Midori-ko, de Keita Kurosaka
Loco manifiesto del fin del mundo
Surrealista, delirante y experimental, Midori-ko de Keita Kurosaka es uno de los films de animación más extravagantes y poco convencionales de los últimos tiempos, ya sea por lo forzado de sus dibujos entre manchas y rayas, como en su anarratividad que conmueve por su alucinación artística.
El film japonés se enfoca en un universo post apocalíptico en dónde domina el hambre, lo que desencadena que una joven se encuentre en busca de un alimento vegetal para combatir en su contra, aunque a partir de esto es perseguida y acosada en un clima de locura y desesperación.
Se puede asimilar la complejidad de Midori-ko con dos míticos films animados, ya que se adentra y toma influencias de un mundo fantástico como en El Planeta Salvaje de René Laloux y expone un karma existencial al mejor estilo de Akira de Katsuhiro Ohtomo. Pero a todo esto, la película de Kurosaka propone una esencia particular que da la sensación, a pesar de sus escasos cincuenta y cinco minutos, que en cualquier momento puede ocurrir lo que sea en causa del delirio, por lo que la historia se desarrolla entre un clima de violencia, salvajes orgías, personajes grotescos y una deformación que supera la narración para dominar a la forma.
Midori-ko es una experiencia distinta, tanto de la animación como del anime convencional, dónde no se encuentran contrastes entre el bien y el mal, ya que todo se presenta en un tono oscuro y desesperado, dónde los matices que propone la obra superan todo tipo de caos físico para encasillarse ya en una esfera onírica dónde todo sentido de lo común explota dentro del enredo que manifiesta Kurosaka.