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CRÍTICAS - CINE

La Dama de Negro (The Woman in Black)

La Dama de Negro (The Woman in Black, Reino Unido/ Canadá, 2012)

Dirección: James Watkins. Guión: Jane Goldman. Elenco: Daniel Radcliffe, Ciaran Hinds, Janet Mc Teer, Liz White, Molly Harmon, Jessica Raine. Producción: Richard Jackson, Brian Oliver y Simon Oakes. Distribuidora: Tiff. Duración: 95 Minutos.

¿Alguien, por favor, quiere pensar en los niños?

En una época donde el cine de terror parece haber agotado todas sus fichas, Hollywood se encarga de hacer innecesarias remakes de clásicos de los ‘70 y ’80, Inglaterra ha dedicido resucitar el terror gótico de fines del siglo XIX y principios del XX. Esta resurgimiento viene acompañado por la resucitación de la productora Hammer, fundada a fines de los años ’50, y que con Terence Fisher a la cabeza se ha destacado por tener dos décadas de brillantes películas góticas del género, aprovechando los paisajes y castillos antiguos que brinda el país insular. Desde los monstruos más conocidos hasta oscuras historias psicológicas, experimentos sexuales y otras morbosidades del clase B, la Hammer ha sido un sello de títulos de culto en donde se destacaron figuras como Vincent Price, Christopher Lee y Peter Cushing específicamente.

Arthur Kipp, un abogado viudo, con un hijo de 4 años, cuya esposa falleció en el parto y le parece verla todavía en la casa, debe mudarse de Londres a una típica campiña para vender una casona, perteneciente a una viuda, cuyo hijo falleció trágicamente. Si Arthur no encuentra el testamento de la viuda para iniciar los trámites de la venta, lo van a echar de la firma, porque sus últimos trabajos no le salieron bien. Cuando llega a la campiña se encuentra con un panorama gris. Los supersticiosos del pueblo, exceptuando al millonario local, lo miran con malos ojos. Al mismo tiempo, los hijos de los mismos se suicidan misteriosamente. Cuando llega Arthur a la casona de la viuda (la dama de negro, irónicamente interpretada por Liz White) para cumplir su tarea, sus temores y supersticiones van a ser puesta a prueba.

James Watkins, director de una de las sorpresas del 2009, Eden Lake, dirige esta película, cuyo guión de Jane Goldman (co escritora de todas las películas de Matthew Vaugh) no le  escapa a ninguno de los clisés ni lugares comunes del género gótico. Al contrario, las refuerza y le agrega algo del cine de terror japonés de fantasmas estilo la saga Ringu. También la combinación mansión gótica trae recuerdos de La Maldición de Jan de Bont (un desaparecido en acción) y especialmente de Los Otros, de Alejandro Amenábar.

La cuestión es que más allá de que estamos ante un producto predecible y poco novedoso, el resultado final es bastante confortable y efectista. Watkins es un magistral creador de suspenso, climas densos y tensión dramática. Decide no prestar demasiado atención a las vueltas narrativas del texto original, o las explicaciones y centrarse en el conflicto del personaje con su propia espiritualidad y miedos, y sobre todo en generar un malestar visual artesanal, no abusando de efectos especiales, siendo fiel al estilo Hammer, aunque con vistas más comerciales. Watkins perfila como un director interesado en manifestar un interés por niños manipuladores, y padres enceguecidos, hostiles con los extranjeros cuando se meten en su círculo de confianza. Un crítico de la chusma, pero sin pretensiones de que esto se destaque sobre el argumento principal.

Las interpretaciones Ciaran Hinds o Janet Mc Teer (nominada al Oscar este año por Albert Nobbs) aportan un poco de cualidad interpretativa. Igualmente hay que aclarar que Radcliffe, después de muchos años de ponerse a Potter al hombro, logra reprimirse bastante bien y dar un actuación creíble. Le falta un poco de actitud, pero no es demasiado alejado afirmar que verlo como padre no le mancha la imagen. Daniel ha madurado y el personaje de Arthur le juega bien para demostrar que puede salir del encasillamiento. Conserva actitudes de Potter, pero esta obra le sirve como transición ha trabajos más profundos posiblemente.

