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CRÍTICAS - CINE

La Chica del Sur

La Chica del Sur (Argentina, 2012)

Dirección y Producción: José Luis García. Guión: José Luis García y Jorge Goldenberg. Con: Lim Sukyung, Alejandro Kim. Distribuidora: Lat-E. Duración: 94 minutos.

La flor, su aroma y sus espinas

Un viaje inesperado llevó a José Luis García a participar del Festival Mundial de Jóvenes y Estudiantes, evento financiado por la Unión Soviética y realizado en la ciudad de Pyongyang, Corea del Norte, en el año 1989. Quién originalmente debía estar ahí era su hermano que, por cuestiones personales, tuvo que cederle su pasaje. El lema del festival era “¡Por la solidaridad antiimperialista, la paz y la amistad!”. En él, distintas delegaciones socialistas del mundo se manifestaron en contra de la división del territorio Coreano, acontecimiento que García pudo captar con su cámara Super VHS y cuyas imágenes constituyen la primera parte del documental. Allí, de forma igualmente inesperada, tomó conocimiento de la existencia de Lim Su-kyong, una joven surcoreana, estudiante y militante pacifista que, pese a la prohibición impartida por el gobierno de Corea del Sur, participó del evento, anunciando en una conferencia de prensa su decisión de cruzar la línea divisoria contra todo orden establecido.

La apodaron “la flor de la reunificación”, y su aroma García lo define “a libertad”. Si bien no pudo ser testigo del hecho anunciado, ya en Buenos Aires y fascinado por lo que esta chica generó, supo mantenerse informado de todo lo acontecido con posterioridad a su regreso. Lim Su-kyong cumplió con su palabra y, una vez pisado el suelo Surcoreano, fue detenida y condenada a diez años de prisión, de los que cumplió tres, liberada de forma condicional.

Tras veinte años, José Luis García no pudo dejar de pensar en esa joven y su arriesgada hazaña. Mediante distintos medios de comunicación en la web supo de su liberación, que unos años después tuvo un hijo al que perdió de manera trágica en un accidente acaecido durante una excursión escolar, y que al presente se dedica a la docencia en la misma universidad donde terminó sus estudios de Periodismo tras salir de prisión. Conmovido y evidentemente enamorado por la fuerza de esta mujer, decidió comunicarse vía mail con ella para comunicarle sus intenciones de realizar un documental sobre su vida y preguntarle si estaría dispuesta a recibirlo en Seúl, su lugar de residencia, para filmarla y entrevistarla. Aceptada la propuesta, García se embarcó nuevamente en un largo viaje a Corea, esta vez del lado sur, junto a su amigo coreano Alejandro Kim para que oficiara de traductor.

Buscar la flor sin aceptar sus espinas es de una gran ingenuidad. Pero las espinas no la privan de su belleza ni de su aroma: hay que comprenderlas como parte de su compleja esencia. Tal como ocurre con Arredondo en su documental SibilaLa Chica del Sur pareciera desviarse de su motivación inicial para convertirse en un diario de viaje que dice mucho más de su autor que del personaje que busca retratar. Su inmensa admiración por Su-kyong lo lleva a transitar un camino de encuentros y desencuentros, incomodidades y familiaridades, hasta dar forma a una historia de amor en un tira y afloje constante. La flor muestra sus espinas pero busca ser admirada y reconocida no como una contradicción, sino como una lógica que responde a su realidad. En Seúl algunos habitantes parecieran temer hablar de ella mientras que otros siguen recordando su valentía. Pero el debate político termina ocupando un lugar secundario ante el peso de la distancia que Su-kyong impone entre ella y el documentalista, aunque por momentos accede a quebrarla para mostrar sus espacios más íntimos. No le agrada que la filmen debatiendo con un colega pero los invita a cenar a la casa de sus padres, sin resquemor a que registren cada momento de la velada.

Luego de varios días, de idas, venidas y ariscos encuentros, la entrevista se resuelve de forma tibia: 12 preguntas vía mail a las que Su-kyong contesta con escasas palabras. Finalmente, García y Kim, tal vez algo frustrados, regresan a un Buenos Aires que ya no parece tan disímil de aquella lejana ciudad, enfatizando la idea mediante la captura de distintos negocios coreanos del barrio. Pero como si un círculo perfecto se trazara, de la misma forma en que comienza el documental, con aquel viaje imprevisto para su realizador, es Su-kyong quien esta vez lo sorprende con una inesperada visita a la Argentina. Con la excusa de cerrar lo que quedó pendiente, se lleva a cabo una entrevista frente a cámara que acentúa aun más su esquiva naturaleza y la compleja relación establecida entre ambos, en una escena que oscila entre la comedia y la melancolía. Pero el viaje de Su-kyong tiene un motivo aun más fuerte. Esta flor, esta valerosa y reunificadora flor, pareciera buscar deshacerse de toda espina frente a las frías costas del sur de nuestro país, tal vez tratando de reunificar una división imposible, antinatural: la de ella y su pequeño hijo que, antes de partir, llevaba en su mochila un solo libro, casualmente titulado “Cómo sobrevivir en el Polo Sur”.

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