(Francia, 2014)
Dirección: Mathieu Amalric. Guión: Mathieu Amalric y Stéphanie Cléau. Elenco: Mathieu Amalric, Stéphanie Cléau, Léa Drucker, Laurent Poitrenaux, Serge Bozon, Mona Jaffart, Véronique Alain, Paul Kramer. Producción: Paulo Branco. Distribuidora: Impacto. Duración: 76 minutos.
Quimeras del corazón.
A pesar de que la obsesión de los franceses con Alfred Hitchcock es por demás conocida y el mundillo cinéfilo galo nunca ha dejado pasar ni una oportunidad para revalidar su cariño hacia el británico, lo cierto es que tantas palabras de admiración casi nunca derivaron en películas concretas que respeten aquella estructura tradicional y a la vez incluyan algún pormenor novedoso o hasta representativo del director de turno (quizás la mejor manera de homenajear al maestro). Salvo excepciones históricas como Jean-Pierre Melville o Henri-Georges Clouzot, gran parte de la Nouvelle Vague y sus hijos pródigos demostraron una triste ineptitud en este apartado, debiendo contentarse con anomalías como Claude Chabrol.
Por supuesto que todo lo anterior no deshabilita que continúen porfiando en el terreno del suspenso clasicista con vistas a redondear esa ofrenda que definitivamente sienten que se le debe al inglés: hoy el presente opus de Mathieu Amalric se suma a la larga lista de intentos fallidos. El Cuarto Azul (La Chambre Bleue, 2014) no es para nada sutil en lo que respecta a su linaje, comenzando por una apertura con una pareja ilícita a la Psicosis (Psycho, 1960), un interrogatorio policial similar al detallismo de El Hombre Equivocado (The Wrong Man, 1956), una vuelta de tuerca que recuerda a Pacto Siniestro (Strangers on a Train, 1951) y una banda sonora intrusiva que calca a la de Bernard Herrmann de Vertigo (1958).
Con semejante cantidad de referencias, poco importa que la propuesta esté basada en una novela de Georges Simenon ya que el realizador y guionista vuelca la faena hacia el respeto profesional liso y llano. Una decisión narrativa acertada es la de combinar la interpelación de las autoridades a Julien Gahyde (de nuevo Amalric), un empresario, padre de familia y sospechoso de asesinato, con los flashbacks de los encuentros con su amante Esther Despierre (Stéphanie Cléau) y de los momentos previos al descubrimiento del crimen. Lamentablemente el francés abusa de esta estrategia a lo largo de 76 minutos que a veces se tornan bastante pesados en función de un “estribillo” formal que ocupa casi todo el metraje.
Lo verdaderamente curioso detrás del convite, más allá del hecho de jugar con el misterio de la identidad del o los difuntos, es el desenlace ensoñado vinculado al juicio propiamente dicho, una secuencia en la que Amalric trabaja muy bien el declive psicológico del protagonista vía su pasividad, las miradas efímeras, los cuchicheos, cierta euforia contenida y un montaje entrecortado de los distintos testimonios a favor o en contra. Aun así, esos últimos instantes no compensan los problemas de este retrato de las quimeras del corazón y el clásico “amour fou” de los galos: toda aquella efusividad de Tournée (2010), el film anterior del cineasta, se transformó en una oda loable pero errática al querido Hitchcock…
Por Emiliano Fernández
Hitchcock según Amalric.
El director de la provocativa Tournée se aferró a este proyecto personal que surgió a partir de la novela del belga Georges Simenon y el cine del maestro del suspenso. Estamos ante un film minimalista, cuyos primeros planos remiten a una sensación de encierro, pasión y desconcierto dentro del denominado “cuarto azul” al que hace referencia el título.
El cine de Amalric como director viene de la mano del Amalric actor. El ego tiene un importante lugar en sus interpretaciones bajo esta dupla laboral. Sus protagónicos son hechos a medida, no derivan en esfuerzos actorales extremos ni lo dejan mal parado. Amalric es el dueño del circo.
El cuarto azul es aquel que sirve como espacio para los encuentros extramatrimoniales de ambos protagonistas, Julien y Esther. Compañeros de colegio, desatan algo que no consumaron en su pasado y de lo que carecen con sus respectivas parejas: una pasión descontrolada. La trama se intensifica al cambiar el eje hacia el género policial. Así el film muta desde el desarrollo de una convencional historia de amor hacia un sinfín de interrogatorios sobre un misterioso asesinato.
Por ser promocionada como un thriller erótico, El Cuarto Azul mínimamente debería tener una escena de sexo comprometida para respetar dicha clasificación. Por el contrario, apenas cuenta con un desnudo frontal de Amalric que no lo beneficia mucho y la escena inicial con muchos planos cortos recorriendo el cuerpo de los amantes. En la búsqueda por identificarse con el cine del maestro del suspenso, Amalric ni siquiera lo logra con la utilización musical de una banda sonora con reminiscencias inmediatas a trabajos de Bernard Herrmann, compositor fetiche de Alfred Hitchcock.
Por José Luis De Lorenzo