(Italia, 2016)
Dirección: Matteo Rovere. Guión: Matteo Rovere, Filippo Gravino y Francesca Manieri. Elenco: Stefano Accorsi, Matilda De Angelis, Roberta Mattei, Paolo Graziosi, Tatiana Luter, Rinat Khismatouline, Lorenzo Gioielli, Giulio Pugnaghi, Cristina Spina. Producción: Domenico Procacci. Distribuidora: Impacto. Duración: 118 minutos.
Familia de corredores.
Ya sea rememorando grandes obras como Grand Prix (1966) de John Frankenheimer o excelentes películas recientes como Rush (2013) de Ron Howard, los films sobre el mundo de las carreras automovilísticas generan la misma adrenalina que cualquier película deportiva e introducen el factor de la velocidad, una de esas invenciones del siglo XX que marcan la ideología de nuestra sociedad y expresan por lo tanto sus contradicciones y sus peligros, a la vez que dejan entrever pequeños resquicios de salvación.
Al borde de perder su hogar, una adolescente de diecisiete años intenta ganar el campeonato de la formula GT de competición automovilística con la ayuda de su hermano drogadicto. El tercer largometraje del director Matteo Rovere -basado en la historia real de un mecánico- es un interesante, conmovedor y dinámico relato sobre el reencuentro de una familia en circunstancias apremiantes.
Tras la muerte de su padre, que también era su entrenador como piloto, Giulia, una joven promesa del automovilismo, se reencuentra con su hermano mayor, Loris, una recordada gloria del deporte en Italia que ahora vive de changas en las afueras de Imola junto a su novia. Para impedir que su hermano menor sea puesto en custodia, Giulia debe aceptar que el susodicho se haga cargo de la familia y viva junto a ellos. Cuando Loris se entera de que su difunto padre ha hipotecado la casa para pagar la inscripción de Giulia al campeonato, él decide ayudarla y entrenarla para la competición.
La adicción de Loris y su pareja dificultará la convivencia y complicará las posibilidades de la joven de ganar el campeonato. Todo se oscurecerá aún más cuando el acreedor de la deuda le proponga a Giulia correr una peligrosa carrera clandestina llamada Italian Race, en la que no pocos corredores pierden la vida. La droga como instrumento de evasión en una profesión de gran tensión y competitividad y la vida al borde de la muerte a altas velocidades se combinan con las angustias, las miserias y las alegrías de unos hermanos que se reencuentran tras diez largos años de separación.
El opus de Rovere construye muy buenas escenas de carrera a la vez que consigue transmitir las emociones de una historia de conflictos -pero con mucha alegría- a través de las actuaciones de todo su elenco. Con gran sutileza en lo referido a la construcción de la narración y de los protagonistas, la película trabaja sobre el pasado de Loris, muy bien representado por Stefano Accorsi, que interpreta hasta la exageración al personaje como un drogadicto calamitoso que apenas si puede mantenerse en pie.
Veloz como el Viento mezcla de manera formidable la historia familiar con el drama social en una propuesta con una gran banda de sonido en la que predominan las melodías ambientales del post rock. Rovere trabaja el relato con pasión y un gran sentido del humor y de la alegría en medio de la adversidad, dejando así un opus valiente y cálido sobre la vida y la necesidad de poner el cuerpo y aprender de los errores.
Por Martín Chiavarino