La Sombra de Wenceslao
Dirección: Villanueva Cosse. Dramaturgia: Raúl Damonte Botana “Copi”. Escenografía: Marcelo Valiente. Vestuario: Daniela Taiana. Diseño sonoro: Daniel Ibarrat. Coreografía: Carolina Pujal. Iluminación: Leandra Rodríguez. Producción TNC: David Hoyo. Elenco (por orden de aparición): Lorenzo Quinteros, Luis Longhi, Ernesto Zuazo, Andrea Jaet, Mario Alarcón, Mosquito Sancineto, Paloma Contreras, Alejo Bertín Cardozo y Alfredo Zenobi. Prensa: T.N.C.
La lluvia cae a raudales; amaina de a ratos, pero vuelve a caer a raudales, y lejos de purificar, anticipa malos augurios; su persistencia hace insoportable la existencia. Con este telón de fondo da comienzo una pieza teatral cautivante que tiene por protagonista al gaucho Wenceslao, quien tras la muerte de su esposa decide abandonar sus pagos para emprender un viaje sin rumbo, dejando atrás el pasado.La sombra de Wenceslao, con una impecable dirección de Villanueva Cosse, logra recrear la atmósfera de ese universo tan particular y complejo propuesto por Copi, en el que reflexiona acerca del exilio y las consecuencias que produce sobre quienes lo padecen.
Copi escribe esta obra en 1978, en París, lejos de sus pagos rioplatenses; y la vivencia del exilio es lo que tiene en común con el protagonista de su drama. Ambos se preguntan sobre sus orígenes y su identidad. Wenceslao circunscribe la reflexión a su propia existencia. Copi, en cambio, se adentra en la búsqueda de la identidad nacional. Por ello el autor localiza la obra en el ámbito rural, y elige a un gaucho como protagonista de este drama humano, porque sin duda, gracias a la poderosa influencia de la literatura gauchesca, la estampa del gaucho ha quedado cristalizada en el imaginario social como el símbolo de la argentinidad. Pero a la imagen del gaucho ideal -construida y promovida por la modernidad civilizadora de la barbarie- Copi contrapone un gaucho que no se integra al nuevo orden social.
En la figura de Wenceslao (Lorenzo Quinteros) se condensan los atributos de un universo social basado en la tradición. Cuando el protagonista decide emprender un viaje sin rumbo y dejar atrás el pasado, lo hace porque comprende que ha perdido la autoridad dentro de su resquebrajado mundo. Así es como Copi nos muestra de un modo metafórico cómo se desplaza la cosmovisión tradicional de la centralidad de la escena social, cediendo el espacio a su descendencia: a su hija, La China (Paloma Contreras) y a su yerno/supuesto hijo no reconocido, Rogelio (Luis Longhi). Ellos personifican la nueva generación que avanza bajo el influjo de una modernidad triunfante.
Y si bien Wenceslao tiene muchas similitudes con el personaje de don Zoilo (el protagonista de Barranca abajo del uruguayo Florencio Sánchez), la presentación de la obra en clave paródica es lo que la distancia de ésta pieza y del género de la gauchesca en general; y la utilización de este recurso le permite a Copi realizar una interesante crítica sobre los estereotipos de “lo nacional” y desmitificar el mito del gaucho inmortalizado en la literatura por José Hernández (La vuelta de Martín Fierro) y Ricardo Güiraldes (Don Segundo Sombra). Y es a través de esta operación de transgresión del género que el autor imprime su sello distintivo característico, logrando que todo lo que sucede resulte tan desbordado que causa risa.
Temporalmente la pieza se sitúa entre 1946 y 1955, abarcando desde el auge hasta el derrocamiento del peronismo. Y en este contexto, La China, que se erige como la contrafigura del protagonista, es una muchacha de exigua moral que queda deslumbrada ante el brillo de las luces de Buenos Aires, sus teatros de Revista, el tango, la milonga y el compadrito Coco Pelegrini. El personaje de La China representa a la clase popular del interior que emigra a la gran ciudad en busca de mejores condiciones de vida y ascenso social. Y aunque pretenda negar u ocultar su origen provinciano, no podrá evitar el estigma de ser “pajuerana” y sus consecuencias; la ciudad podría convertirse en un territorio hostil y hasta mortal para ella.
Además de una dramaturgia transgresora y crítica, este universo maravillosamente recreado por Villanueva Cosse, se sostiene en un desempeño actoral muy sólido de todo el elenco. Es para resaltar la lograda composición de los animales como personajes, que juegan un papel destacado dentro de la pieza. En este sentido, Ernesto Zuazo realiza un trabajo escénico fabuloso dándole cuerpo y vida al fiel caballo del desdichado gaucho, testigo silencioso de sus desolaciones que lo acompaña hasta el fin de sus días. Alejo Bertin Cardozo compone con destreza un mono inquieto, vigoroso y atrevido. Y finalmente, una mención especial merece el loro, interpretado por el fenomenal Mosquito Sancineto. El loro es quien dice lo que todos callan, y lo hace en los momentos menos oportunos; las intervenciones de este personaje generan situaciones verdaderamente desopilantes a lo largo de toda la puesta.
En cuanto a los aspectos técnicos, merecen un destaque tanto el despliegue escenográfico de Marcelo Valiente, como el trabajo lumínico de Leandra Rodríguez, dado que ambos resuelven con soltura la complejidad que en entraña el difícil montaje de una multiplicidad de escenarios y climas por los que transita la trama. También es estupendo el vestuario de Daniela Taiana.
Desde la mirada de Copi, los relatos acerca de la identidad nacional resultan incompletos, porque siempre omiten la sombra de los excluidos. La sombra de Wenceslao aparece así como una crítica social lúcida que sorprende por su insoslayable actualidad.
Teatro: Teatro Nacional Cervantes – Libertad 815 – C.A.B.A.
Funciones: Jueves a sábados a las 21.30 y los domingos a las 21. Actualmente de gira
Entradas: $ 50.- y los jueves $ 40.