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CRÍTICAS - CINE

Avatar, según Rodolfo Weisskirch

Primera Parte: Las Expectativas

Como empezar la crítica de la “película más esperada del año”, me preguntaba. No suelo escribir críticas de forma tan urgente, pero Avatar no es una película más. Los seguidores de James Cameron han esperado con ansias este momento. Han pasado 12 años desde que el Titanic coronó a Cameron con más de 600 millones de dólares solo en Estados Unidos. En el medio pasó el fracaso de la serie Dark Angel, los documentales sobre el Bismark, los Fantasmas del Abismo, acerca de los misterios subacuáticos y uno sobre el telescopio Hubble. Pero ninguno llegó a estrenarse comercialmente con demasiado éxito. Rumores de que dirigiría las secuelas de las exitosas TerminatorAlien y Mentiras Verdaderas rondaron las páginas de webs y revistas cinéfilas… hasta que se anunció Avatar.

 

Proyecto postergado, con tecnología innovadora, especialmente filmada para ser exhibida en cines IMAX y 3D. Se filtró que el presupuesto rondaría cerca de los 350 millones de dólares, lo que la etiquetaría como la película más costosa filmada hasta la fecha.

Las expectativas eran altas y la información sobre el argumento reducido: una historia de ciencia ficción en un planeta con una civilización para la que se tuvo que crear una naturaleza, una cultura, e incluso una lengua diferente.

Se decía que iba a ser la película que cambiaría la manera de ver el cine. Que el cambio que generaría la película sería comparable a la que generó la innovación del sonido en 1927 cuando se proyectó por primera vez El Cantante de Jazz con Al Johnsson. Que la ciencia ficción no sería lo mismo, con una transformación e impacto comparable a la que generó 2001, Odisea del Espacio de Kubrick.

¿Sería para tanto? Hace una año la expectativa era enorme. Spielberg y Lucas habían afirmado que vieron algunas escenas y quedaron deslumbrados. “Esto es el futuro del cine”

¿Tanto? ¿Cameron volvería a llenarse los bolsillos con titánico proyecto? Las expectativas bajaron cuando se vieron las primeras imágenes. El trailer de tres minutos y medio, la función especial en 3 dimensiones de 15 minutos de duración para la prensa y privilegiados. Los críticos bajaron las expectativas de golpe, los cinéfilos empezaron a tener dudas. “¿Tanto para esto? dijeron. Está bueno, sí. Pero, en esto se invirtieron 350 millones?”

Dudas. Expectativas. Intriga. Misterio. El elenco no era demasiado prometedor (exceptuando a Sigourney Weaver).

Y con la temporada de premios, en Estados Unidos, Avatar empezó a levantar nuevamente. Por tanto, ¿estábamos ante una nueva maravilla como lo fue en su momento Terminator, su innovadora secuela, Aliens, o mi favorita, El Abismo?

Es sabido, que a excepción de Terminator, narrativamente hablando Cameron deja bastante que desear. Es un buen narrador, pero muy básico. Nunca llegaría a “romper la cabeza” como lo hizo Kubrick, a hacer un productor genuinamente intelectual, y menos con semejante presupuesto, pero también es cierto, que ya tiene el dinero y la libertad creativa necesaria para darse el lujo de experimentar un poco más a nivel narrativo.

¿Ahora bien, que hizo Cameron con Avatar?

Segunda Parte: La Función y la Crítica

Llegó el día. Espero que ésta sea una de las primeras críticas nacionales (sueño con que sea LA primera). Afuera del Cinemark Palermo, se agolpan puntualmente a las 9 de la mañana, los más reconocidos críticos de los principales medios nacionales. Se solicitan los nombres (mucho control) de los espectadores. El desayuno es tradicional. Se agolpan todos. Un muchacho joven le pega sin querer a Condito. Nervios. Expectativas. Antes de entrar, se regala un paquete de pochocho y coca grande para cada miembro de la prensa. Gentileza de Cameron. Todos aceptan, aunque transcurridas las 2 horas 40 minutos de película, varios habrían de arrepentirse de agarrarlos (también se obsequiaron gorras y pósters al finalizar la función). Al fin y al cabo, se trata de la película más costosa del cine, la más pochoclera desde 2012. “¿Por qué no ser pochoclero también?” dice un crítico.

Ahora sí. La película.

No voy a dar demasiados detalles, pero se puede decir, que al igual que Spielberg, Lucas, Zemeckis y Jackson, Cameron mantiene indemne su impronta narrativa clásica. Un gran narrador. Desde el primero hasta el último minuto, Avatar es una montaña rusa de emoción y adrenalina. Quizás me animaría a decir, es la película más entretenida y pasatista de su realizador.  Aventura, acción, momentos de humor y ciencia ficción como no se veía hace rato. Quizás, el espíritu me hizo recordar más al George Lucas de la primera trilogía galáctica, más que al de la última, más allá de que 75% de la película está generada por computadora.

Cameron se mantiene fiel a sí mismo sobretodo. Abundan robots y naves espaciales que hacen recordar a Terminator y principalmente a Aliens (incluso en su argumento). Los personajes femeninos tienen la impronta rebelde, masculinizada, dura, que tanto le atrae a su realizador. Solo basta ver a Trudy (Michelle Rodriguez) y encontrar en ella una cruza entre la Sarah Connor de El Día del Juicio Final con la Ellen Ripley de Aliens (los cinéfilos disfrutarán un guiño que hace Cameron a los seguidores de la secuela de la película de Ridley Scott). Por suerte, hay poco de Mentiras Verdaderas o Titanic.

