A Sala Llena

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CRÍTICAS

Viejo, sólo y puto

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Viejo, sólo y puto

Dirección: Sergio Boris. Escenografía y Vestuario: Gabriela A. Fernández. Iluminación: Matías Sendón. Diseño sonoro: Fernando Tur. Producción: Jorge Eiro, David Rubinstein. Elenco: Patricio Aramburu, Marcelo Ferrari, Darío Guersenzvaig, Federico Liss, David Rubinstein. Prensa: Simkin & Franco.

Una farmacia en el sur del conurbano del Gran Buenos Aires es el marco. En el centro de la escena, las presiones, mandatos familiares, diatribas sociales, deseos, angustias. Los cuerpos, sujetos liminales, algunos más al margen que otros, los otros aunque aparentan estar dentro del sistema, se les nota, no encajan, se caen, lo padecen.

Viejo, sólo y puto está construida sobre sólidas bases, sobre ellas se posa la excelente dirección de Sergio Boris, caracterizada por la economía de recursos y la profundización del detalle.

La obra posee una poderosa estructura soportada por tres variables. La primera: La escenografía de Gabriela Fernández opera como un protagonista más, pues a través de estanterías ubicadas tanto paralela como perpendicularmente, asfixia a los personajes, los obliga a asomarse, espiarse, chocarse, rozarse y realizar trayectos que no los llevan más que al mismo sitio; una cortina y una mampara refuerzan el juego de ver y no ver propuesto. Dicho espacio se completa con la alusión a una extraescena que propone libertad y descontrol de los cuerpos, una geografía que de modo antagónico completa una construcción en la que prima la sutileza.

La segunda variable corresponde a lo no dicho, la información retaceada, la prehistoria de lo que vemos soltada a cuenta gotas; y a la luz del resultado, claramente es un gran acierto. Perspicacia en los diálogos que evidencian que algo no funciona, que algo está dañado; denotan ausencias y crueldades,  dolor y soledad, falsa diversión. Como espectadores vamos intuyendo los conflictos, la violencia destilada, a cuenta gotas, filtrándose de un cuerpo a punto de estallar.

Por último, el sujeto del cuál derivan múltiples aspectos: el actor. En Viejo, sólo y puto el desempeño de los cinco actores evidencia un respeto y un interés por el trabajo del actor, las formas de actuación, la construcción de personajes; y a la vez por la dirección de actores.

Sergio Boris valora el cuerpo, la mirada, la respiración, el gesto y los tiempos muertos que cargan el clima de violencia y dolor. E indudablemente Patricio Aramburu y Marcelo Ferrari poseen un dominio de la expresividad capaz de transformar cuerpo y voz sin gestos grandilocuentes. En la piel de los dos hermanos, Darío Guersenzvaig y David Rubinstein elaboran un potente contrapunto que se une en las miserias de la herencia familiar.  Finalmente el desempeño de Federico Liss como un visitador médico mersa, que emulando brillantemente al sujeto frustrado de Amar (de Alejandro Catalán) despierta piedad y tristeza, logrando recrear un mismo estilo a través de pequeños detalles en el vínculo con el otro, pero sin caer en la repetición.

Viejo sólo y puto posibilita múltiples metáforas, no elegimos ninguna. Preferimos quedarnos con la sensación, las impresiones, la postal de cruel soledad que impregna la sala cuando los aplausos han terminado.

Teatro: Espacio Callejón – Humahuaca 3759

Funciones: Sábados 23 hs.

Entrada: $50 y $30

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