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FESTIVALES

Asterisco Fest – Primera parte: presentación y críticas

Presentación

Con una colmadísima sala en el Cine Gaumont, se presenta el primer Festival Internacional de Cine LGBTIQ, denominado Asterisco Fest, en tanto un signo que no responde a un género en sí, y donde varias líneas que van y viene en distintas direcciones confluyen en un punto en común, como el infinito universo de las diversidades sexuales. El mismo está auspiciado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación; el Instituto Nacional de Cine (INCAA), la Universidad Nacional de Tres de Febrero, El Canal Encuentro, entre otros.

El inicio fue con la extraordinaria performance de Susy Shock y Karen Bennet, artistas trans quienes interpretan dos canciones que ponen la piel de gallina a todos los espectadores que en sala llena ovacionan el talento de las chicas. Luego es el turno de los discursos a cargo de Martín Fresneda Secretario de DDHH de la Nación, quien destaca la deuda que históricamente tuvo el estado para reconocer a esta comunidad, y este es un pequeño intento de ir saldando tanta injusticia pasada. Félix Fiore, Gerente de acción del INCAA resalta la importancia cultural que tiene este festival para que la sociedad toda haga visible los derechos, y la Directora Artística del Asterisco, Albertina Carri, quien nos fue relatando cómo surgió la idea de este proyecto y la manera en que se fue gestando.

La proyección inicial arranca con un notable cortometraje brasilero llamado El Vestido de Laerte, que cuenta la historia de una adorable artista y militante trans paulista, donde en su recorrido nos enseña su modo de vida, su visión de la belleza y del ser mujer, y las distintas frustraciones que cualquier persona debe atravesar y superar en su existencia más allá del género y la sexualidad de cada quien.

Un orgullo inmenso que Argentina tenga este tipo de festivales, donde si bien se nutre desde una temática en común desliza lo amplio y diverso que es el sentir humano, dando la posibilidad que de a poco seamos una sociedad más justa y herramientas como la cultura son las que van forjando no sólo ideologías, pensamientos, conocimientos, sino modos de vivir tanto sociales como individuales.

Gerontophilia, de Bruce La Bruce (Canadá, 2013 – La Piel que Habito, Homocore)

Gerontopilia alude a una parafilia, una modalidad sexual fetichista donde el objeto erótico está ligado hacia sujetos que atraviesan la vejez. Lo interesante de la propuesta del realizador canadiense es que no queda reducido a una forma de perversión, no patologiza el fetiche del protagonista, sino que da cuenta de una diversidad más de la sexualidad humana, esta vez no orientada al género sino a lo transgeneracional.

Lake (Pier-Gabriel Lajoie), tiene 18 años, derrocha facha y está de novio con Desiree (Katie Boland), pero descubre cierta erotización en hombres muy mayores. La madre, un personaje muy peculiar, le ofrece un trabajo en un geriátrico, y es ahí donde las fantasías del joven comienzan a correrse del plano mental para concretarse en la realidad. Hasta acá parece que estamos en presencia de un film retorcido, cuasi perverso y pornográfico, pero La Bruce se las ingenia, para correrse de lo pulsional y comenzar a relatarnos una intensa y valiente historia de amor que va más allá de las convenciones sociales, pero que al fin de cuentas es un amor tan noble como cualquier otro.

Se naturaliza, lo desnaturalizado culturalmente, a la vez que es un disparador sobre el lugar que ocupa los viejos en la sociedad como seres asexuados y molestos. También funciona como denuncia sobre los usos y abusos que se hacen sobre los sujetos en instituciones de encierro.

Fragmentado en dos partes, la primera se focaliza en Lake y su descubrimiento sexual en el asilo de ancianos, a la vez que conoce al octogenario Mr. Peabody (Walter Borden), y se desencuentra cada vez más con su novia feminista. En la segunda mitad, ya tenemos claramente una road movie, donde el valiente y riesgoso acto de amor es lo que impera.

Relatada de manera tan ágil, la película se nutre de un variado y dúctil lenguaje cinematográfico que logra reforzar la intensidad de las emociones, el director juega mucho con los rallentis, las tomas subjetivas, el humor y un poderoso y extraordinario soundtrack compuesto por varios artistas indies con Pulp a la cabeza.

