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CRÍTICAS - CINE

Blancanieves y el Cazador, según Rodolfo Weisskirch

Bella, Thor y Siete Británicos Encogidos

¿Vieron alguna vez los programas de “variedades” estadounidenses estilo Saturday Night LiveEl Show de David Letterman? A veces, incluyen sketchs satíricos en los que se inventan falsos trailers que parodian a los grandes tanques de Hollywood. Una de las burlas más representadas son las películas collage.

¿De qué se tratan? Son aquellas obras que mezclan todas las fórmulas exitosas de los tanques de los últimos años en una sola película. Cuando se hacen estos trailers -collage con fines humorísticos- el resultado es genial

Sin embargo, cuando esto ocurre con un producto serio que va a estrenarse en salas comerciales y generar verdaderas ganancias, los resultados suelen ser decepcionantes, especialmente porque queda demasiado evidenciada la motivación de crear un producto redituable y no una obra artística. Después de todo, el lucro es lo más importante en la industria.

Blancanieves y el Cazador no es una mala idea y tampoco es la peor exposición de un collage de fórmulas y tendencias en una sola película. Pero cuando se empieza a reflexionar sobre ella, la conclusión es otra.

Lo primero que llama la atención es la elección de los protagonistas, la historia y la estética. Tenemos el clásico cuento de los hermanos Grimm llevado a un determinado tiempo medieval, pero a un indeterminado sitio geográfico. Se supone que es Europa durante las cruzadas, los arqueros, los grandes castillos feudales y la peste negra… En medio de esto, tenemos una hechicera rencorosa llamada Ravenna (¿una cuerva podríamos decir?) que toma el poder del castillo del rey y encierra a la joven princesa Blancanieves en una torre. Al mejor estilo Femme Nikita, Blancanieves se escapa cuando ya es adolescente y trata de ocultarse en el bosque. El hermano de la reina manda a un cazador viudo y borracho a buscarla para capturarla, así Ravenna puede seguir siendo joven y bella por siempre.

Teniendo en cuenta que Kristen Stewart y su lacónico rostro interpretan a Blancanieves, no asombra demasiado que el personaje sea muy parecido al de la saga Crepúsculo. La pobre chica no logra una sola interpretación expresiva desde La Habitación del Pánico. Por otro lado, Chris Hemsworth es el encargado de rescatarla. Aquí el actor está caracterizado física y psicológicamente como Thor y es una lástima. Se nota que el forzudo carilindo tiene algo de carisma y la capacidad de salirse de su rol, pero está desaprovechado.

Hasta el encuentro de ambos personajes, el film es divertido y entretenido. La narración en off nos lleva directamente a la fábula original. Queda demasiado evidente la influencia de El Señor de los Anillos y el cine de Ridley Scott (Cruzada1492Robin Hood). El tono fantasioso incluso remite a La Historia Sin Fin, especialmente en el diseño del bosque. Sin embargo, la mezcla de referencias después queda más obvia, forzada e incoherente. Hay giros narrativos que aportan poco y nada a la historia. Los productores (no le echemos la culpa al novel Sanders) le agregan innecesariamente escenas inspiradas en Narnia o Harry Potter, lo que alarga el metraje, provocando cierta monotonía. En consecuencia, se cae en lo discursivo y se deja de prestar atención a lo visual, acaso la mayor contribución creativa de Rupert Sanders.

Pero Stewart y Hemsworth no hacen una buena pareja. Les falta química, carisma. Uno nunca termina de creer si hay o no romance entre ellos. En el medio aparece, además, el novio de la infancia de Blancanieves, interpretado por Sam Claflin, tan inexpresivo como Stewart.

El resto está en el cuento. Lo más original y verdaderamente increíble es la elección de los “enanos”. Son ocho actores de primera categoría cuya altura y nacionalidad es promedio. Hoskins, Mc Shane, Marsan, Toby Jones, Winstone, Harris y, en particular, Nick Frost le aportan humor a una obra demasiado dramática y solemne. La banda sonora de James Newton Howard, la fotografía y los efectos aportan carácter épico. Asimismo, los ralentis y el clima frío ayudan a dar una sensación parecida a la de un cuento de Alexander Dumas medieval. Pero esta sucesión de intenciones por parte de los productores juega bordeando el ridículo. Los diálogos son mediocres y risibles. El guión sorprende poco, el desarrollo de la historia es previsible. Muchas subtramas no llevan a un encuentro narrativo. ¿Pero qué se puede esperar?

Finalmente, Blancanieves se debe transformar en una heroína al estilo Juana de Arco para terminar con Ravenna -interpretada por Charlize Theron, por momentos, austera y contenida, pero en otras escenas completamente eufórica y sobreactuada-.

Todo el análisis de la psicología del personaje, relacionado con su infancia, sumado al mensaje ecológico/político, sobra en la película. ¿Era necesario agregar una crítica al descuido del medio ambiente por parte de los malos gobernantes y, especialmente, su relación con el petróleo? (Ravenna nada en un espeso líquido negro que parece sangre de cuervo, pero podría interpretarse como petróleo). No lo sé. Pero cuando se trabaja con tendencias y fórmulas, y no con el alma o la pasión artística, se terminan realizando estas obras demasiado artificiales e hilachadas, montadas como un video clip.

Sin terminar de aburrir, por suerte, Sanders construye un entretenimiento medianamente agradable para espectadores con pocas pretensiones. Contó con toda la producción a su favor y la supo aprovechar.

El problema es que Blancanieves y el Cazador termina siendo una obra más, sin personalidad. Sanders plagia detalles mínimos de otras películas para referirse a ésta. Hay una línea correspondiente a Nick Frost en la que se admite un poco el carácter lúdico de toda la obra. Sin embargo, sin la presencia de alma o pasión, nos quedamos cortos.

Violenta para muy chicos, naif para los más grandes, esta versión del cuento de los Grimm apunta a un público adolescente, mínimamente culto.

Entre tanto pastiche, lo que vuelvo a resaltar es el efecto especial de haber achicado en tamaño a seis ingleses que logran manipular a la protagonista para luchar. Un truco no muy diferente al de los Hobbits en El Señor de los Anillos.

El resto es cuento de hadas…

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