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CRÍTICAS - CINE

Blancanieves y el Cazador, según Matías Orta

Este 2012 será recordado por el regreso por partida doble de Blancanieves al cine. Hace unos meses, fue estrenada Espejito, Espejito, dirigida por Tarsem Singh, con Julia Roberts en el rol de la bruja.

Un film ligero, colorido (el director indio la tiene muy clara con el aspecto visual), orientado a toda la familia.

Ahora llega una visión diferente del cuento de los hermanos Grimm, una versión más lúgubre y adulta: Blancanieves y el Cazador.

La pequeña princesa Blancanieves sufre su primer golpe cuando la madre muere. Para peor, su padre, el rey, se casa repentinamente con Ravenna (Charlize Theron), una misteriosa muchacha a la que acaba de rescatar de las manos de un ejército oscuro. Ravenna no tarda en mostrar su verdadera faceta: es una sensual bruja que goza apoderándose de reinos y que logra mantenerse joven absorbiendo la energía vital de chicas puras. Años más tarde, Blancanieves (Kristen Stewart), prisionera en el castillo, sucia, triste, descubrirá que su terrible madrastra quiere comerse su corazón para volverse inmortal. Pero antes de que eso suceda, la joven logra escapar al Bosque Oscuro. Allí será alcanzada por el Cazador (Chris Hemsworth), un pendenciero viudo y alcohólico enviado por Ravenna. Pero lejos de capturarla, el muchacho se alía con Blancanieves y la ayuda a convertirse en una guerrera capaz de liderar un ejército que pueda derrotar al Mal para siempre.

Desde el argumento se nota el cambio de tono con respecto a la obra de Tarsem y a la mayoría de las versiones anteriores. En su ópera prima, Rupert Sanders consigue una película violenta, tenebrosa, mugrienta, realista, desesperada, medieval, no apta para chicos. Los elementos fantásticos están integrados dentro de este marco que tiene más en común con la trilogía de El Señor de los Anillos y la serie de HBO Games of Thrones. Las secuencias de batallas también remiten al cine de Ridley Scott, especialmente Gladiador. El look del Bosque Oscuro y la apariencia de algunas criaturas recuerdan a los trabajos de Tim Burton y de Guillermo del Toro respectivamente. Blancanieves y el Cazador se nutre de esta mezcolanza de influencias para lograr una personalidad propia.

Si bien la visión, el ritmo y la garra son puntos muy fuertes, el guión por momentos hace agua. Quedan colgando algunas subtramas —un triángulo amoroso entre Blancanieves, el Cazador y William (Sam Claflin, que interpreta a un amigo de la infancia de la protagonista)—, y ciertos detalles ponen en peligro la idea de realismo (nuestra heroína sale a pelear cual Juana de Arco casi de un segundo a otro).

Charlize Theron es la mejor del elenco. La rubia deja todo en cada uno de los personajes que interpreta y esta vez no es la excepción. Ravenna es ambiciosa, malvada, perversa, no tiene reparos en bañarse en leche delante de su propio hermano y mata sin piedad. De todas maneras, Theron se las arregla para mostrarla también como un ser que sufre, ya que carga con un pasado repleto de dolor y de pérdida. Kristen Stewart actúa igual que en la saga de Crepúsculo (sí, pocas expresiones faciales de su parte) pero pone un poco más de ganas y su estilo, diferente al de las típicas damiselas, le juega a favor para, al menos, quedar bien parada. Igual, sigue siendo un talento que debería explotarse mejor alguna vez. Chris Hemsworth, por su parte, no interpreta un personaje muy diferente de Thor…

Y, como en todas las versiones de esta historia, están los enanitos. Ya no aparecen como criaturas simpáticas que alegran a Blancanieves; ahora son unos obreros caídos en desgracia, unos salvajes enojados que deben cazar para comer, que se inclinan por la bebida y el consumo de hongos (¡!). Y los actores que les ponen los diminutos cuerpos oscilan entre los talentos consagrados y las promesas: Ian McShane, Toby Jones, Ray Winstone, Eddie Marsan, Nick Frost, Brian “hijo de Brendan” Gleeson, Johnny Harris (habitual en films de gangsters británicos) y Bob Hoskins. Aunque la película no tiene humor ni cae en el recurso de las parodias y los homenajes, estos enanos aportan una mínima pero bien puesta dosis de chistes. Por ejemplo, cuando se internan en aguas putrefactas que conducen al interior del castillo, uno dice: “Al que silba, lo golpeo”, refiriéndose a la clásica adaptación de Disney.

Sin ser una obra maestra, Blancanieves y el Cazador es pura actitud y le da aire fresco a un personaje y a una historia con la que todos crecimos.

Ah, y el espejo (un espejo más siniestro que de costumbre) está muy equivocado: la Theron es más bella que la Stewart.

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