“Calle 13”
Nos aventuramos en esta ocasión en una película de promesas y de épicas estructuras que vaticinan un nuevo efecto Harry Potter (Saga de Harry Potter; Inglaterra, Estados Unidos; 2001 – 2011), por lo menos desde una perspectiva meramente comercial y de taquilla ya que, si bien no se corresponde con el tipo de relato fantástico del antes mencionado mago, Los Juegos del Hambre, representa (con baja eficacia artística y cinematográfica, eso sí), una crítica social a través de un mundo en cartografía real pero desde la distopía post-apocalíptica, desde un universo autocrático y absolutista que somete, como recuerdo del pasado, a un tributo sangriento de su población y juega con esta como divertimento burgués.
B-13. Debe su nombre éste opúsculo a la francesa obra de parkour y acción Distrito 13 (Banlieue 13; Francia; 2004). Hechos los procesos protocolares para que se entienda de dónde venimos (y hacia dónde vamos), pasamos a la película en sí: Los Juegos del Hambre, al igual que la citada, es un universo en desgracia en donde el que sostiene el emporio hegemónico, cerca microcosmos en pos de un control central en carácter industrial y la división internacional del trabajo. Panem, el país/mundo que rige a los distritos implicados (12 en total más la Capital), luego de una revolución 74 años atrás donde participaron los poblados marginales en rebelión hacia el centro mismo de la cuestión, como acto de represión y control, organiza un evento social que hace las delicias de las clases acomodadas en pos de un divertimento que se corresponde con el lema de “pan y circo”. En el contexto de la represión, La Capital organiza año tras año desde aquel levantamiento, unos juegos a muerte donde participan jóvenes desde 12 a 18 años, siendo escogidos por sorteo y por regiones uno de cada sexo en la totalidad del territorio. Aquí nos encontramos a Katniss Everdeen, una voluntaria de 16 años que se sacrifica por su hermana pequeña (escogida por sorteo imparcial) e ingresa a participar en los juegos en representación de su distrito, junto con Peeta Mellark, el designado de sexo masculino. Ingresar en el mundo de los juegos implica aceptar la muerte desde un inicio ya que en estas participaciones, de los 24 participantes, solo uno sobrevivirá sorteando las diversas etapas que propone la organización. Así, Katniss deberá codearse con figuras importantes de una escena superficial, sortear las distintas etapas de evaluación y combatir a muerte con asesinos despiadados para salir con vida y ganar la contienda mortal.
Batalla Real. Si, exacto, nos referimos a la japonesa Battle Royale (2000, Japón) basada en la novela homónima de Koshun Takami. El porqué de tal referencia va de la mano con la similitud dramática, temática y de las cuestiones relativas a la tensión cinematográfica que ambos filmes/historias generan o, en caso de la última película, pretenden o intentan generar. 24 participantes, es la misma cantidad que tiene un curso promedio de secundaria (casualmente los participantes de El programa de Batalla Real). Jóvenes que deben matarse entre ellos y solo el único sobreviviente será el ganador, otro punto común. El tipo de gobierno de ambas historias es exactamente igual, así como también la modalidad de ejecutar su poderío. Los protagonistas de ambos filmes se corresponden a la calificación de marginales de la sociedad. La historia de amor dentro de la inminente guerra, donde la moralidad es olvidada e impera la ley de la selva. ¿Plagio? Léase la historia sin fin.
Excuse moi. La justificación de los dramas suele generarse a partir de una linealidad progresiva que deriva en curvas, saltos, ganchos y giros. Esto, acompañado de una psicología fuerte, en términos de personaje, produce la empatía tan buscada a la hora de emprender una obra de las características de la épica juvenil. Los Juegos del Hambre parece no enterarse de una fórmula básica y acude a todos los clichés del género como desarrollo del cuentito. Entonces, ¿Dónde se apoya este grand filme malade en nociones de Truffaut? En la siempre salvadora fotografía y juegos ópticos de técnica y dirección, así como en el desarrollo de un arte que se impone fuerte e incuestionable. Siempre recordaremos que la excusa gráfica y óptica debe ir acompañada de hilos que sostengan una carga emocional y estructural, que el conjunto es basamento y el resto es decorado, que el cómo es más que el qué en sí mismo.
Los Juegos del Hambre es más desde el planteo pero es menos desde su aplicación. Si nos proponemos generar efectos de público y taquilla, debemos hacerlo respetando aquellos que se constituyó en lo primigenio, el error del pasado como la solución de un presente/futuro. No es cuestión de olvidarse. No es de caballeros la abolición del pasado, Xi Huang Ti cayó tras su propio intento de sobrescribir las fuertes líneas de la historia. Los Juegos del Hambre pretende y, con propósito, transitar los caminos ya recorridos sin otorgar nada al universo del que se mofa, y cae y se condena por palimpsesto, por desmerecer lo ya realizado, por repetir el efecto, por robar el crédito a algo que probablemente sea similar a su propia existencia.