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CRÍTICAS - CINE

La Plegaria del Vidente

La Plegaria del Vidente (Argentina, 2011)

Dirección: Gonzalo Calzada. Guión Original: Carlos Balmaceda basado en la novela La Plegaria del Vidente. Guión Adaptado: Gonzalo Calzada, Fredy Torres, Martín Joab. Elenco: Gustavo Garzón, Valentina Bassi, Vando Villamil, Juan Minujín, Fabio Aste. Producción: Horacio Mentasti, Esteban Mentasti. Distribuidora: Duración: 100 minutos

La puteada argentina

Tomando como base el caso real de El Loco de la Ruta -un asesino serial de prostitutas que perpetró sus crímenes en la ciudad de Mar del Plata a fines de la década del noventa-, La Plegaria del Vidente es una película de género que responde claramente a las características del  policial negro.

Su protagonista es el Vasco Bilbao (Gustavo Garzón), un policía endurecido por la experiencia, alcohólico, desesperanzado y atormentado por la muerte de una hija. Como aliados tiene a Riveros (Vando Villamil), un sombrío periodista de policiales; Mauro Bramuglia (Juan Minujín), un joven no vidente que quedó ciego luego de intentar cortarse los ojos con un bisturí cuando era chico; y Natalia Soler (Valentina Bassi), una médica forense. Para conformar un cuadro general más amplio, también hay policías corruptos que ocupan altos cargos, entre los que se encuentra “el Alemán” (Rodolfo Ranni).

Cuerpos de prostitutas golpeadas y mutiladas empiezan a aparecer al costado de la ruta, reabriendo historias pasadas mediante un caso que, cuanto más se acerca a la verdad, más se enturbia. La película se va armando mediante un montaje acelerado de imágenes violentas, que responden a las visiones que Mauro tiene de los ataques; el relato en off de Riveros que nos brinda algunos datos del pasado; y la relación que hay entre el Alemán y Bilbao, mientras seguimos los pasos de éste último durante la investigación a través del costado más sórdido de la noche y la prostitución marplatense.

Pero hay algo en su mezcla de películas, estilo El Coleccionista de Huesos de Phillip Noyce, y la casi payasesca utilización de la puteada argentina -muy del cine policial autóctono de la década del ’80-, que vuelve a La Plegaria del Vidente fallida e inverosímil. Tampoco ayudan las actuaciones, que parecieran debatirse entre una forma y otra de interpretación.

Gustavo Garzón se carga hasta donde puede un personaje que, por momentos, le sienta justo y, a veces, lo desborda en sus clichés –en especial en las escenas de persecución, confusamente montadas-. A la que resulta imposible creerle es a Valentina Bassi, que no deja de pasar letra cuando habla, haciendo casi perceptibles los signos de puntuación escritos en el guion; lo mismo sucede con las actrices que interpretan a las prostitutas. Rodolfo Ranni, por su parte, hace de Rodolfo Ranni.

Más allá de las obviedades que se le puedan adjudicar a una película de género, si no cree en ella misma, en el universo que transita, es casi imposible que no caiga, aunque sea por instantes, en el ridículo. Eso sucede con La Plegaria del Vidente, que no se cree ni sus puteadas.

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