La Dama de Negro, es un film clásico, de terror conservador, que sin llegar a ser gore o demasiado violente, logra mantener un clima de tensión durante toda su extensión. La fotografía de Tim Maurice – Jones (colaborador de las primeras obras de Guy Ritchie) y la banda sonora de Marco Beltrami (3:10 a Yuma, Scream, Vivir al Límite) aportan a pegar un par de sobresaltos. Anticipando la llegada de un par de homenajes a la figura y literatura de Edgar Allan Poe, el film de Watkins demuestra que el terror gótico aún no se ha agotado y los cuervos van a seguir apareciendo en las ventanas de las mansiones para asustarnos.

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Por Rodolfo Weisskirch

Persiguiendo sombras.

A simple vista La Dama de Negro (The Woman in Black, 2012) presenta de antemano la posibilidad de despejarnos las dudas en cuanto a las aptitudes y/ o capacidades concretas de sus dos máximos responsables (uno por cierto ha generado prejuicios negativos y el otro positivos): mientras que Daniel Radcliffe hizo poco y nada por fuera de la mediocridad absoluta de la saga del insufrible Harry Potter, su compatriota James Watkins por su parte entregó Eden Lake (2008) como ópera prima, una pequeña joya en la línea de Amarga Pesadilla (Deliverance, 1972) que claramente se engrandece con las sucesivas visiones.

La historia gira alrededor del viaje del joven abogado Arthur Kipps (Radcliffe) a Crythin Gifford, un pueblito remoto de la campiña inglesa. Con la misión de “poner en orden” los asuntos legales de un cliente fallecido, el muchacho se topará con la poca hospitalidad de los locales y una serie de “accidentes” protagonizados por niños y la enigmática señora del título, una entidad que gusta merodear el caserón de turno. Combinando los espectros vengativos del J- Horror, un típico contexto victoriano y referencias varias a Otra Vuelta de Tuerca de Henry James, aquí el realizador confirma su destreza para los relatos asfixiantes.

Vale aclarar que estamos ante un convite bienintencionado y muy prolijo aunque un tanto previsible y algo escuálido en lo que respecta al desarrollo general: lo curioso del caso es que no se puede objetar el trabajo de los involucrados porque las falencias atañen más al proceso de adaptación en la coyuntura contemporánea que a la eficaz labor de la guionista Jane Goldman (el clásico ABC de estas propuestas resulta anacrónico -y a veces agotado- debido a la sobreexplotación de la última década). El material de origen, la novela homónima de 1983 de Susan Hill, tampoco aportaba demasiadas novedades que digamos.

Aún así el film cumple con su cometido y se destaca dignamente por sobre lo que suelen ser los proyectos industriales apuntalados en héroes maltrechos que persiguen sombras. Más allá de la puesta en escena de Watkins y la fotografía de Tim Maurice-Jones, el buen desempeño de Radcliffe es otro elemento a favor derivado de los capítulos finales de la franquicia del mago de cartón pintado. Con una participación fundamental del gran Ciarán Hinds y un desenlace bastante más interesante que el original, la obra por suerte levanta el nivel de lo que venía siendo el estándar de esta nueva etapa de la mítica factoría Hammer…

Por Emiliano Fernández

Sadako mon amour.

