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CRÍTICAS - CINE

El Vuelo (Flight)

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El Vuelo (Flight, Estados Unidos, 2012)

Dirección: Robert Zemeckis. Guión: John Gatins. Elenco: Denzel Washington, Don Cheadle, John Goodman, Bruce Greenwood, Kelly Reilly, Melissa Leo. Producción: Laurie MacDonald, Walter F. Parkes, Jack Rapke, Steve Starkey y Robert Zemeckis. Distribuidora: UIP. Duración: 138 minutos.

Un alcohólico con alas.

Si alguien todavía tenía esperanzas en el regreso de Robert Zemeckis al cine tradicional, hoy puede comenzar a revaluar sus expectativas para eventualmente abandonarlas del todo. El norteamericano viene de realizar una más que lamentable “trilogía animada” compuesta por las mediocres El Expreso Polar (The Polar Express, 2004), Beowulf, la Leyenda (Beowulf, 2007) y Los Fantasmas de Scrooge (A Christmas Carol, 2009), tres epopeyas millonarias que le demandaron una década de trabajo y dejaron en claro su obsesión para con la “motion capture” en general y el mimetismo bobalicón de aquellos maniquíes tiesos.

Ya casi nada queda de aquel director que nos deleitó en nuestra infancia con neoclásicos inoxidables como Volver al Futuro (Back to the Future, 1985) y ¿Quién Engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, 1988), y para comprobarlo basta con chequear la espiral descendente que comenzó con la espantosa Forrest Gump (1994). Aquí nos presenta la historia del Capitán William Whitaker (Denzel Washington), un piloto que a pesar de su alcoholismo y su generoso consumo de sustancias varias, aterriza con relativo éxito un avión comercial y evita una tragedia mucho mayor, “mantenimiento defectuoso” mediante.

En ocasiones el guión de John Gatins intenta continuar el camino de otros estudios de personajes en la línea de lo que fueron las últimas aventuras de Zemeckis antes del periplo de la digitalización, léase Náufrago (Cast Away, 2000) y Revelaciones (What Lies Beneath, 2000); pero a decir verdad cae con rapidez en el tedio y en la repetición constante del mismo formato de siempre basado en un “proceso de autodestrucción”, al que le sigue los “bajos fondos” del ser humano, para finalmente arribar en el “descubrimiento personal” y todas esas sandeces dignas de un manual de autoayuda y/ o cualquier escapismo new age.

Lamentablemente esta cruza berreta y muy edulcorada entre Días sin Huellas (The Lost Weekend, 1945) y Adiós a Las Vegas (Leaving Las Vegas, 1995) divaga demasiado alrededor de la inverosímil premisa del “héroe intoxicado” y derrapa en la fundamental tarea de construir un mínimo contexto que la sostenga. De hecho, lo más interesante del film pasa por el espectacular aterrizaje inicial y las dos escenas en las que participa John Goodman como el hilarante Harling Mays, dealer del protagonista. Para colmo las más de dos horas de metraje exceden por mucho lo que este relato simplón puede llegar a ofrecer…

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Por Emiliano Fernández

Nota: La siguiente crítica incluye spoilers.

Otra que MacGyver: con un destornillador te resuelve una emergencia.

