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FESTIVALES

Pantalla Pinamar 2014 – Día 6

Jueves 13 de marzo.

Un nuevo día de Pantalla Pinamar. Las salas siguen atestadas, lo que pone muy feliz a los cineastas –quienes, en su mayoría, vinieron a acompañar sus obras- y a todos los responsables del evento. De hecho, antes de cada función, los directores u otros representantes de cada película dicen unas palabras y reciben reconocimientos por parte de Carlos Morelli.

La primera conferencia de prensa fue la de Nacidos Vivos, documental sobre un tema delicado: la identidad de los niños nacidos en cautiverio. La directora Alejandra Perdomo, quien llegó acompañada por una responsable de la Oficina de Derechos Humanos. Luego de unas breves palabras sobre la intención de la película, respondieron preguntas de los  medios. Entre otras cosas, contaron de la importancia de la ley nacional contra el tráfico de personas, sobre todo en un mundo donde “el pasado regresa”, e hizo énfasis en la importancia de la identidad: “La identidad es como la plastilina: es muy maleable”. Y recalcaron la importancia de la Oficina de Derechos Humanos, que muchas veces debía ser llevada adelante “a pulmón” y que también recibe a travestis y a madres solteras. Perdomo confesó que se trata de un proyecto personal, ya que el haber sobrevivido a un accidente la motivó a buscar su identidad. Y agregó: “La película tiene que darle visibilidad a esto que parece invisible. Todos los presentes conocen a alguien que desconoce su identidad”. Contó que el estreno será el 20 de este mes, en el Gaumont, y que siga circulando por festivales, sobre todo los vinculados a DD.HH.

Minutos después, conferencia de la película sueca Cuentos de Estocolmo, representada por la directora Karin Fahlen. Empezó hablando sobre la temática de su obra, acerca de la desconexión de los ciudadanos a pesar de vivir cerca entre sí: “Las personas están tan ocupadas tratando de conseguir cosas que se olvidan de quiénes son”. Dijo que la gente se engancha con su ópera prima (basada en varios cuentos cortos), en especial mediante la temática, y que aunque la sociedad sueca pasa por un buen momento económico y social, se crea otra clase de problemas. “Mi idea era hacer una contar una historia diferentes de las películas que se hacen en mi país; la mayoría son policiales donde se la pasan disparándose”. Además, quiso poner tanto énfasis en las actuaciones que la mayor parte del dinero -otorgado por el Instituto de Cine de Suecia, más fondos privados y el apoyo de la televisión- fue invertido en conseguir buenos intérpretes.

Después llegó el turno de Alguien como Yo, producción suiza de Xavier Koller, quien supo ganar el Oscar a la Mejor Película Extranjera en 1990, por Viaje a la Esperanza. El realizador llegó acompañado por Isabelle Mauhorat, agregada cultural de la embajada suiza. Contó el origen del proyecto, basada en una obra de teatro. Un servidor le preguntó sobre las características de la cinematografía suiza. Contó que, pese a que vive en Estados Unidos desde hace años, pude notar que hay muchos jóvenes suizos que estudian cine y pretenden ingresar en la industria cinematográfica, pero que sus películas no son muy personales, ya que se parecen entre sí, y agregó que el fuerte en la actualidad reside en la producción de documentales más que en ficción, donde se concentran en éxitos comerciales. Después habló de los inconvenientes a la hora de obtener financiación para esos films.

Enseguida aparecieron los responsables de Boca de Pozo, acerca de pozos petrolíferos en el Sur argentino: el director Simón Franco y los actores Pablo Cedrón y Ana Livingston. Al principio hablaron de cómo surgió la película, que inicialmente contaba con un tono diferente: “Pasamos de la tragicomedia al drama”. Franco dijo que tuvieron el apoyo de YPF, lo que le resultó más fácil a la hora de filmar. Por su parte, Cedrón habló de cómo armó su personaje… a su manera: “Yo construyo personajes sin percibir lo que estoy haciendo. Si hago bien las cosas, lo que me sale es inconsciente. No voy por un camino intelectual; no voy por el texto, no es mi punto de partida”. Y dijo que trabajó en una empresa petrolera en la Patagonia, por lo que la experiencia no fue nueva para él, y que el mayor desafío fue trabajar con esas máquinas que requieren alta seguridad. El director siguió dando detalles del film, donde la prioridad se basó en la búsqueda de verdad, en el compromiso con lo que se está contando. De hecho, Franco es de esa zona, de manera que hay un importante carácter autobiográfico.

