La inmigración discreta.
El sistema literario actual suele consagrar -salvo algunas excepciones- tan solo dos tipos de formas narrativas. Por un lado podemos encontrar obras que aportan una novedad en la construcción de la estructura del relato. Este tipo de novelas son recuperadas usualmente por el sistema académico. Por otro lado, tenemos las novelas cuya narración remite a imágenes, o más bien a escenas. Esta es una escritura más deudora de las técnicas cinematográficas de montaje que de la literatura. Nick Hornby es uno de los representantes más interesantes de este último estilo de escritura. Su primera novela, Alta Fidelidad (High Fidelity, Anagrama, 1995), fue un gran éxito y fue llevada al cine con una buena respuesta de público por Stephen Frears (High Fidelity, 2000).
Con Enseñanza de Vida (An Education, 2009), Hornby decidió finalmente incursionar en el cine con la adaptación de las memorias de Lynn Barber en un film sobre el crecimiento personal a través de la idiosincrasia intelectual inglesa. Por este trabajo recibió merecidamente una nominación al premio Oscar. Con Alma Salvaje (Wild, 2014), otra película sobre una joven que emprende un viaje de autoconocimiento, cosechó algunos premios menores, al igual que la película, pero no pudo escapar a la redundancia de una historia que ya había sido explorada recientemente, con mejores resultados y una historia más interesante, en Hacia Rutas Salvajes (Into the Wild, 2007) por Sean Penn, con el aditivo de una banda sonora a cargo de Eddie Vedder.
En su tercer guión, el escritor reincide en el retrato de una joven que sale a buscar su lugar en el mundo, esta vez para narrar la historia de una inmigrante irlandesa que llega a Nueva York en la década del cincuenta del siglo XX para encontrar las oportunidades que no tiene en su pueblo natal. Eilis emprende su viaje a Estados Unidos gracias a la ayuda de su hermana y descubre un país con grandes ocasiones de mejorar la condición social a través de una red de benefactores que la ayudan a conseguir trabajo, un techo y finalmente, una pareja.
Cuando su vida parece un cuento de hadas se entera de que su hermana ha muerto y debe volver a su pueblo en Irlanda para consolar a su madre que se ha quedado sola. Allí conoce a otro joven que se enamora de ella y además consigue el trabajo que antes le era esquivo. Ante esta situación, la joven debe decidir si permanecer en el viejo mundo con todas sus añoranzas y su carga o volver a Estados Unidos a su nueva vida.
Brooklyn (2015), la adaptación de la novela homónima del escritor irlandés Colm Tóibín, busca contraponer los dos mundos de Eilis para llevarla hacia la toma de una decisión, que en realidad es más una consecuencia de la cultura de la vida moderna por la que la protagonista transita ciegamente. A diferencia de Enseñanza de Vida y Alma Salvaje, Brooklyn narra la vida de una joven ordinaria que vive una existencia absolutamente normal, al igual que millones de personas en las grandes ciudades norteamericanas. En ese caso, el carácter propio de la obra le impide despegar a una historia en la que la sencillez y la discreción son el corolario de un retrato de época correcto, interesante, pero sin demasiado interés ni vuelo. Hornby y el director John Crowley cumplen, al igual que todo el elenco, destacándose la labor de fotografía de Yves Bélanger, pero sin lograr nunca la consolidación de una trama que pueda romper la inocuidad de esta bella historia de amor indoloro.
Por Martín Chiavarino