El Hombre de al Lado (Argentina, 2009)
Dirección: Gastón Duprat, Mariano Cohn. Productor: Fernando Sokolowicz. Elenco: Daniel Aráoz, Rafael Spregelburd. Duración: 103 minutos.
Crítica previamente publicada con motivo de exhibición en Competencia Nacional del 24º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
http://www.asalallenaonline.com.ar/festivales/86-24o-festival-internacional-de-cine-mar-del-plata/257-competencia-argentina.html
Luego de la ovacionada en el pasado Festival de Cine de Mar Del Plata, El Artista, Gaston Duprat y Mariano Cohn vuelven a atacar contra el modernismo y el arte en una comedia efectista presentada en HD.
Leonardo (Rafael Spregelburg) es un diseñador exitoso de sillones para hogar y oficinas, él vive junto a su esposa snob y aburrida hija en una mansión de moderna arquitectura ubicada en La Plata, específicamente la Casa Curutchet, única construcción de Le Corbusier en Latinoamerica.
El conflicto surge cuando en la casa contigua, un nuevo vecino derriba parte de una medianera para construir una ventana, según sus propias palabras “para robar un poquito del sol que a su vecino le sobra”. El invasivo y a su vez manipulador inquilino (Daniel Araoz), inteligentemente y con un choque de culturas buscará todas las vueltas posibles para concretar su cometido, enfrentándose e iniciando una guerra de vecinos inigualable.
Se hace una explicita y reiterada critica al nuevo mundo del arte, critica que ya habian realizado en El Artista con mayor sutileza y efectividad. El Hombre de al Lado juega aun mas con la comicidad, por ir deconstruyendo al personaje compuesto por Daniel Araoz, quien sobresale en su labor.
Luego de la excelente e imperdible El artista esta dupla de directores soportaban todas las miradas encima. Su próximo trabajo tenía la difícil tarea de estar a la altura de su última producción. Bueno, El Hombre de al Lado logra ese cometido, aunque reiterando ciertas falencias en la última etapa de su estructura narrativa, o sea en el final.
Unos vecinos muy diferentes divididos por una medianera, que terminará representando mucho más que una simple pared. Cuando Víctor, el vecino grasa, gritón y mal hablado decide construir una ventana, el mundo supuestamente perfecto de Leonardo, el vecino snob, creído y políglota entra en conflicto, poniendo en evidencia la bajeza y soledad de su existencia.
Ácida, audaz, hasta por momentos cruel, esta historia con mucho de comedia encierra subtramas que muestran la sordidez de nuestros vacíos emocionales.
Sí, estamos otra vez ante un excelente film de Duprat/ Cohn pero que como decía al principio falla en su desenlace. Ocurría lo mismo en El Artista, pero allí sabía que sus innecesarios diez minutos finales tenían que ver con un tema de co-producción. En El Hombre de al Lado me encuentro ante un final inesperado y discordante con lo que se me venía proponiendo. La sorpresa le gana la pulseada al suspenso y la película termina absorbiendo un golpe sin el que podría ser una obra mucho más redonda.
Leonardo es un diseñador reconocido por crear la silla que lleva su apellido, vive junto a su esposa e hija en la única casa que construye Le Corbusier en Latinoamérica, lugar visitado por educandos y profesores de arquitectura.
Víctor es su particular vecino, un cavernícola a los ojos del diseñador aburrido, que decide hacer una ventana para cachar unos rayitos de sol.
Víctor no es solo el hombre de al lado, es todo lo que Leonardo odia y teme: a raiz de la abertura que realiza en la medianera su vecino, el se redescubre como una persona mezquina y frívola que aparenta tener una vida plena y normal: perfectamente diseñada como sus proyectos, cuando en realidad se cae a pedazos.
Excelente es interpretación del cordobés Daniel Araoz, ex Áryentain, que compone un personaje equilibrado, fuerte y hasta querible por momentos. Contrasta con la familia boceto de Leonardo: una mujer perdida en el new age , su hija Lola, que no emite sonido alguno durante todo el film y por supuesto la mucama omnipresente.
Victor, por lo contrario, es chabacano y verborrágico, un espanto, como lo definen los amigos de la familia vecina.
Mariano Cohn y Gastón Duprat fueron merecedores por este film del premio a Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (2009) y premio Mejor Fotografía en el Festival Sundance este año.
Rodada la mayoría dentro de la famosa casa Curutchet, que con su simetría marca el ritmo del film, resultando un comedia un tanto incomoda o un drama con momentos de humor ácido, pero siempre dejando el espacio suficiente como para que el espectador interprete y reflexione.
Por Julia Panigazzi
Una pared, dos mundos
Una pared puede significar más que la división de dos propiedades. Dos mundos diferentes; dos miradas de la vida, distintas maneras de encarar las cosas; dos personas opuestas entre sí unidas y a la vez enfrentadas por el mismo muro. El encierro de uno y la amplitud del otro, que arquitectónicamente son explícitos, contrastan con la apertura y el encierro de sus mentes y corazones. Abrir un agujero en esa pared tendrá consecuencias impensadas.
El increíble actor y dramaturgo Rafael Spregelburd encarna a Leonardo, un joven y talentosísimo diseñador de muebles que vive en el lujo y la comodidad de una casa exclusiva, amplia, cuyos enormes ventanales le permiten tener una vista incomparable. Al lado está Víctor, un vendedor de autos usados cuyos modales no se parecen en nada a los de Leonardo. Daniel Aráoz (con amplia trayectoria en teatro, cine y televisión) interpreta de manera brillante a Víctor, un hombre bastante vulgar, poco educado pero directo, que sabe lo que quiere y no parará hasta conseguirlo. Lo único que tienen en común es una pared en la que Víctor quiere hacer una ventana para poder tener un poco más de luz. Ya en los primeros mazazos la vida de Leonardo se altera; desde la relación con su mujer hasta su trabajo.
El film, ganador de múltiples festivales, es una mirada sarcástica y aguda sobre dos modos de vida diferentes. El foco del relato está puesto en las reacciones de los dos personajes principales y en cómo cada uno va modificando en parte al otro. Se trata de su evolución en relación con el entorno; de poner en evidencia las necesidades de cada uno y con ello sus sentimientos, pesares, miedos y sobre todo sus miserias. El egocentrismo absoluto de uno y la personalidad manipuladora del otro chocan y dan pie a un juego psicológico que los dejará en evidencia.
Tanto las personificaciones como las escenografías juegan un papel más que importante en un film crudo, durísimo, pero que con mucha inteligencia utiliza el humor y el sarcasmo para pintar una situación que se convierte en límite. La banda sonora se destaca, matizando con profundidad en cada sonido y en cada silencio, las escenas. Los colores, aunque solamente al principio están expuestos –el blanco y el negro de las paredes- son fundamentales e invitan al juego de la interpretación. Lo que es blanco esconde lo oscuro, y lo negro pasa por todos los matices, terminando si no en blanco, en un gris muy claro.
Con textos incisivos, los personajes van armándose y tejiendo una trama densa y oscura. El diálogo que Leonardo pretende mantener con su hija –que se convierte en monólogo- es la expresión de una personalidad tan encerrada en sí misma que no permite establecer relación ni siquiera con su propia sangre.
Por María Eugenia D’Alessio