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CRÍTICAS - CINE

El Legado de Bourne, según Matías Orta

Películas de espías hubo y hay muchas, pero ninguna como las que tienen como protagonista Jason Bourne (Matt Damon). Al igual que James Bond, conservan las mismas iniciales y tiene su origen en la literatura —en este caso, gracias al escritor Robert Ludlum—, y sus aventuras pronto pasaron a la pantalla. Pero, a diferencia de 007, Bourne no es un gentlemen seductor, casi de fantasía, sino un agente conflictuado, real, tratando de escapar de la agencia que pretende cazarlo. La primera adaptación de la novela El Caso Bourne fue en 1988, en un telefilm protagonizado por Richard Chamberlain. Pero el séptimo arte recién le prestó atención a comienzos del siglo XXI: dirigida por Doug Liman, Identidad Desconocida no resultó un gran éxito cuando salió, pero en DVD dio ganancias y fue redescubierta por miles de fanáticos. A continuación, llegaron dos secuelas que superaban a la primera: La Supremacía Bourne y Bourne: El Ultimátum. En estas dos oportunidades, la dirección estuvo a cargo del británico Paul Greengrass, que le imprimió una estética de cinema verité que le sentó perfecto a la búsqueda inicial de Liman, relacionada con el cine de acción de los ’70.

El Legado de Bourne no es una secuela, ni siquiera una precuela. Se trata de un spin off que transcurre al mismo tiempo de los hechos narrados en Bourne: El Ultimátum. Y esta vez no participa el espía del título.

El general retirado Eric Byer (Edward Norton) manda a matar sus propios agentes, como una manera de acabar con el programa Outcome, que funcionaba en paralelo a Treadstone, la que debe lidiar con el ahora público asunto de Bourne. Los agentes de Outcome no tienen como objetivo asesinar; sirven para misiones arriesgadas y fueron tratados por científicos, a fin de aumentar sus capacidades para optimizar su rendimiento en territorio hostil. Aaron Cross (Jeremy Renner), uno de los más sobresalientes, logra escapar y acude a la infectóloga Martha Shearing (Rachel Weisz). Ella le dio unas pastillas que hacen posible su supervivencia. Pero Martha también es perseguida por los mismos asesinos, quienes siguen en su plan de borrar toda pista del programa. Aaron y Martha unirán fuerzas y buscarán el medicamento para el espía. Pero, desde su oficina, Byer no piensa perderles pista.

Esta vez, la silla del director está ocupada por un conocido de este mundo: Tony Gilroy, guionista de las tres películas anteriores. Gilroy ya había demostrado que podía dirigir películas en Michael Clayton (por la que fue nominado al Oscar) y Duplicidad. En este spin off, mantiene el estilo visual —cámara en mano, acción vertiginosa, pero con sustancia y tiempo para mostrarnos a los personajes— y conserva el contacto permanente con las predecesoras, de manera que Bourne siempre está presente en su ausencia. No es Greengrass, ni siquiera Liman, pero sale airoso.

Jeremy Renner es el nuevo espía protagonista. No se luce como en sus mejores trabajos, pero el género le sienta muy bien —hace poco lo vimos haciendo de otro agente en Misión Imposible: Protocolo Fantasma—, incluso mejor que a Matt Damon, y nos hace olvidar un poco de él. Rachel Weisz se las arregla para ser algo más que “la chica en peligro” y le aporta algo de profundidad a la doctora Shearing. A Edward Norton no le cuesta demasiado hacer de mal tipo; el general Byer es frío y calcular, un individuo al que sólo le preocupa proteger los intereses de su empresa. También aparecen el veterano y subvalorado Stacy Keach y el guatemalteco Oscar Isaac, quien casi interpreta a Cross. Durante muy pocos minutos, repiten sus papeles Joan Allen, David Strathairn y Albert Finney.

El Legado de Bourne está más cerca de ser una película del montón, una excusa para seguir lucrando con una franquicia rendidora, aunque no se cuente con la estrella principal. Además, el FNLA es poco claro, como si no hubiera realmente un cierre. Pero nunca deja de ser entretenida, y algunas secuencias valen el precio de la entrada. Ideal para disfrutar un rato (poco más de dos hora) y pensar como sería el prometido encuentro, en una próxima película, entre Jason Bourne y Aaron Cross.

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