Por último, conferencia de Inevitable. Estuvieron presentes los protagonistas  Darío Grandinetti y Antonella Costa, y el director español Jorge Algora, otrora responsable de El Niño de Barro, quien arrancó hablando de la historia y de los personajes. Grandinetti contó cómo llegó a la película y destacó que fue un rodaje fácil, ya que todos disfrutaron del trabajo. “Ídem”, dijo Costa al instante, entre risas, dando a entender que compartía las palabras de su colega, y profundizó en los rasgos y actitudes de su papel: “Un personaje predispuesto a muchas vidas posibles”. También dijo que cuando conoció a Grandinetti se puso muy nerviosa, debido a la admiración que le tenía desde siempre. El actor dijo que en Argentina “los viernes se decide el destino de las películas argentinas de bajo presupuesto” y que por eso, para apoyar el cine nacional, es preciso que el público concurra a las salas los primeros dos días. Y dijo que el problema del cine argentino actual no es la calidad ni los recursos sino la promoción.

Cuando terminaron las conferencias, siempre en el Hotel Plaza, se llevó a cabo un cóctel de la embajada de Hungría, un país con fuerte presencia en esta edición de Pantalla Pinamar.

 

Bolishopping (Pablo Stigliani, Argentina, 2014)

En busca de hacer algo de dinero, Luis (Juan Carlos Anduviri), su mujer y su pequeña hija, los tres de nacionalidad boliviana, se mudan a un taller clandestino de costura, en Buenos Aires. Allí quedan en manos de Jorge (Arturo Goetz), un jefe dispuesto a mantener a flote su negocio, aunque eso signifique exigir de mala manera a sus empleados. No pasará mucho tiempo hasta que Jorge y su familia se cansen del maltrato y hagan lo posible por escapar de esa situación.

Estrenada oficialmente en Pantalla Pinamar, Bolishopping se mete con una temática real e indignante. El director Pablo Stigliani cuenta la historia desde el punto de vista de los inmigrantes bolivianos que son explotados en talleres ilegales, y también se mete con Jorge; lejos de demonizarlo –tiene arreglos con la policía y con empresarios poderosos, y es capaz de impedir que el matrimonio protagonista lleve a su hija enferma al hospital-, lo muestra en su vida privada, donde se lo ve solo y cuidando de su madre enferma. Otra excelente labor de Goetz, mostrando el lado más humano de un individuo desagradable.

Más allá de algunos recursos que no terminan de funcionar bien, como fundidos a negro muy prolongados y sin relevancia, la película conserva su potencia y nos adentra en un mundo tan duro como cotidiano y cuestionable.

 

La Decisión de Aglaya (Aglaja, Krisztina Deák, Hungría, 2013)

Esta producción húngara cuenta con una curiosidad para el público argentino y de países latinoamericanos: está basado en una autobiografía de la hija de Tandarica, aquel cómico mudo que basaba su humor en caídas y golpes; un personaje recurrente en la televisión y el cine nacional.

La película sigue la vida de Aglaya, hija de artistas, que debe mudarse con sus padres de Rumania a Hungría, a diferentes circos. La joven irá presenciando la lucha de sus progenitores para hacerse un lugar (incluso la lucha entre ellos mismos), hará amigos que también perderá, conocerá nuevas personas y vivirá situaciones, algunas divertidas pero la mayoría tristes.

Con tono dramático, pero sin caer en golpes bajos ni en la manipulación al espectador, Krisztina Deák nos permite acompañar a esta joven en su viaje y también retrata el mundo del circo, donde la dedicación y la vocación por entretener suelen ser opacadas por la envidia y la ambición. A la estupenda labor actoral, empezando por las actrices que encarnan a la protagonista en su niñez y en su adolescencia, se suma una estupenda recreación de época desde el arte y la fotografía.

Más allá de la nota de color relacionada con Tandarica (reflejado en el film como un padre cariñoso aunque de comportamiento discutible), La Decisión de Aglaya es una gran representante del cine húngaro de los últimos años.

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