Visualmente hablando es realmente maravillosa, mas no asombrosa o tan innovadora como esperaba. Es bella. Sí. La creación de la selva, las rocas colgantes y la noche de Pandora son maravillosas. Vegetación marina en la tierra, animales y aves con demasiadas remanencias prehistóricas (sin Jurassic Park nunca hubiese existido Avatar). La geografía imaginada, cultivada, creada íntegramente por Cameron y equipo es realmente admirable. Los efectos donde se cruzan live action (los actores) con los avatares y Na’vi son deslumbrantes. Es verdad. La diferencia entre la interacción creada en post producción y realidad es prácticamente invisible (aún se nota un poquito). Es evolución visual. No se ha llegado a la perfección, pero sí, se podría decir que la animación creada por Cameron supera la de la mayoría de las películas hechas hasta el momento.

Los efectos 3D por momentos aportan que el espectador se sienta dentro de la selva, pero aún creo que todavía, el 3D no avanzó lo suficiente. Esperaba que Avatar sea la mejor película no creada únicamente para cines con este requisito que me “volara la cabeza”. Pero no lo fue. En ese sentido, fracasa. Sigue siendo una película convencional.

Pero lo que creo que, principalmente, fue lo que me provocó un distanciamiento, o mejor dicho, que no pueda creer en semejante innovación, fue la historia y el guión.

Como ya dije, cuanto más énfasis pone Cameron en revolucionar la tecnología, en ser un innovador, menos pone en el proceso narrativo, y es ahí donde la película fluctúa. No porque el guión tenga baches o desniveles. Todo lo contrario. Está demasiado medido. Previsible. Demasiado clásico, y sobre todo, visto. Aunque un poco simplista y banal en su estructura.

Básicamente, Avatar no es una historia original siquiera. Se inspira en personajes reales de la historia estadounidense como lo fueron Pocahontas y John Smith (no por nada, el protagonista lleva las mismas iniciales que este último).

La historia es exactamente igual, por lo tanto el que la conoce, se imaginará aproximadamente en donde termina todo.

En este caso los conquistadores británicos son los militares estadounidenses que van en busca de Unobtanium (fundamental para conseguir energía para la Tierra) en vez de oro (o petróleo si lo comparamos con la Guerra de Irak). Jake Sully (Worthington, mejor que en Terminator Salvation, pero todavía no puede sostener él solo un protagónico) un militar parapléjico pasa su mente a una mezcla entre Na’vi avatar y tiene que interceder entre los hostiles nativos, que al final no son tan malos. Los Na’vi están caracterizados igual que los Powatan de Pocahontas. La lengua creada por Cameron y equipo son similares a la de los pueblos indígenas del noreste americano, incluso en el vestuario, formas de caza y tradiciones.

Cameron no se aparta de ningún estereotipo de personajes ni situaciones. Apela a cada diálogo sensacionalista e inverosímil de todas las películas épicas de líderes revolucionarios históricos (Gladiador, Corazón Valiente). No hay lugar común, clisé, momento sentimental que trata de esquivar. Los personajes son buenos o malos. La banda sonora de Horner (con tempos que recuerdan a Titanic) engrandece hasta la situación más mínima. Incluso la canción “I See You” de Leona Lewis recuerda a la ya clásica “My Heart Go On” de Celine Dion. Abundan momentos lacrimógenos, que no tienen genuina emoción porque, a excepción de los personajes de Pixar, no hay personajes animados que logren transmitirnos llantos creíbles.

El elenco tampoco ayuda demasiado. Animados resultan más sobreactuados que en cuerpo. Los “buenos” no despiertan demasiado interés tampoco. Resulta desilucionante ver a una Sigourney Weaver tan intrascendente como en esta película. En cambio mucho mejor está el villano de turno interpretado por el renacido Stephen Lang (ya se había destacado en Enemigo Público). Jim Carrey como Scrooge resultaba más creible que Zoe Saldana o Wes Studi. También resulta verosímil, el empresario capitalista que interpreta Giovanni Ribisi (con pequeña pero destacada participación en la película de Mann también).

Mezcla de géneros clásicos, ciertas cursilerías, tecnología de última generación. Pienso que una película que busca innovar visualmente debería hacerlo también desde el punto de vista narrativo como lo hizo 2001. Cameron no lo logra esta vez. Lo narrativo no está a la altura del aspecto visual.

A pesar de que no se puede decir que Avatar es la película que me cambió el año, la vida o la percepción del cine como decían que lo iba a hacer, aunque tampoco lo esperaba, es innegable que se trata de una de las mejores y mayor logradas películas de aventuras de los últimos años, con algunos momentos independientes de la película en sí que son extraordinarias como la caza del pájaro gigante o la ceremonia de reencarnación.

Sin una bajada de línea demasiada obvia, aunque con un notable mensaje ecológico y antibelicista, Cameron cumple con las expectativas pero no las supera.

No se trata de una obra maestra, tampoco merece ser despreciada.

Solo esperemos que la próxima película del “¿gran?” James Cameron no tarde 12 años más. Por lo menos así, las expectativas no van a ser demasiado altas con respecto al resultado final.

Consejo: si quieren mirar la película completa y/o no tener “accidentes” no tomen demasiada Coca Cola en caso de verla sin intervalos.

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