Gerontophilia más allá de algunas situaciones predecibles y estereotipadas, es un film enteramente disfrutable, que puede parecer incómodo, porque devela una verdad de la naturaleza sexual humana; es “revolucionaria” frente a lo pre establecido, y como los destinos pulsionales si no se reducen a lo meramente erótico pueden transitar las coordenadas del amor y el deseo.

Of Girls and Horses, de Monika Treut (Alemania, 2014 – Largometraje de Apertura)

De entrada la pantalla nos anuncia, algo que se mantendrá en todo el largometraje, un hermoso trabajo de fotografía, caracterizado por gran ductilidad de planos que le otorgan una sensual belleza a la imagen, esto es en gran parte a la pregnancia de escenarios naturales, en algún lugar campesino de Alemania.

Alex, una adolescente, al parecer con un pasado border, marcas en sus brazos dejan huellas de automutilaciones, llega al pueblo no sé si sabe si por condena, castigo, rehabilitación o simplemente buscando un símbolo de paz. Allí la recoge Nina, quién le ofrece el contacto con los caballos, dándole la oportunidad de otro tipo de vínculos más armonioso y saludable, que funciona en algún punto como un anclaje para la chica.

A medida que esta adolescente, fanática de lo brasilero, arma lazos con los caballos y entabla una relación con su cuidadora, quien tiene una pareja lésbica, llega Christine, una joven de clase acomodada, mucho más naif y sumisa, a vacacionar al establo. A partir de ahí la narración comienza a girar alrededor del vínculo entres estas dos muchachas tan dispares.

Presenciamos una relación lésbica estable y formada, entre Nina y Kathy, y otro tipo de encuentro entre las jovencitas que empieza a insinuar tímidamente cierta tensión sexual. El deseo circula, la cámara lo recorre en cada plano, desde las subjetivas de Alex, hasta los hermosos travellings de las cabalgatas que funcionan como el pase a la libertad del deseo.

La directora logra muy buena construcción de los personajes y de las relaciones interpersonales entre los mismos, que oscila entre la belleza y lo melancólico, pero decae en el ritmo narrativo, la historia se estanca, no avanza, los detalles y la prolijidad estética fagocitan la trama, que suele tornarse aburrida después de unos cuantos minutos. Una secuencia casi final promete algún conflicto que atraiga un poco más la atención de lo que pasa en la pantalla, pero queda ahí, se resuelve demasiado pronto y el relato se reduce quizás a unas cautivantes imágenes que quizás sucumban en el olvido.

Hawaii, de Marco Berger (Argentina, 2013 – La Piel que Habito – Largometrajes)

Tercer largometraje del realizador de Plan B y Ausente. Una vez más Marco Berger, se mete de lleno en abordar el tema de la diversidad sexual, desde las miradas y cuerpos de sus protagonistas.

No solo por la solidez narrativa podría llegar a ser el trabajo más logrado de Berger, sino también por la calidad estética del relato. Colmada de dúctiles e impecables planos, y una música original muy bella que le dan al film una notable calidad artística.

La película nos habla del deseo, toda la historia se centra en esa tensión libidinal que va apareciendo entre los dos personajes, el deseo en tanto no concreción del mismo. Es así como Eugenio, admite a su amigo de la infancia, Martín, para que trabaje en la casa de sus tíos que él está cuidando. Los planos se encargan de mostrarnos como la pulsión comienza a circular en los cuerpos y fantasías de los protagonistas; las miradas, los roces, los recuerdos y, los momentos que empiezan a compartir los lleva a un camino sin retorno que por más que intenten disimular ya es inevitable.

Berger logra muy bien transmitir el deseo de cada uno de los personajes, a través de un intenso trabajo de las características de sus personalidades y consistentes actuaciones de sus protagonistas que encarnan con gran solidez las vicisitudes que deben atravesar estos jóvenes ya adultos, ante el re encuentro con un otro que había sido olvidado pero que relanza el deseo sexual.

El problema radica en que el realizador no puede salir de la misma temática, esto ya no los contó en películas anteriores, con lo cual hace al film previsible porque es una versión mejorada de Plan B, y lo que fue novedoso en un principio ya se vuelve clishé en su filmografía.

