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CRÍTICAS - CINE

La Vieja de Atrás

La Vieja de Atrás (Argentina, Brasil, 2010)

Dirección y Guión:  Pablo José Meza. Producción: Pepe Salvia, Pablo José Meza, Natacha Rebora. Elenco: Adriana Aizemberg, Martín Piroyansky, Atilio Pozzobon, Marina Glezer. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 115 minutos

Para el desarrollo de la trama Meza ha elegido tres elementos para contar esta historia sencilla y mínima: Un guión costumbrista y sencillo, repleto de vueltas inteligentes (Mejor Guión en la 38vo Festival Iberoamericano de Gramado 2010), digno heredero de las novelas de Manuel Puig, las actuaciones de los dos protagonistas que logran retratar la enorme distancia que hay entre ellos, pese a la cercanía física de los espacios cerrados; y  varias secuencias de imágenes, escenas carentes absolutamente de guión y con pocos elementos. Podría decirse que son postales sociales  y  urbanas o haikus visuales que muestran la cotidianeidad en la cual se mueven los protagonistas.

Al comenzar la película somos testigos de varias escenas que nos situarán en la situación propia de cada personaje.

Rosa (Aizemberg) es una anciana mañosa que vive en una extrema soledad y es quien le propondrá un interesante trato a  Marcelo (Piroyansky), su vecino, un estudiante de medicina proveniente del interior del pais, al cual la vida en la ciudad de Buenos Aires no se le está haciendo nada fácil.

Las situaciones que rodean al personaje de Marcelo son sumamente gráficas con respecto a los obstáculos y  conflictos típicos de aquellos jóvenes que provienen del interior de nuestro país  para poder realizar sus estudios en la gran ciudad.

Buenos Aires, para ellos, representa la fiera que todos quieren acariciar  y que todos necesitan domar.  Entrar en la Capital Federal para un alguien proveniente del interior es como aceptar que sobre él cuelga una soga invisible con un gran nudo que le rodea el cuello y,.que, a medida que las cosas se compliquen, esa soga apretará cada vez más. La fuerza de voluntad puede existir, pero su existencia corre constante peligro cuando la ciudad presenta su silenciosa hostilidad. En esta situación (según el desarrollo del guión y de las éscenas tan claramente gráficas y representativas) se encuentra el protagonista masculino, en un estado de búsqueda de su propia identidad, cultivando su templanza, armando su coraza en un ardiente y doloroso contacto con su soledad. Piroyansky, en mi humilde opinión, no logra desenvolverse satisfactoriamente de acuerdo a la situación de vida que presenta su personaje, no otorga credibilidad, ni logra representar el complicado dilema que el guión contiene para poder ofrecérselo al espectador. En cambio, es un excelente partenaire para las escenas con Adriana Aizemberg, la gran joya de esta película. Su actuación (Mejor Actriz- Festival Iberoamericano de Cine de Huelva 2010-36ta edición) es de una perfección asombrosa. Ha sabido construir un personaje  muy sólido, atípico para el concepto que se tiene de ella. Las partes del guión, que la tienen como protagonista, se deslizan sobre su lengua con una capacidad de oratoria maravillosa, un gran manejo del humor, y una impronta en las facciones de su cara para decir muchas cosas cuando habla, pero sobre todo, otras cosas cuando calla y congela su mirada. En ella la película encuentra su punto de apoyo, su pilar, su gran calidad.

Esta vieja que solo quiere matar a la soledad, que quiere echarla de su vida, prohibirle que se siente a su mesa logra tener momentos de humor memorables y  nada tiene que envidiarle al personaje de Chus Lampreave en La Flor de mi Secreto de Almodóvar.

El film se empieza a percibir denso, con un ritmo demasiado lento, cuando las conversaciones se reducen y solo queda una escena atrás de otra sobre una crisis, poco creíble, del protagonista masculino, hasta  un final completamente previsible.

En resumidas cuentas, y destacando lo positivo, La Vieja de Atrás es una interesante muestra del costumbrismo de la mano de Pablo José Meza.  Y aunque , por momentos, la película, es una linda opción para ver la sobresaliente actuación de Adriana Aizberg quien nos demuestra que con un repasador en la mano, un yeso en el brazo, su cabello peinado arcaicamente, su paso lento de anciana, su desconfianza hacia los supermercados chinos, su visión de la vida, el collar rojo que pierde a cada rato, su obsesión con las persianas y su lengua filosa, puede construir un personaje inolvidable.

Por José María Capristo 

Creatividad se busca

Han pasado diez años, de la llamada nueva ola de cine argentino. Esta ola de realizadores jóvenes en su mayoría provenientes de la Universidad del Cine, se propuso “renovar” la manera de visualizar la sociedad nacional. Se trataba de una mirada más cruda y realista, acorde a los tiempos que corrían. La crisis del año 2001, fue una fuente de inspiración, una motivación para la nueva generación de cineastas saliera a la calle a filmar con lo que tenía a mano, con actores no profesionales, con escenarios reales y una mínima puesta en escena.

Durante un lapso de tiempo este “neorrealismo” argentino influenciado por el cine nacional de finales de los ’50 y principios de los ’60… fue interesante. Los trabajos de Daniel Burman, Adrián Caetano, Pablo Trapero y especialmente Lucrecia Martel llamaron la atención no solo en territorio autóctono sino también en el extranjero.

