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CRÍTICAS - CINE

El Vengador del Futuro, según Rodolfo Weisskirch

Con Arnold y Paul era Más Divertido

Lo admito, no soy de los que defienden el cine de Paul Verhoeven con espada y cuchillo, y creo que El Vengador del Futuro no es una buena película, sino un producto clase B sobrestimado con el paso del tiempo, gracias a las numerosas repeticiones que tuvo en cable y televisión en los últimos 22 años. La remake era completamente innecesaria. El universo de Phillip K. Dick empezó a agotarse y solo Spielberg ha logrado realizar dos propuestas interesantes con sus historias: Inteligencia Artificial (lejanamente inspirado en el mismo cuento que inspiró Blade Runner) y Minority Report: Sentencia Previa, que es un digno entretenimiento pero se encuentra lejos de lo mejor del realizador.

El Vengador del Futuro es bizarra y exagerada desde todo punto de vista, morbosa, erótica, sobreactuada por cada intérprete (especialmente el ex gobernador de California y Sharon Stone). Sin embargo, este desprejuicio, la convertía en un producto divertido con escenas grotescas que quedaron introducidas en el recuerdo popular, convirtiéndola en una obra de culto. Verhoeven de por sí, pasó de ser un director de arte a uno de culto. Y hoy en día obras fuertemente criticadas como Showgirls o Invasión tienen defensores. Lo que le reconozco es personalidad y convicción en lo que desea filmar. Más allá de la misoginia y el morbo.

Pero para ser honestos, lo que queda de este Vengador… es menos de lo que se piensa. Apenas el McGuffin, un hombre común que era un agente secreto, pero cuya mente fue borrada y cambiaron sus recuerdos. Cuando se quiere introducir nuevos recuerdos, empieza a acordarse de su anterior vida, por lo que es perseguido por el gobierno, y su mujer intenta matarlo. El resto sigue apenas una línea de lo que era el pensamiento original.

Porque si tenemos que decir la verdad, la pintura que Len Wiseman realiza del universo Dick remite mucho más a Metrópolis de Fritz Lang que al film de Verhoeven.

Veamos. En la película de 1990, el protagonista vivía en un pueblo soñado con una mujer soñada y viajaba a Marte, que era el basurero de la Tierra por así decirlo, donde llevaban a los mutantes, que al final termina defendiendo. Acá Douglas Quaid vive en La Colonia (Australia) un pozo oscuro que se parece demasiado a Los Ángeles japonizado y retrofuturista de Blade Runner de Scott o El Quinto Elemento de Besson. A través de La Caida, una suerte de ascensor intercontinental se puede subir a Bretaña, la ciudad donde viven los poderosos, el techo, que estéticamente remite a Minority Report.

De esta forma, Wiseman se aleja de la historia original para construir un banal relato acerca de un pueblo sometido por los ricos, que desea hacer su revolución.

En la primera hora, acierta en la creación de este futuro. Los climas están bien logrados y a pesar de que todo el decorado esta diseñado con CGI, las persecuciones son bastante artesanales y entretenidas. Se genera una lograda atmósfera, atrapa, tiene ritmo y tensión el relato. Nos olvidamos de la frialdad que tanto Kate Beckinsale y Jessica Biel le aportan a la película. Wiseman se toma con demasiada seriedad la historia, la crisis de identidad del personaje, y hasta incluso pretende dar un mensaje, con intensiones críticas hacia la sociedad actual.

Es tan obvio y repetido el discurso de los realizadores que se vuelve monótono. Pero no tanto, como la segunda hora del film que es una sucesión de persecuciones, explosiones y tiros incoherentes, cuya acción es tan veloz, que escapa a la comprensión del ojo humano. Es como si Michael Bay hubiese querido agarrar la segunda mitad del film, pero sin agregarle su mentalidad grasosa. Pero todo esto aburre, cansa y le resta interés al relato en sí.

Para evitar caer en las referencias obvias, Wiseman homenajea en diversos momentos al film de Verhoeven en escenas claves, pero le saca la coherencia narrativa que tenían estos personajes o escenas en el original. Nunca queda claro porque hay una mujer con tres pechos o aparece una vieja demasiado maquillada en la Aduana de una Ciudad Minera. Son guiños para los fans, pero el remate del chiste es tan poco imaginativo que el guiño pierde la  gracia. Pero esto se traduce a todo el film. No hay humor, no hay sorpresa. Solamente persecuciones que se van sucediendo sin un hilo narrativo. Aquí es tan obvia la necesidad de agregar una línea narrativa para seguir el relato, que cualquier intento por crear una dinámica basada únicamente en acción, con el único objetivo de entretener, no termina siendo productivo para la película.

La coherencia del film no se distingue mucho de la de un video juego de acción en primera persona con demasiadas explicaciones. Estéticamente, incluso está pensada de esta manera.

No vi la saga de Inframundo para poder comparar la temática de aquellas obras y esta (también hay dos mundos luchando por tener el poder), pero sí vi Duro de Matar 4, la cuál terminaba siendo bastante digna y divertida. Los chiste y el humor de esa obra no está en El Vengador del Futuro (2012).

Hay poco para destacar en esta pintura apocalíptica, que en realidad parece anunciar el fin del cine de ciencia ficción por su poca originalidad. Ninguna actuación logra destacarse. Aún poniendo muecas, Sharon Stone era mejor que Beckinsale, que nunca logró una interpretación verosímil. Ni hablar de la expresividad y agilidad de Rachel Ticotin contra la gelidez de Biel. Y si bien no está a la altura de sus mejores trabajos, Colin Farrell se encuentra bastante más involucrado en la acción a nivel emotivo y físico. No se puede comparar con Arnold, por supuesto, que es un actor demasiado básico, porque no tiene la inteligencia para poder darle profundidad a un personaje. Nunca pudo. Pero lo importante en Arnold siempre fueron los músculos y esa sonrisa poco convincente. Ni Cranston o Nighy logran con su experiencia, elevar las fallas del guión.

De esta manera, El Vengador del Futuro (2012) es una víctima del sistema, una película que no necesitaba remake, y que al final termina siendo lo que todos temen, un híbrido sin alma, demasiado atraido por la revolución visual. Y encima, Wiseman destruye por completa la sensualidad del film original. Para borrarla de la memoria.

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