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CRÍTICAS - CINE

Un Amor, según Iván Steinhardt

Una invitación a retroceder en el tiempo con una mirada nostálgica y feliz nos es algo común en estos días. La simpleza narrativa y personajes creíbles son las dos virtudes sobre las que se apoya Un Amor de Paula Hernández. En algún artículo de la Revista Humor, Alejandro Dolina escribía uno de los cuentos más entrañables que he leído y que luego formó parte de esa fabulosa compilación de escritos llamada Crónicas del Angel Gris. Era sobre un hombre ya adulto que junto a un amigo de toda la vida intenta buscar a su primer amor después de muchos años. Una de las frases con las que el cuento cierra decía algo así: Todo hombre deberá alguna vez buscar a su primer amor pero deberá procurar jamás encontrarlo.

Lisa (Elena Roger) vuelve de España y encuentra a Bruno (Diego Peretti), muchos años después de haber desaparecido de su vida. A partir de este encuentro veremos flashbacks ubicados en un verano de la década del 70. Cuando Bruno y Lalo (Luis Ziembrowski) eran mejores amigos en un pequeño pueblo en donde el paso de la infancia a la adolescencia pasaba por hacer bromas, ir a pescar, nadar en el río y todas aquellas tareas que sirven para fortalecer los lazos de las grandes amistades de cualquier joven. Claro que la llegada de Lisa al pueblo provoca una revolución de sensaciones en los dos amigos. Es desenvuelta, extrovertida y naturalmente rebelde a todos los pruritos y tabúes que existen en una sociedad chica. En realidad, ella será el catalizador para que ambos amigos descubran esas primeras sensaciones que impulsan al corazón a palpitar más fuerte y de paso poner a prueba la fidelidad a la amistad y algunos códigos que no deberían romperse.

Un Amor está teñida de sentimientos hacia un momento de la vida sin demasiadas preocupaciones, sin apelar a la melancolía ni situaciones edulcoradas y hasta podría decir que en muchos aspectos, la relación de Bruno y Lalo tiene elementos suficientes como para ser nuestra propia Cuenta Conmigo (Rob Reiner, 1986). Pero no quiero entrar en comparaciones. La película de Paula Hernández tiene brillo propio gracias dos factores fundamentales: el inteligente e instintivo uso de los flashbacks que va solidificando todo lo que ocurre en el presente y las actuaciones de todo el elenco en general. Desde los otros rubros, para cualquier realizador contar con un director de fotografía como Guillermo Nieto y un músico como Axel Krygier, es arrancar con ventaja.

En todo caso se podría debatir sobre la elección de alguna de las versiones jóvenes de los personajes desde el punto de vista de la continuidad física, pero es un detalle que no afecta el resultado final. Los tres chicos Alan Daicz, Denise Groesman y sobre todo Agustín Pardella están muy bien orientados por la directora para ofrecer trabajos en donde sobresale un vínculo bien logrado y creíble.

Una realización que no apela al melodrama ni al golpe bajo; sino a contar una linda historia para dejarse llevar hacia atrás en el tiempo y conectarse con los momentos mas genuinos en la vida de cada uno.

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