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CRÍTICAS - CINE

Intercambio de Almas (Cold Souls)

Intercambio de Almas (Cold Souls, Estados Unidos – Francia, 2009)

Dirección y Guión: Sophie Barthes. Elenco: Paul Giamatti, David Strathairn, Dina Korzun, Emily Watson, Katheryn Winnick, Lauren Ambrose. Producción: Dan Carey, Elizabeth Giamatti, Paul Mezey. Distribuidora: Ifa Cinema. Duración: 101 minutos

Desalmada

¿Qué es el alma? A lo largo de la historia, pensamientos religiosos y filosóficos intentaron dar respuesta a este interrogante. El conocimiento humano ha alcanzado grandes logros en las dolencias físicas pero, en lo que respecta a los dolores del alma, sigue sin encontrar aquel tratamiento que anestesie por completo la desazón emocional.

El cine no queda ajeno a esto y busca soluciones, a través de la ficción, para los males anímicos. Es así como encontramos a Charlie Kaufman, responsable del guión de dos obras de culto en la cinematografía moderna: la fantástica Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, dirigida Michel Gondry, nos provee un método científico que permite extraer de la memoria aquellos recuerdos que nos traen padecimientos recurrentes; o la irreverente Quieres ser John Malkovich?, de Spike Jonze, posibilita, a través de una técnica muy peculiar, que los humanos no contentos con sus existencias puedan vivir la vida del otro.

La cineasta y también guionista Sophie Barthes intenta dar una respuesta lúdica a qué es el alma y brinda una ópera prima que remite inevitablemente a los films escritos por Kaufman pero se encuentra muy lejos de la genialidad que éstos alcanzaron. Nos encontramos frente a un largometraje que, a pesar de ser espontáneo, original e impredecible, no termina de entusiasmar demasiado y queda a medio camino en la multiplicidad de temáticas subyacentes que aborda.

A partir de una maravillosa cita de Descartes: “El alma se sitúa en la pequeña glándula localizada en el centro del cerebro”, nace un relato en el que Paul Giamatti (The Truman Show, Entre Copas), que actúa de sí mismo, no encuentra inspiración para interpretar un clásico de Chéjov en su próxima obra, con lo cual acude a un tratamiento, a través de una publicidad, para que le extraigan su alma en pena.

A partir de ahí la historia va dando muchísimos jirones, que reflejan el interior desalmado del protagonista. El punto es que se trata de un film muy ambivalente; el guión contiene muchas situaciones bizarras, surrealistas y hasta burlonas de temas trascendentales, pero la dirección es muy sobria y demasiado prolija; el relato carece de la irreverencia que plantea la narración. Todo el tiempo se oscila entre lo disparatado y lo melancólico, lo que hace al film muy pretencioso y le impide desplegar al máximo alguna de las múltiples vetas que propone.

Es una ensalada de comedia, drama, ciencia ficción y surrealismo, condimentada con temas que denuncian el tráfico de órganos, la mafia rusa, la necesidad humana de acceder a soluciones mágicas, el vacío de la existencia, la alienación en el otro, la diversidad cultural, el consumismo, la filosofía existencial, etc.

Pero no todas son contras, hay un par de pros, que le aportan cierta calidad artística y lo rescatan de naufragar a profundidades submarinas. Hay secuencias muy bien logradas que reflejan de manera introspectiva aquello que permanece dentro del alma humana; para ello Barthes se vale de escenas filmadas en ralenti que a través del travelling van acompañando el recorrido del sujeto que se confronta con las vivencias que se despliegan en su alma. La dirección fotográfica puede retratar muy bellamente la vida urbana en ciudades tan lejanas como lo son New York y San Petesburgo. El soundtrack también cuenta con algunas joyitas, entre ellas un par de preciosas piezas interpretadas por la cantante anglo-mexicana Lhasa de Sela, fallecida prematuramente hace exactamente un año.

Pero el punto cumbre de esta obra con tantos altibajos es la gigantesca actuación de    Paul Giamatti, que se devora todos los planos, en la interpretación de un personaje con tantos matices, que van desde la inhibición hasta la desesperación. Él sí puede explotar el lado melancólico y disparatado que tiene todo neurótico y generar la empatía inevitable con el espectador.

El resto del reparto está muy lejos del nivel de Giamatti, con actuaciones rígidas, estereotipadas y con personajes que no aportan mucho al relato, a excepción de Emily Watson (Contra Viento y Marea, Gosford Park) que lamentablemente está muy desperdiciada en un papel menor y prescindible.

Además de la influencia kaufmaniana, no se puede negar que en Intercambio de Almas, por su estructura narrativa y los conflictos centrales de su protagonista, está presente el espíritu de Woody Allen, pero ese espíritu carece de lo más fundamental: el alma del emblemático cineasta de Brooklyn.

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