No hay nada más aterrador que un miedo real, y no hay miedo más real que el error humano. No hace falta que haya ni un terrorista ni serpientes en un avión. Eso es lo que propone con mucha inteligencia y virtuosismo narrativo El Vuelo. Aquí Zemeckis se basa en casos reales de aviones que tuvieron el mismo tipo de falla mecánica que la que sufre el vuelo al mando del Capitán Whitaker. Lo que más asusta de esta película no es el hecho de que un avión se estrelle, sino todo lo que puede llevar a que eso suceda. Porque una cosa es que una pieza falle de repente por un motivo ajeno a su fabricación o a su correcto mantenimiento y otra cosa es que falle por negligencia humana, como es este el caso. Y eso es lo más real de esta película: que cuando uno la ve y coteja con los incidentes verdaderos de aviones que tuvieron el mismo problema, -una pieza del estabilizador del avión deteriorada que termina de desgastarse- se da cuenta de que no hay nada de ficción en el film de Zemeckis. Las piezas fallan porque los encargados de su mantenimiento miran para otro lado hasta que sucede un accidente. Así como también es una realidad que cada vez que uno toma un vuelo está poniendo su vida en manos de un profesional del que no sabe absolutamente nada, excepto que confía en que tiene la capacidad para estar en ese puesto. Y que está sobrio, claro. Cosa que no hay que dar por sentada, créanme; no hay nada de ficción en eso tampoco. Zemeckis saca los trapitos al sol sobre la corrupción detrás de la aviación comercial y la falta de controles, como lo hizo antes Enrique Piñeyro con Whisky Romeo ZuluFuerza Aérea Sociedad Anónima.

En la escena que tiene lugar dentro del avión, desde el despegue hasta el choque, Zemeckis toma un compromiso de realismo con el espectador, quien, una vez que entra al avión, no sale hasta que es rescatado como si fuese un pasajero más, luego del desastre. No hay ningún plano exterior del avión mientras cae en picada con grandes efectos especiales, como sí lo habría en una película convencional sobre aviones. Pero ésta no lo es. Por eso logra descolocarnos continuamente como espectadores y, cuando creemos que va a ir por un lado –como en la audiencia final cuando pensamos que Whitaker va a inculpar a su compañera de trabajo-, toma otro camino que escapa a la convención.

Con una banda sonora a puro rock, que incluye los temones “Gimme Shelter” –a esta altura un lei motiv en el cine de Scorsese-  y “Ain’t No Sunshine”, utilizado en Un lugar llamado Notting HillMunich, entre otras, vivimos la adrenalina del protagonista, interpretado por un sublime Denzel Washington. Creo que podrían contarse con los dedos de la mano los actores que, con sus propios tics y gestos, lejos de arruinar una actuación, la personalizan. Denzel es el caso. Domina cada uno de sus gestos –sobre todo los que hace con la boca- y les da el uso adecuado en cada una de sus películas, lo que funciona perfecto en cada escena, haciendo de eso una marca gracias a la cual lo reconocemos en el fondo de sus personajes, pero sin dejar de sorprendernos por la verosimilitud de cada una de sus actuaciones.

El Vuelo muestra la corrupción de las aerolíneas, la complicidad de los sindicatos y la desidia de los dueños de las compañías. Todo mostrado con mucha humanidad, realismo y cotidianeidad. Sino fíjense en el pequeño detalle de cuando a la presidenta de la comisión investigadora de la NTSB no le funciona el control remoto para darle play a un clip en plena audiencia y debe pararse a hacerlo manualmente desde otra computadora. Pasa en la vida, pasa en El Vuelo.

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Por Elena Marina D’Aquila

Una experiencia religiosa.

Gracias a Dios por Robert Zemeckis. Siempre su cine tuvo una interesante faceta religiosa. Sin embargo, fue a partir de La Muerte le Sienta Bien, donde este director empieza a incluir en su cine elementos relacionados con las segundas oportunidades, la redención y los milagros. De acuerdo, el tono era de comedia negra y satírica, pero poco a poco el humor se fue volviendo más serio, y si tenemos en cuenta el lugar que ocupa la religión para Forrest Gump (antihéroe creyente) o la disputa entre creencia divina y ciencia en Contacto, nos vamos dando cuenta que el “tema” destino versus fe, que el azar no existe y todo pasa una razón “misteriosa” forma parte de la ideología del director, que desde Volver a Futuro confía en que los accidentes no existe, e incluso el amor puede ser planeado. Sin embargo, Zemeckis fue internándose cada vez menos en la ciencia, y más en la fantasía o filosofía más básica. No por nada Naúfrago, no es solo una historia de supervivencia, sino una lección moral sobre nunca perder la fe ni la esperanza.

