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CRÍTICAS - CINE

Broken City

(Estados Unidos, 2013)

Dirección: Allen Hughes. Guión: Brian Tucker. Elenco: Mark Wahlberg, Russell Crowe, Catherine Zeta-Jones, Jeffrey Wright, Barry Pepper, Griffin Dunne. Producción: Remington Chase, Randall Emmett, George Furla, Arnon Milchan, Teddy Schwarzman y Mark Wahlberg. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 109 minutos.

Oportunidades desperdiciadas…

Hay algo morboso en el hecho de ver Broken City. La experiencia cinematográfica es equivalente a los bloopers que pasan en la televisión y que nos causan tanta gracia. Estos bloopers están siempre “construidos” del mismo modo: hay una pequeña introducción -que establece el espacio más que el tiempo- y a los pocos segundos la acción que desencadena la risa. Todos sabemos que alguien se va a caer o va a tratar de hacer un movimiento exitoso sólo en sus sueños. Lo más interesante de estos desprendimientos accidentales que ofrece la realidad es lo que transcurre entre la introducción y la caída o el golpe. El suspenso- si se quiere- hasta que ocurre el hecho.

Lo mismo ocurre con esta película. Cuando se han establecido los personajes, el conflicto y las temáticas, uno ya está informado de que nada saldrá del todo bien. Hay que ser sinceros, la primera parte funciona. Si es más que correcta es porque el film no sufre las vueltas de tuerca forzadas de su segunda mitad. Con el asesinato de un personaje clave para todos los involucrados, Broken City comienza su camino hacia la inevitable caída.

Sin embargo, entre tanta suma de traiciones, hechos de corrupción, matrimonios venidos a menos y cruentas campañas electorales, hay un oasis. Un espejismo que se manifiesta en la relación casi invisible -voluntaria o involuntariamente, lo sabrá solo el director- entre el protagonista y su socia. Cada momento juntos desprende lo que hubiese sido una gran película entre dos personas bastante opuestas entre si. No sólo hay una buena química, sino también la diferencia entre un alma atormentada y un ser que de a poco se introduce en la suciedad de su trabajo. Este choque produce un logrado acercamiento romántico: ella quiere salvarlo, y él protegerla de una trama de engaños y muertes.

Y si está interesado en el film, no lea este párrafo porque se comentará algo relacionado con el final de la historia. El personaje de Wahlberg está en un bar, a punto de ir a la cárcel por un hecho del pasado. Ella le dice que lo va a esperar todo el tiempo que sea necesario hasta que vuelva a cobrar su libertad y lo mira irse por la puerta. Su salida de ese lugar marca el final de una mediocre película pero también lo que podría ser el comienzo de una mucho mejor.

calificacion_2

Por Luciano Mariconda

 

Policía malo, policía bueno.

La química es fundamental en el cine. Cuando un director se asocia con un actor y sigue trabajando con el mismo intérprete durante un largo periodo de tiempo no se trata solamente de una cuestión de amistad, fórmula o un resultado comercial satisfactorio, se trata de química, de comprender los códigos de la otra persona, y si una historia funciona bien dentro de esa relación, es porque así debe ser. Sin haber sido amigos – de hecho se odiaban – Kinsky y Herzog han hecho  sus mejores películas juntos. Lo mismo podríamos decir de la relación Wayne-Ford, Mastroianni-Fellini o Guiness-Lean. Sin embargo, muchas veces, los actores, aprovechando cierto éxito comercial, quieren demostrar que pueden hacer lo mismo que hacían con su director fetiche, con otro realizador. Y a su vez, ha sucedido que los directores han elegido otros intérpretes, para protagonizar películas que deberían haber hecho con sus actores favoritos. Todos estos casos terminan llevando al fracaso.

En este caso, Mark Wahlberg, quiere hacer un policial de James Gray – La Traición, Los Dueños de la Noche – sin James Gray y el resultado es bastante pobre. A cargo de la producción, el protagonista de Juegos de Placer y Ted eligió a Allen Hughes, que se ha separado de su hermano Albert, para dirigir su primer film en solitario. Y si bien ni Desde el Infierno ni El Libro de los Secretos son grandes películas, al menos eran entretenidas y tenían una visión interesante.  Broken City es una película que si bien tiene ritmo falla con un guión con demasiadas fisuras que además de volverse previsible es completamente inverosímil en su resolución. Dejemos afuera el perfil moralista y la idea del policía bueno que se sacrifica por el bien común. Los problemas de Broken City son romper códigos.

Aquí un ex detective es destituido de la fuerza policial, y tras siete años en que su aspecto físico no cambió en lo más mínimo, lo tenemos como detective privado con secretaria y todo, al mejor estilo Sam Spade. Hasta ahí vamos bien. El visiblemente corrupto Alcalde de Nueva York le solicita que espíe a su esposa, que cree tener un amorío, pero resulta que todo es una conspiración para que se conozcan manejos turbios del personaje, relacionados con la venta ilegal de inmuebles y pierda las elecciones. El que mucho abarca, poco aprieta, y en el guión van apareciendo muertos, una historia de amor homosexual y la propia relación del protagonista con una actriz “indie” puertoriqueña, que en vez de generar dramatismo, se convierte en una sátira al cine independiente. En otro contexto, esto hubiese sido cómico. Pero el film de Hughes está tan alienado de la realidad, que incluso el debate político parece provenir de tres décadas atrás. Hubiese sido más interesante trasladar la misma historia a los años ´40 que pretender que resulte verosímil hoy en día.

No es que esté mal dirigida. Hay suspenso bien aplicado, pero son tantos los lugares comunes y clisés, que se vuelve monótona, sin identidad propia. Con un Mark Wahlberg en piloto automático (¿por qué sigue interpretando al mismo policía marginado una y otra vez?), un Russell Crowe que ha perdido cualquier atisbo de gran actor y Catherine Zeta Jones completamente invisible, Broken City consigue algunas interesantes interpretaciones en actores secundarios como Barry Pepper, Griffin Dunne, Kyle Chandler y Jeffrey Wright. Por cierto cariño que le tengamos, Wahlberg sigue siendo un actor con limitaciones. De vez en cuando sorprende pero es la excepción. Acá intentó ponerse el film sobre los hombros y no le fue bien.

calificacion_2

Por Rodolfo Weisskirch

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