Tras varios de años de somnolencia, el cine argentino volvía a decir presente. Y no solo triunfaba afuera en festivales, sino que también adentro podíamos disfrutar de cine genérico pero con fuerte impronta nacional, y sobretodo, creíble, verosímil, palpable.

De ahí, el éxito de Nueve Reinas y el legado Bielinsky. Ahora bien, los artistas del neorrealismo como De Sica o Rosselini supieron como renovar su estilo con el correr de los años, adaptarse y dejar atrás el estilo cuando se hizo cansador.

La Vieja de Atrás, es un film que sigue los pasos de este movimiento, lo cual no significa que estamos ante una obra con el nivel de sorpresa y creatividad de aquellos films.

Estamos ante una obra fría, que se fortalece en una observación seudo realista de la vida cotidiana en pleno centro porteño, tomando como ojos de esta “realidad” a dos personajes típicos de vida social contemporánea: una pensionada quejosa (un trabajo monumental de Adriana Aizemberg), solitaria, cuyas buenas intenciones van de la mano del interés de encontrar alguien que la escuche, y apoye en las decisiones cotidianas mínimas que debe tomar, y la de un estudiante de medicina un poco vago, cobarde proveniente del interior del país que se banca sus estudios y departamento siendo volandero y trabajando en un locutorio (Martín Pirayonski). Pronto Rosa y Marcelo, vecinos, terminarán conviviendo en un mismo departamento cuando a Marcelo lo echen del locutorio, y sin plata para seguir pagando el alquiler es tentado por Rosa para que vivan juntos. Él no tiene que pagar un centavo. Solo prestar su oreja y atención.

Pablo Meza (Bs As 100 Km) retrata con bastante verosimilitud el mundo cruel porteño, desagradable, repulsivo y expulsivo, deprimente, en donde se mueven Rosa y Marcelo. También es un acierto que ninguno de los dos personajes sea del todo agradable. Entre el perfil discriminativo y petulante de Rosa, y la estupidez de Marcelo no se hace una.  Tanto las interpretaciones de Aizemberg como de Pirayonski, ayudan a aumentar la verosimilitud de los personajes. El problema de la película está básicamente en el desarrollo de la historia y la puesta en escena.

Sabemos muy bien que de buenas intenciones no se puede hacer una buena película, y aunque un buen elenco la puede hacer más digerible, como este caso, eso no garantiza un material final satisfactorio.

En primer lugar, la monotonía de la acción contagia al espectador, principalmente por la previsibilidad de la puesta de cámara. Los planos simétricos, rígidos y la fotografía no ayudan a lograr el clima perfecto en este sentido. La creación plástica de los encuadres es vaga. A través de la puesta en escena, uno va decodificando cuál va a ser el final de la obra. Con cierta melancolía irónica que nunca toma protagonismo, uno se va preguntando ¿adonde va la película?

Otra vez, el tema de las sorpresas va acompañado de la falta de originalidad en los guiones. Los méritos narrativos de la película desaparecen ante la evolución del patetismo de los personajes y una puesta en escena muy básica. 110 minutos, es demasiado tiempo para sostener las acciones que se suceden, algunas escenas sobre explican comportamientos que ya habían quedados claros en escenas anteriores. La cámara nunca se mueve del lugar, no toma un punto de vista y la narración cae en la monotonía.

Si bien no se trata, a mi criterio de un film fallido, es cierto que deja una sensación de desazón y depresión. Aquel que vive en el centro porteño, sabe lo que es ser expulsado por la ciudad, y de eso trata la obra. Ser expulsado. No pertenecer más.

El problema es cuando esa misma depresión diegética provoca que el espectador termine siendo expulsado del film y no tenga interés de seguir perteneciendo a su relato.

 

 

 

Un crítico enojado, pero un poco arrepentido

Quizás alguno note que esta misma crítica ha sido modificada y (espero) ha bajado el nivel de agresividad que tenía hacia su director, el Instituto de Cine y la película en sí. Esto se debe a que reconozco que muchas de las cosas que había escrito, las hice desde el enojo y no tomando la distancia, que quizás debería haber tomado a la hora de criticar. Lo cual me hace reflexionar, hasta que punto un crítico puede “atacar” una obra. Gracias a algunos llamados de atención me di cuenta que el grado de “enojo” que se manifestaba en las palabras que incluían el texto, habían tocado un límite, y sí muchas de ellas, no eran justificadas. Creo que si uno “ataca” o “defenestra” una película de forma agresiva, esto no le ayuda ni a la película, ni al director, ni al crítico, ni a la crítica en sí. Con esto no digo que cambio mi punto de vista. La película no me gustó e incluyo en esta misma reseña argumentos que espero sean suficiente para justificar mi descargo, pero trate de bajarle el nivel de agresividad. Sigo pensando, sin embargo que el tema de la distribución del cine nacional sigue dando mucha tela para cortar y que los críticos deberíamos ponernos del lado de los realizadores, aun cuando sus obras no nos gusten personalmente. Esa es la razón por la que corté varios fragmentos de la nota original. Espero que nadie le haga caso a esta crítica y cada uno juzgue La Vieja de Atrás con sus propios ojos, y que si le gusta la puedan recomendar. Es difícil hacer cine en argentina y no podemos seguir poniendo palos en el camino, los que estamos adentro del circuito.

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