The Filmballad of Mamadada, de Lily Benson y Cassandra Guan (Estados Unidos, 2013 – Competencia)

La baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven fue una controvertida artista y poeta perteneciente al movimiento dadaísmo. Al suicidarse en la soledad y la pobreza a los 53 años, el film intenta rescatar la memoria de la misma, y realizar una biopic muy particular, en las cuales participan más de 60 artistas quienes construyen desde distintas perspectivas la vida y obra de este personaje tan particular.

El resultado es un film tan pretencioso que carece de una estructura lógica, más allá de lo experimental que resulta la obra, termina siendo caótica, desordenada y aburrida. El primer plano comienza con el armado de un gran collage de distintos elementos, y esto es lo que resulta el largometraje, un bricolaje de artistas que se desperdicia entre tanto estimulo visual la atrapante vida de la baronesa.

Claro, que tiene momentos muy logrados, y eso va a depender del gusto de cada quien y del artista que se encargue de transmitir ese segmento. Relatada en su mayor parte en voz en off, donde la baronesa va narrando su biografía, descubrimos a una mujer que nació en Alemania, emigra a Estados Unidos, se codea con los artistas más relevantes de su época, experimenta los más variados encuentros amorosos y sexuales.

De todos modos, esa fragmentación del film es un reflejo de la mente y cuerpo de la baronesa, quien tenía diversas inclinaciones artísticas, sexuales y amorosas. Pero tanta pretensión de transmitir una vida desde múltiples miradas en tan solo 80 minutos queda en un arriesgado y valiente intento pero finalmente fallido.

Tom à la Ferme, de Xavier Dolan (Canadá, 2013 – La Piel que Habito – largometrajes)

Esperadísima proyección del cuarto largometraje del joven cineasta canadiense Xavier Dolan. La inmensa sala uno del Gaumont estaba casi repleta. Es que el muchacho ya tiene un número importante de fans en la Argentina, sobre todo en la comunidad LGBTIQ.

Esta vez Dolan cambia un poco el registro de sus films anteriores y nos presenta un thriller dramático psicológico que aborda con tensión narrativa un peligro inminente, en especial cuando el más temeroso enemigo proviene de adentro de uno.

A Tom (Xavier Dolan) se le muere el novio de 25 años. Una primera escena nos muestra un escrito donde expresa su angustia y desesperación por reemplazar lo irremplazable. La pérdida deja un vacío desolador maravillosamente transmitido en el la pantalla desde un plano aéreo descendente que va de lo general a lo particular, reflejando un angustiante viaje de Tom en la carretera, sonando de fondo una desgarradora versión del clásico de Michel Legrand “Les Moulins de moon coeur”.

Se dirige al funeral de su fallecida pareja, en un pueblo granjero, allí se encuentra con Agatha (Lise Roy), la madre del difunto, mujer rara, si bien estaba en duelo por la muerte de su hijo, se nota que es muy rara, y con el hermano del novio, Francis (Pierre-Yves Cardinal), un granjero matón y homofóbico. Un proceso donde conoce a la familia que tanto ocultó su amado y debe fingir una historia de amor por amistad.

A medida que avanza el relato la tensión va in creciendo, la madre cada vez está más loca, el hermano más violento y psicópata y las pulsiones autodestructivas de Tom comienzan a ser irrefrenables. Con la variedad de recursos cinematográficos que caracterizan al realizador, el relato toma fuerza dramática a la vez que los componentes de suspenso se hacen cada vez más presentes.

El erotismo no tarda en llegar, la libido circula en ese ambiente opresivo, y es ayudado por los primeros planos que insinúan miradas deseosas y la excelente elección de la música extradiegética. Se destaca la escena del tango donde suena “Santa María de los Buenos Aires” de Gotan Project.

Una vez más el director se mete con lo complejo que es el psiquismo humano, la relación con la madre, los distintos modos de goces subjetivos y lo variada y diversa que es la sexualidad del ser hablante. Esta vez con altas cuotas de suspenso y no le sale mal. Los títulos finales con música de Rufus Wainwright son para no levantarse de las butacas hasta que enciendan las luces.

 

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