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CRÍTICAS - CINE

Madres Perfectas (Adore)

(Australia/ Francia, 2013)

Dirección: Anne Fontaine. Guión: Christopher Hampton. Elenco: Naomi Watts, Robin Wright, Xavier Samuel, James Frecheville, Ben Mendelsohn, Jessica Tovey, Sophie Lowe. Producción: Philippe Carcassonne, Michel Feller, Barbara Gibbs y Andrew Mason. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 112 minutos.

Deseo y culpa en el Olimpo.

Puede resultar hilarante pero lo cierto es que Madres Perfectas (Adore, 2013) es el típico proyecto al que actores y actrices veteranos no accederían a menos que pudiesen “comerse” a una contrafigura de la mitad de su edad, quizás no tanto por la exacerbación de circunstancias relativamente incómodas sino por el eje mismo del convite, nada más y nada menos que los numerosos corolarios del paso del tiempo. Sin lugar a dudas estamos ante la realización más interesante de Anne Fontaine, una directora que ya probó suerte en el terreno de la “provocación sutil” con las desparejas Coco antes de Chanel (Coco avant Chanel, 2009), La Chica de Mónaco (La Fille de Monaco, 2008) y Nathalie X (2003).

Nuevamente los factores más sugestivos del film residen en la estructura que plantea el guión del talentoso Christopher Hampton, a partir de la novela de Doris Lessing, y en la espontaneidad con la que cohesiona los diferentes capítulos del relato: la historia comienza con una premisa extraída del cine porno de referencias incestuosas, continúa como un drama teatral/ “de probeta” vinculado a la aceptación de una situación extrema y su rompecabezas agravado, y finalmente cierra con la inflexión de una tragedia romántica de contraposiciones generacionales. Aquí el pretendido naturalismo no lo es tanto, en este caso tenemos un extrañamiento entre abstracto y distante, aunque siempre de tono humanista.

Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright) son dos amigas íntimas de toda la vida que habitan en un pueblito paradisíaco de la costa australiana. Hoy por hoy en la madurez, ambas son propietarias de una galería de arte y encabezan familias que podemos considerar “exitosas”, no obstante su vitalidad ha mermado de manera dispar: mientras que la primera aún arrastra el dolor por la muerte de su esposo, la segunda se ve en el dilema de consentir o esquivar la propuesta de su marido Harold (Ben Mendelsohn) de mudarse a Sídney por motivos laborales. Ahora bien, todo sería “normal” si no fuera por el romance que cada una comienza con el hijo único de la otra, esos dos muchachitos carilindos de apenas 20 años.

Más allá del excelente desempeño de Watts y Wright, sumado al de los jóvenes intérpretes (Xavier Samuel y James Frecheville), el film funciona según una dialéctica atávica orientada a reformular esquemas mitológicos, en esta oportunidad bajo el tamiz de un “amarillo” brillante y omnipresente (playa, sol, cabellos, cuerpos, etc.). Si bien un tanto conservadora al momento de la configuración de las escenas de sexo, la obra se sostiene en un devenir erótico ambicioso, con múltiples flashforwards, y en un retrato volátil de los adonis de turno, esos catalizadores del enroque edípico. La psicología de las protagonistas deambula por un Olimpo terrenal que se debate entre el deseo urgente y la culpa parcial…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

 

La mirada del mar.

Las miradas y los cuerpos nos devuelven una imagen sobre nosotros que se mezcla con otras miradas para construir una identidad. Esta es la base de la construcción de la personalidad: miramos y somos vistos, nos agradamos y desagradamos en un sentido fenomenológico.

Madres Perfectas, el último film de Anne Fontaine, es la adaptación cinematográfica de la novela Las Abuelas (The Grandmothers), de Doris Lessing, la fallecida novelista británica que recibió el Premio Nobel en el 2007 por su compromiso literario con la causa anticolonialista y el feminismo. La novela relata la vida de dos amigas íntimas en Gran Bretaña y la relación que se establece entre sus familias, y confronta las convenciones sociales y los tabúes gregarios de nuestra sociedad creando pasiones al borde de lo tolerable. El film traslada la historia de Inglaterra a Australia.

Roz (Robin Wright) y Lil (Naomi Watts) son dos grandes amigas que desde muy pequeñas han compartido todo. En las costas de una pequeña ciudad australiana viven rodeadas de una playa en un ambiente paradisíaco con sus familias. Mientras que Lil ha perdido a su marido en un accidente automovilístico, Ros vive con su marido en una casa a corta distancia. Entre los tres han criado a los hijos de ambas parejas, Ian y Tom, dos jóvenes atletas que han crecido surfeando y jugando entre la arena y el mar de las cristalinas playas. Ambas familias parecen una sola y todo parece ser perfecto en sus vidas pero lo prohibido llama a la puerta y los jóvenes comienzan una relación amorosa con la madre del otro, creando una situación que lleva a las parejas a encerrarse en una complicidad que roza el incesto.

Las relaciones entre los cuatro se convierten en un secreto marginal que deben ocultar y todo se complica cuando Tom va a visitar a su padre a Sídney e inicia una relación con una actriz. De repente el paraíso comienza a volverse asfixiante y la felicidad de la alcoba solo es posible pagando el precio del aislamiento. La ruptura de todas las convenciones sociales de estas dos amigas y de sus hijos se convierte en una condena que pende sobre las cabezas de los protagonistas y el amor se desmorona cuando los jóvenes entran a su vida adulta y las mujeres toman distancia de la situación.

Fontaine busca transmitir la atmósfera concupiscente de la novela en el film con largas escenas gestuales, conversaciones lascivas y situaciones que van en busca del amor prohibido. Con grandes actuaciones de Watts y Wright, y una excelente fotografía a cargo de Christophe Beaucarne (Mr. Nobody, 2009, Irina Palm, 2007), que busca un desborde de la naturaleza que sirva de contexto para el inusual intercambio sexual materno, Madres Perfectas intenta indagar en los límites del amor para encontrar su esencia. Con un exceso de prudencia y mesura, la propuesta es un ensayo de confrontación de la sexualidad, el amor y la necesidad de protección de un secreto insoportable que se dirige irremediablemente hacia la tragedia. El deseo es inconmensurable y todo lo que envuelve termina en pedazos.

calificacion_3

Por Martín Chiavarino

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