoriedad en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín y fue prisionero de guerra en Japón durante la Segunda Guerra Mundial. La adaptación del guión a cargo de Joel y Ethan Coen, entre otros, retoma las memorias de Zamperini, fallecido en el 2014, poco después de la aparición de la biografía escrita por Laura Hillenbrand titulada Unbroken: A World War II Story of Survival, Resilience and Redemption.28

La película de Jolie busca recorrer tres momentos decisivos que forjaron la vida del corredor olímpico. Cronológicamente, el guión narra la formación de Zamperini como corredor y su calificación a los Juegos Olímpicos de Berlín, donde batió un record de tiempo en la última vuelta de la carrera de 5000 metros, lo cual le valió una felicitación de Hitler. La segunda parte relata la odisea que padeció en altamar con los sobrevivientes de un bombardero que se estrelló en el Océano Pacífico en una misión de rescate. La última parte se centra en la captura del soldado y su cautiverio en los campos de prisioneros dirigidos por el salvaje y cruel sargento japonés Mutsuhiro Watanabe.

Con una estética clasicista que toma inspiración en El Imperio del Sol (Empire of the Sun, 1987), la historia de J.G. Ballard dirigida por Steven Spielberg, Furyo (Merry Christmas Mr. Lawrence, 1983), la memorable película dirigida por Nagisa Ôshima, y la reciente Un Pasado Imborrable (The Railway Man, 2013), Inquebrantable busca convertir a Zamperini en un símbolo de valor, integridad y resistencia en una época de desconfianza, agotamiento y anemia social.

La finalidad de la película de elevar a Zamperini al rango de héroe y la consiguiente necesidad de contraponerle un villano ejemplar, en lugar de indagar en el choque de culturas que representó la lucha por el control del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, es un desacierto en función del cualInquebrantable demuestra una gran falta de sensibilidad que la lleva a diluir la complejidad de la historia en una serie de castigos sádicos que no logran comprender la intensidad del nacionalismo japonés, la impotencia ante la derrota y las secuelas psicológicas de la misma para la reconstrucción de Japón como pueblo soberano.

Si al comienzo el film de Jolie promete una historia de vida ejemplar, la idea se va diluyendo durante la supervivencia en la balsa a la deriva en el océano, por la intención ideológica de plantear ese momento como la base del inicio de la fe cristiana del protagonista, y pierde absolutamente el rumbo durante su cautiverio en Japón.

Desgraciadamente, Inquebrantable ni siquiera se acerca a obras como la trilogía de La Condición Humana (Ningen No Jôken, 1959), de Masaki Kobayashi, ni a Furyo, que trabajan exitosamente la complejidad de las relaciones en los campos de prisioneros sobre las que reflexionó extraordinariamente Jorge Luis Borges en su cuento Deutsches Requiem, publicado en El Aleph en 1949. Los logros estéticos y la excelente fotografía quedan en un segundo plano ante el maniqueísmo de Jolie, al cual no sabe dar forma, a diferencia de la extraordinaria Francotirador (American Sniper, 2014), de Clint Eastwood. En este caso, la rígida categorización y las ideas erróneas sobre la condición humana piden a gritos un cuestionamiento más complejo de las ideologías, el nacionalismo, la guerra y las relaciones sociales que el que Inquebrantable ofrece sin siquiera atreverse a mirar realmente al mal a los ojos.

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Por Martín Chiavarino

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