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DOSSIER

Relatos Salvajes, de Damián Szifrón: Al Gran Cine Argentino Salud

(EL SIGUIENTE TEXTO CONTIENE SPOILERS. LEER A CONSCIENCIA)

 

Ajuste de cuentas

Relatos Salvajes es, entre otras muchas cosas que iremos viendo pero no agotando, un diálogo con el cine argentino: el nuevo, el viejo, el bueno y el malo. Sabemos, Ángel Faretta mediante, que el cine además de contar una historia cuenta también su propia historia. A veces esto se dice de manera directa, otras hay que encontrarlo. De lo primero un ejemplo obvio es De Palma mirando hacia Hitchcock pero también hacia Melville (Misión Imposible) o a Einsestein (Los Intocables). De lo segundo es Coppola en El Padrino III manteniendo un dialogo constante con David W. Griffith mientras Visconti lo tiene con ese ideal que es Hollywood en su Senso. Szifrón, para cada uno de sus relatos, reunió un elenco que se comunica de manera irónica con todo el cine postdictadura. La ironía, que es rabia contenida disfrazada de humor, es la forma inteligente de dar un parecer sin levantar la voz. Repasemos:

El paciente y la enfermera de Darse Cuenta, de Alejandro Doria (1984) se vuelven a encontrar, salvo que esta vez se dan cuenta demasiado tarde.

La cocinera de gran corazón de Herencia, de Paula Hernández (2001) ahora te puede envenenar, mientras que la preceptora de La Mirada Invisible, de Diego Lerman (2010) ahora no llega a vengarse del hombre malo.

Leo Sbaraglia, como en Sin Retorno, de Miguel Cohan (2010), vuelve a tener problemas con un auto (¡gracias Paula de Diego por ayudarme a relacionarlos!), mientras que el Darín de Campanella, ese que quería a volver a construir el club Luna de Avellaneda (2004), ahora se dedica a poner bombas mientras come medialunas.

La esposa de La Mujer sin Cabeza, de Lucrecia Martel (2008), María Onetto, vuelve a cubrir un crimen, salvo que esta vez sí es real, mientras que Oscar Martinez sueña con empezar a disfrutar De El Nido Vacío (2008), de manera totalmente opuesta al film de Daniel Burman.

Por último, la esposa sufrida y colapsada de Por tu Culpa, de Anahí Bernahí, comprendió que un matrimonio real no se puede construir a partir del miedo y la amenaza, y en contra de la falsa calma actúa.

Una película que nos cuenta varias historias y al mismo tiempo nos hace pensar en la nuestra, también peligrosa, también salvaje.

 

La vuelta de la tragedia

Nos decidimos a escribir sobre esta película con algo de enojo salvaje ante la cantidad de pavadas que se escribieron sobre ella, una de las más extraordinarias del cine argentino. Acomodemos un poco los tantos para mostrar al tipo de Relato al que nos enfrentamos, es decir, a qué tipo de puesta en escena, el único relato cuando de cine se trata.

¿Por qué la historia de Leonardo Sbaraglia ocurre a las afueras de Salta, en Cafayate? Porque se necesitaba ir a un lugar lo suficientemente alejado como para que el enfrentamiento entre esos dos hombres ocurra sin que nadie interfiera. Pero es cierto que eso pudo ocurrir aún dentro de Buenos Aires. ¿Entonces por qué Salta? Por los animales, claro. Prestemos atención a los animales que abren la historia y la cierran: una majada de cabras. Las cabras son un símbolo, y para que este funcione como tal primero tiene que estar justificado en la historia, sino sería una alegoría. En Salta hay cabras, perfecto. Ahora interpretemos.

La cabra, el macho cabrío exactamente, es el animal que simboliza la tragedia. Su sacrificio en la antigua Grecia marcaba el clímax del rito dionisíaco, cuando el desborde llegaba a su cenit. Desde el cristianismo se leerá luego como el animal que representa a Satanás, el animal de lo bajo. En toda tragedia el personaje principal es el macho cabrío (Creonte, Edipo), el que se desborda en pasión y debe ser sacrificado para producir la catarsis, la purga del sentimiento. Dos hombres se enfrentan en un duelo irracional y la tragedia se canta. De esta misma manera simbólica debe ser leído el encuentro a la vera de un puente y el eje vertical que marca un hombre colgado del cuello. Todo lo demás, izquierda y pobres, derecha y negros, es quedarse en la patria del bar, el pasillo de la facu y la mesa de Mirtha.

Antes de cerrar así es mejor que compartamos poesía. Un texto de la hermosa novela de Liliana Bodoc Presagio de carnaval, una tragedia contemporánea por una verdadera autora trágica:

“La tragedia comenzó cuando, a la llegada del hombre, un macho cabrío coceó la tierra y cantó.

La tragedia acabará al atardecer en que un macho cabrío cocee y cante, anunciando que el hombre se ha ido para siempre”.

 

Camino al perdón

A los relatos que conforman lo casi salvaje hay que entenderlos como algo más que un mero conjunto temático. Si bien es cierto que comparten temas, y no solo el de la venganza, como se insiste en tantos escritos, la riqueza de su entramado se acrecienta cuando se los lee en orden, ya que su posición es esencial.

Relatos Salvajes es un film sobre formas de tránsito: rutas, autos, aviones, puentes, micros, calles… y casamientos. Porque todo ritual es un tránsito hacia un nuevo estado. Esta idea, la del tránsito, es primordial para la lectura del film (si es que nos queremos correr de la izquierda, la derecha y Bombita). En el primer relato nos encontramos con un tal Paternak, apellido de ascendencia judía, que se venga de las personas que le complicaron la vida. Los siguientes relatos giran alrededor de la idea de la venganza: su cometido, su tentación, su aparición trágica. El último relato es su superación. Y para esto es importante leer el contexto, sino no tendría sentido que la boda sea judía. Hasta este relato estuvimos en la órbita de la ley del talión, la ley mosaica del “ojo por ojo, diente por diente”. Esto será superado por el cristianismo cuando Jesús, en el Sermón del Monte, Mateo 5: 38:-39, diga: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”. Un matrimonio se humilla, se engaña, se tienta con la muerte. Pero se puede perdonar y en el perdón nace el verdadero amor, no el falso, el romántico, el que debe ser derrumbado con sus muñecos de azúcar, crema y dulce de leche. Pero para que haya cambio debe haber también sacrificio. La pareja antes sacrifica a la amante, la joven que aparecerá cortada por el espejo, emblema de lo falso, sobre los escalones de una escalera, en posición de crucifixión, bañada en sangre y astillas. El último tránsito del film no es el moderno, de autos, calles asfaltadas y muerte, sino el tradicional, que por un rito y sacrificio pasa de la venganza a la piedad.

Que una película argentina actual llegue a estos niveles de simbolismo, y que más de 3 millones de espectadores lo puedan apreciar, si quieren, no deja de ser un verdadero evento milagroso. Gracias Szifrón, te la vamos a deber por mucho tiempo.

 

Por Diego Ezequiel Avalos

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