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CRÍTICAS - CINE

El Circuito de Román

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El Circuito de Román (Chile, Argentina, 2012)

Dirección y Guión: Sebastián Brahm. Producción: Jorge López Vidales, Gregorio González, Pepe Salvia, Laura Mara Talvón. Elenco: Cristian Carvajal, Paola Gianini, Alexis Moreno, Julia Martínez Rubio, Pablo Krögh, Camilo Carmona.Distribuidora: Primer Plano. Duración: 76 minutos.

Eterno resplandor de una mente “con” recuerdos.

“El pasado es un objeto mental en reconstrucción permanente”, afirma el científico Roberto Román, personaje central de la ópera prima de Sebastían Brahm y padre de la teoría de la migración de las representaciones cerebrales en la memoria humana.

Pero como a todo científico, al intentar validar su tesis le nacen nuevas hipótesis que lo llevan a reformular su teoría principal, la cual le valió, hace algunos años, un gran prestigio académico. El dar cuenta de esto en un centro universitario, científico y competitivo de Chile es lo que lleva al joven especialista a apelar a sus propios recuerdos subjetivos, quien nos conduce en continuos flashbacks para armar la estructura narrativa del relato. Allí se desprenden varios aspectos de su historia y un pasado que no se resiste a quedarse allí, sino que se hace presente constantemente y amenaza cierta estabilidad emocional que Roberto tenía hasta ese momento.

Durante toda la primera parte del filme, nos encontramos frente a la presentación del personaje protagonista y de la teoría neurocientífica. Promediando la cinta, los conflictos emocionales comienzan a tomar forma y la teoría de la migración es presentada cual clase académica pero en formato narrativo, romántico y cinematográfico.

Esto hace de la película un relato bastante original, aunque remite, en muchos momentos, a algunos guiones de Charlie Kaufman -que se metió más de una vez en el cerebro humano- y pierde fuerza en su valor narrativo ya que las historias no terminan de atrapar la atención y expectativa del espectador. Por otro lado, el montaje inquieto y acelerado en forma de representaciones de recuerdos más que dinamizar la obra la torna abrumadora, y el aspecto científico deja de ser atractivo para centrarse en ciertos conflictos amorosos que empiezan a confundir a más de un personaje, y termina dándonos como resultado un novelón neurocientífico.

Los personajes centrales, si bien tienen un deseo marcado, son fríos e insulsos como la pasión que ejercen en sus profesiones, personas desapasionadas y monótonas que parecen despojadas de su libido.

Otro problema recae no ya en el filme, sino en su formato de presentación acá en Buenos Aires, ya que el acento muy característico chileno provoca que, por momentos, se pierdan algunas palabras o frases y haya que hacer un claro esfuerzo auditivo para captar algunos diálogos. El subtítulo en este tipo de casos es un recurso que habría que considerar para brindar una mayor facilidad de comprensión al espectador.

De todos modos, a pesar de ser una historia bastante ambiciosa, no deja de ser un interesante intento de plasmar en la pantalla grande cómo un joven científico tiene que validar sus experimentaciones empíricas y subjetivas en el ámbito de la ciencia, donde las luchas de poder y prestigio también están presentes, como en toda institución, y el poder político amenaza los vínculos y la producción de un mayor saber para la comunidad.

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