La cinematografía mundial ha pasado por crisis de género que desembocaron en obras que atinan a lo maestro y, en algunos casos, al culto simple y llanamente.
Es el caso del género horror/terror/suspenso uno de los más paradigmáticos en materia de cambios y metamorfosis de lo más variado, que van desde lo bizarro y chicloso hasta verdaderos dramas de construcciones complejas y personajes más que profundos, donde las historias se funden para con la psicología general de los caracteres centrales en pos de una ola informativa y sensorial que roza la realidad y provoca en casos una reacción paranoica que perdura horas luego de salido de la sala. Casos ejemplares son los de El Proyecto Blairwitch (The Blairwitch Project; EE.UU.; 1999) de Eduardo Sánchez, la gloriosa El Exorcista (The Exorcist; EE.UU.; 1973) de William Friedkin la española Rec (Rec; España; 2007) de Jaume Balagueró y Paco Plaza, y la pochoclera Actividad Paranormal (Paranormal Activity; EE.UU.; 2007) de Oren Peli, que si bien solo las dos primeras citadas constituyen una escenificación del celuloide en potencia para mi persona, es de destacar la revolución que provocó Actividad Paranormal a nivel hogareño en cuanto a formato y progresión en cuanto a una cercanía objetiva.

La Dama de Negro si bien no se constituye desde una base de cámaras en mano y la intención de filmar/grabar la realidad cual retrato fiel hacia una manifestación super natura, suma desde el tratamiento meramente artístico de una obra que intenta y genera, esporádicamente, un efecto opresivo en el espectador ya que sus golpes de suspenso, caracterizaciones, técnica, guión, musicalización y efectos sonoros son correctos desde el ángulo constitutivo de una pieza de género bien marcado y delimitado desde la fotografía del horror hecho carne.

El Harry del pueblo. A la manera de Elijah Wood en la potente trilogía de El Señor de los Anillos (The Lord Of the Rings; Nueva Zelanda; 2001, 2002, 2003), a Daniel Radcliffe se le imposibilita el hecho de no ser relacionado directamente con la historia del joven mago y se esfuerza notoriamente en desambiguar el rol protagónico que le vino en suerte a partir de una pretensión interpretativa que nada hacia el océano de la caracterización más adulta, paternal y de un espíritu pseudo-valiente que recuerda al Johnny Depp de La Leyenda del Jinete Sin Cabeza (Sleepy Hollow; EE.UU, Alemania; 1999). Pero la madurez es un campo en el que el joven Radcliffe parece no poder incursionar todavía ya que su labor trastabilla en gran parte del filme degenerando la empatía para rozar en el ridículo sobreactuado.

My head wanna shout! La generación/degeneración del terror no nace de una manera espontánea en La Dama de Negro, sino que se remite a una línea dramática que sorprende por su impacto aunque también por su simpleza: la venganza como eje temático conmemorando a la leyenda de la Viuda Negra. Es entonces donde entra en juego la calidad narrativa que James Watkins utiliza ad hoc un progresión dramática donde, el terror del pasado, encarnado en una antigua propiedad, muñecos de épocas arcaicas, cajas musicales y la iluminación conjunta que vira entre la calidez hogareña y la frialdad de la muerte, generan el clima antecedido por su Eden Lake (Reino Unido; 2008), para una vuelta de tuerca al género donde el golpe de efecto, acompañado de una exquisita sonoridad, resalta un horror que reemplaza a la cámara tomavistas en tiempo presente y en línea directa con la protagonización sin corte.

¿Qué vemos entonces en La Dama de Negro que nos sorprende? Absolutamente nada nuevo, incluso un ending de características felices y del reencuentro post mortem que puede ubicarse claramente desde el inicio del relato. Pero es esa no-novedad la que funciona a favor ya que Watkins logra, con elementos constitutivos del cliche, una ágil forma de relatar los hechos sin desembocar en el bache del sentimentalismo y en huecos del lenguaje del séptimo arte. En hechos concretos, la obra presentada culmina siendo en síntesis superadora de los dos estadíos incompletos, una polimerización de elementos que funcionan perfectamente de forma aislada pero se truncan entre sí, sin llegar al desastre, al aplicar la sinergia como piedra angular del terror infundado en lo sobrenatural y real que puede llegar a encarnar el fantasma del mito, no hoy, tal vez en una obra futura del esperanzado director que prolifera llamando a la Sadako Yamamura de la saga Ringu, acercándose cada vez más al terror cuasi-gore de los ascendentes nipones.

Por Uriel De Simoni

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