Después vino la trilogía “caption motion” que posiblemente, se haya tratado del mayor paso en falso de su director, donde las convicciones religiosas de Zemeckis se confirman con dos cuentos que celebran los íconos navideños en gran expresión (El Expreso Polar, Los Fantasmas de Scrooge) y una tercera obra, donde los protagonistas – a pesar de ser escandinavos – se guían por los dioses (Beowulf). No es que yo rechacé el “caption motion” de Zemeckis, de hecho las tres películas -especialmente Beowulf- me han gustado bastante. Pero lo cierto es que eran obras que el mismo director con actores de carne y huesos hubiese convertido en películas mucho más vívidas y menos artificiales. Quedó claro tras el fracaso de Marte Necesita Mamás, que esta es una tecnología a la que todavía le falta desarrollarse mejor. Aún así, si todavía le tengo fe a esta herramienta audiovisual es gracias a Las Aventuras de Tintín y el sabio uso que supieron darle Spielberg/Jackson  para la adaptación de las novelas de Hergé.

Volviendo a Zemeckis, el estreno de El Vuelo nos muestra el perfil más evangelista del realizador. Seguramente el guión de John Atkins en manos de otro director se hubiese convertido en una película para televisión más, o en esas obras financiadas por la Iglesia Universal (como la saga Left Behind con Kirk Cameron). O sea, el elemento eclesiástico está presente en toda la obra. Teniendo en cuenta las convicciones religiosas de su protagonista, Denzel Washington, no quedan dudas porque eligió este proyecto. Se trata de una historia que condena todo tipo de vicio (llámese alcohol, marihuana, cocaína, heroína, sexo promiscuo) de la forma más obvio y didáctica posible. Acaso la inteligencia de Zemeckis es que esto esté escondido y tenga una sutil inferencia. Pero si nos fijamos en los detalles, no es en realidad la gran habilidad del protagonista lo que lo salva de morir, sino en el hecho de que cada vez que está en peligro hay una “intervención” divina, llámese el rezo de algún compañero, un “Dios mío” librado supuestamente al azar, o la presencia de alguna iglesia o panfleto evangelista. Son detalles que construyen el mensaje de la historia. Para salvarse, es necesario tener fe y creer.

Claro, que un maestro de la narración como Zemeckis hace magia, pilotea la trama, le da ritmo, suspenso, intriga, incorpora numerosos elementos humorísticos (prestar mucha atención al “dealer” de John Goodman, pensar que representa a partir del tema que su director elige para presentarlo en escena, acá la sutileza ya no existe).

El Vuelo – ya su título tiene una metáfora evangelista – es una película intensa, atrapante, que conmueve gracias a que detrás de cámara se ubica un autor, un hombre que ha sabido entretenernos como los mejores cineastas de la década clásica, ocultando sus convicciones con inteligentes símbolos visuales. Zemeckis siempre fue un detallista de la puesta en escena y sabe como incorporar la redención de manera que sea parte de la coherencia del film y no como un simple panfleto. Pero esto no oculta que lo sea. Hay numerosos puntos en común entre los personajes del El Vuelo y Forrest Gump o Naúfrago. Especialmente las analogías entre  Nicole y Jenny. No solamente porque ambas sean adictas, sino incluso en la forma en que irrumpen y salen constantemente de la vida del protagonista.

Aún con sus golpes bajos, sentimentalismo más clásico y moralina mediante, El Vuelo es también una película que confirma el talento de su realizador para llevar adelante una historia con transparencia e inteligencia. Las soberbias actuaciones de un convincente Denzel Washington – demostrando su versatilidad para hacer creíbles las situaciones más críticas del personaje-, la siempre maravillosa y sensible Kelly Reilly (ver Eden Lake) acompañados por grandes secundones con Bruce Greenwood, Don Cheandle, Melissa Leo (en una pequeña pero esencial participación) y el gran John Goodman poniendo la cuota de humor, consiguen un película destacable, más allá del mensaje y la propaganda religiosa lateral.

Bienvenido Zemeckis, nuevamente, a la tierra de los mortales.

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Por Rodolfo Weisskirch

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