(Argentina, 2012)
Dirección: Gustavo Cova. Guión: Gustavo Cova, Oscar Yañez, Lucas Santa Ana, Ana Halabe y Horacio Maldonado. Elenco: Luciano Cáseres, Emme, Rubén Stella, Gustavo Moro, Cesar Vianco, Nicolás Pauls. Producción: Horacio Maldonado y Gustavo Cova. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 93 Minutos.
¿Se acuerdan de aquel cine grasa de los 80 y 90? Argumentos pobrísimos, actuaciones deplorables, copias mediocres de seriales estadounidenses y situaciones que bordean lo risible para situarse en el plano de lo bizarro. Esta estética se mantuvo en diversos trabajos durante los años 80 y parte de los 90, hasta que la nueva ola de cine argentino hizo olvidar -para bien o para mal- a la anterior, que buscaba la provocación pero a través de una mirada superficial y decididamente alejada del entretenimiento. Lo que hace Gustavo Cova en Rouge Amargo, es rememorar lo peor del cine noir nacional (con participación mal aprovechada de un ícono de los policiales de los 80 y 90 como es Ruben Stella) con una película que pareciera atrasar al menos unos veinte años en la industria cinematográfica argentina. Al principio, uno podría pensar que Cova está traslando un cómic al cine, porque los encuadres torcidos, la lluvia, los ambientes lúgubres, los personajes ambiguos y marginales –sin pasado en apariencia-, sumados a un argumento de corrupción política y policíaca, tienen algo del mundo de Frank Miller. De hecho, los planos que aparecen sobre los créditos iniciales, traen alguna que otra reminiscencia a Sin City y hasta a Dick Tracy.
Pero lo que podría haber sido una gran película con actores de carne y hueso – que no saben muy bien donde están parados – luego de los primeros minutos, abandona rotundamente la oportunidad de serlo. No es un detalle menor que detrás de la producción de Rouge Amargo, está Horacio Maldonado, quien tiene otros fallidos noir con inverosímiles complots políticos como Héroes y Demonios, y El Desvío. Otro de sus antecedentes es Solo un Ángel, con Osvaldo Laport…
Si bien Cáceres –totalmente desperdiciado- y Emme, intentan por momentos darle un poco de humanidad a sus personajes, las situaciones que atraviesan bordean la ridiculez y hacen que esto pase a ser un film trash. Todo en medio de un forzado e incoherente romance, (im)puesto allí solamente como excusa para centrarse en el cuerpo de Mariela Vitale que, como le dice Cáceres: “Siempre que te encuentro estás en bolas”. Al contrario de lo que uno podría pensar, la actuación más verosímil es la de Gustavo Moro, o mejor dicho, Rita. Su personaje, es el que consigue romper con la monotonía y la solemnidad de la película, sin llegar a ser un comic relief. Además, tiene momentos actorales muchísimo más interesantes que los de sus protagonistas e incluso se anima a un interesante número musical que parece salido de Tacones Lejanos o La Mala Educación, de Pedro Almodóvar.
Como decía anteriormente, los primeros minutos de Rouge Amargo tienen ideas interesantes al menos en cuanto a una propuesta de fotografía y de montaje. Luego, viene el gran problema de la película o al menos el más notorio y el que afecta directamente a la narración. Ese problema es la edición, y digo edición en vez de montaje, porque montar una película significa pensarla en función de la puesta en escena, de lo que se quiere contar, del ritmo, de intensidades dramáticas, etc. Da la sensación de que hay un desfasaje de tiempos, de problemas de timing narrativo en función de lo que se está contando. Un ejemplo claro es la escena de la persecución en el mercado de frutos, que se extiende y se extiende pero no logra provocar ni un miligramo de suspenso y eso, es definitivamente un problema de montaje. Otro, es que por momentos hay escenas súper intensas a nivel dramático mezcladas entre otras demasiado grotescas. No termina de entenderse para qué lado apunta todo, cuál es el tono de la película. ¿Es cosa seria o es una bizarreada? No puede ser ambas, porque el resultado es Rouge Amargo: lisa y llanamente un burdo aglomerado de lugares comunes previamente hechos, mal hechos y horriblemente hechos; clichés (como el de la nueva costumbre de jugar a convertir a una prostituta en El Guasón) personajes que parecen muñecos, diálogos indecibles y frases de refrito que dan acidez. Es una lástima que la película de Cova no se parezca ni un poquito -con la excepción de los créditos iniciales- a la adaptación de un cómic noir, algo que supongo, debió ser la primera intención del realizador.
Por Elena Marina D’Aquila