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CRÍTICAS

Radiohead en Argentina: crónica del recital, por Santiago Buonasena

This must be the place

Empecemos con una canción. “Exit Music (For a Film)”. Una elección en el setlist que, al leerla, puede ser lo más bajón y anticlimático del mundo. Pero su versión en vivo fue de tal intensidad, que el impacto que dejó en los presentes estuvo casi a la par de cualquiera de los denominados “temas rockeros”. Eso fue básicamente el recital de Radiohead el sábado 14: una completa evolución de sus canciones. Lo dije al final de la fantástica “Everything In Its Right Place”: “¿Cómo vuelvo a mi casa y escucho el disco después de esto? Estas son las versiones que quiero escuchar de ahora en adelante”.

Cuando leía reseñas de sus recitales en viejas revistas extranjeras, tiempo antes de soñar con verlos en vivo, siempre tenían 5 estrellitas. Mencionaban que sus conciertos eran experiencias únicas e indescriptibles. Y sin dudas yo la consideré como tal cuando los vi en el 2009, pero claro que estaba embelesado por ser la primera vez que los tenía en vivo y en directo. Esta sensación me acompañó todos estos años que pasaron, adornada con la nostalgia, hasta reencontrarme con la banda la otra noche. Y yo creo que tuve una mejor perspectiva, esta vez despojado de la ansiedad de una primera vez y más atento a los detalles, ya que uno con la edad se vuelve un poco más exigente.

Entonces hoy puedo llegar a la nueva conclusión de que Radiohead en vivo sí, es una banda 5 estrellas y sí, son experiencias únicas. ¿Pero indescriptibles? Haremos el intento. Son cinco músicos que les importa el público lo justo y necesario. Lo justo para brindar un show sin ninguna fisura compositiva o de ejecución. Lo necesario para que el despliegue visual acompañe sutilmente a la música, sin distraer con láseres o fuegos artificiales, en pos de contener nuestro sentido visual cuando la audición está intentando asimilar lo que recibe instantáneamente. Además, les importa su público para no subestimarlos, no ser demagogos, agradeciendo cálida y escuetamente al final de algunos temas. Y como para encerrar este concepto, doy lugar a un pequeño traspié en una noche perfecta.

Promediando “The Gloaming”, Thom Yorke detiene el show. A los pocos segundos explica: “Vamos a parar unos minutos hasta que arreglen un desperfecto de seguridad así nadie sale lastimado”. Enseguida, canta la canción interrumpida a capela. Luego pide calma, que todo seguirá en breve. Más adelante, ofrece agua a la gente, a la que también les hace dar unos pasos para atrás. Diez minutos después, retoman el tema interrumpido y el recital sigue sin problemas. ¿Qué pasó exactamente? Me enteraré en unas horas por alguna red social. Lo que sí sé es que Thom Yorke y compañía no necesitan salirse de sus personalidades para hacer tiempo. Ellos vienen a dar el mejor show posible y si eso se ve detenido, en realidad, no saben muy bien qué hacer. Yorke no es un showman. Pero se comportan como profesionales, aun cuando se los vio incómodos con la situación. Lo dijo el cantante entre los bises “gracias por recibirnos una vez más, gracias por venir a pesar del tráfico, gracias por esperar cuando todo se puso raro”.

“When everything went weird” dijo, en ese inglés seco, tímido y tan característico de su personalidad, su generación y todo lo que engloba a Radiohead. Pero los “weirdos”, apodados así por años (él incluido) son seres de otra dimensión. Vuelvo a lo mismo: saben cómo dar un show que no se repetirá nunca. ¿Qué importa si en Chile tocaron temas que acá no? Los que no estuvieron fueron reemplazados por clásicos absolutos. Ver en vivo “Lucky”, “My Iron Lung”, “Climbing Up the Walls” y el ya mencionado “Exit Music” valió más que la anterior visita, en el 2009. La versión de “Pyramid Song” fue de las cosas más hermosas y emocionante que vi en cualquier concierto. Los temas impenetrables en discos como “Bloom” o “Feral” fueron de una precisión apabullante, dándole pulso sanguíneo a composiciones que parecían salidas de computadoras. Las pequeñas variaciones vocales de Yorke eran una caricia o un escalofrío según él decidiera usarlas. El desempeño del resto de la banda, ¿qué más se puede agregar?

Así como firman la composición de sus discos con “written by Radiohead”, lo mismo sucede acá: son una unidad total, funcionando como reloj. Cada uno tiene su momento de lucimiento, pero es cómo son los otros que dan a lugar a eso que demuestra el puntillismo en la preparación de sus presentaciones. Si uno comete la injusticia en comparar este show con otros, se termina comiendo su propia cola, porque repetimos: es una experiencia única. Ir a un recital de Radiohead es entender que en ese tiempo y espacio, se produce una unión entre artista y público tan fuerte, que no tiene sentido lamentar lo que no hubo. Cada momento es historia, encerrado en su duración, entre gestos, falsetes, solos, variaciones, zapadas y guiños. Durante ese tiempo todo está en su lugar. Lo que sucede es valioso y lo que no, nunca existió.

Y ahora voy a cerrar con un desliz fanático. Un poquito de patriotismo inocente. Una contradicción a lo descripto en el párrafo anterior. Radiohead siempre cierra sus recitales con dos bises. En el último, finalizaron con “Paranoid Android”. Una culminación arrolladora, extática. Un tiro de gracia. Saludaron y se fueron. Pero así como dice la canción “Separator”, “if you think this is over you’re wrong”. La banda vuelve a salir. Una canción sorpresa, que no está en la lista de temas. Thom dice: “alright, now, this is this the last one, good night”, o algo así, puede estar traicionándome la memoria de la emoción, pero la certeza es que cerraron con “Creep”.

Ya lo habían hecho en el 2009, en una suerte de epílogo a un evento que no necesitaba nada más, pero lo emocionante es que Radiohead lo hizo porque lo decidió en el momento. Fueron espontáneos según sus sensaciones. Se fueron cuando lo tenían pautado, pero volvieron y nos dieron el cierre que merecíamos. Cerrar con ese tema, meterlo con un empujoncito al final, interpretarlo con semejante corazón, sin pose ni caretaje, dibujar una sonrisa en todos y humedecerle los ojos hasta al más escéptico (quién escribe, suscribe), es un regalo que solamente viene de parte de unos artistas que agradecen a un público que los hizo sentir bienvenidos y cómodos. Vale más que unos escuetos “muchas gracias” en inglestellano. Vale más que mil palabras o, en definitiva, mis palabras.

Y si eso no alcanza, les dejo una letra de un tema que no estuvo pero, claramente, no importa.

“This is the place, sit down, you’re safe now. You’ve been stuck in a lift, we’ve been trying to reach you, Thom. This is the place, it won’t hurt again” (“Lift”).

Radiohead, para todos los presentes, fue ese lugar. Nos sentimos seguros y sin dolor. Sólo buena música y emoción compartida.

Everything in its right place.

 

© Santiago Buonasena, 2018 | @SantzBuonasena

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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