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CRÍTICAS - CINE

Mátalos suavemente (Killing Them Softly), según Juan Ferré

Politizado a la fuerza.

Andrew Dominik, director y guionista de Mátalos suavemente, es un talentoso realizador que ha tenido suerte con la crítica especializada aunque el público general no le haya mostrado tanto apoyo. Empezó con Chopper, en 2000, un filme sobre un legendario criminal basado en su propia autobiografía que escribió mientras estaba en prisión. Siete años después, adaptó otra novela para llevarla al cine: El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, otra película halagada por la crítica, pero que curiosamente fue un rotundo fracaso en la taquilla.

Los 15 millones que recaudó contra un presupuesto que doblaba esa cifra se transformó en uno de las decepciones más grandes para los productores de Hollywood en la última década. Su historia, de más de dos horas y media de duración, pero con un elenco estelar liderado por Brad Pitt y Casey Affleck y secundado por Jeremy Renner, Sam Rockwell, Sam Sheppard y Marie Louise-Parker llego incluso a ser nominada para numerosos premios, entre los que se encontraban dos Oscar, pero nada pudo hacer repuntar su magra recaudación.

Con Killing Them Softly, Dominik decidió hacer un trabajo más austero, no solo desde el punto de vista del presupuesto (que no superó los quince millones esta vez) sino también desde el aspecto visual, sin la premiada fotografía de Roger Deakins ni los planos con aspiraciones de poesía. Esta nueva propuesta protagonizada nuevamente por Brad Pitt tiene muchos contactos con la reciente Sie7e Psicópatas: ambas nos meten en el mundo de los gangsters, los asesinos y los criminales, pero son filmes en donde el relato está mucho más centrado en las conversaciones entre los personajes que en las cosas que les van sucediendo. En las dos películas nos encontramos con asesinatos y venganzas, pero no son las escenas de acción las preponderantes.

Aquí el cuento es muy simple: dos ladrones de poca monta toman la equivocada decisión de robar un juego de poker y los damnificados toman medidas enviando a un asesino a sueldo (Brad Pitt) a ajustar las cuentas. Sin embargo, las cuentas serán precisamente algo muy importante para el relato, ya que lo que Dominik decide agregar a la novela (escrita en los setenta), es todo un marco relativo a la crisis financiera norteamericana que se vislumbra no solamente en la gran cantidad de audios de radiales o televisivos de discursos de políticos estadounidenses que van apareciendo entre escena y escena, sino también en los curiosos diálogos entre Brad Pitt y el representante de quien lo contrató, interpretado por el gran Richard Jenkins. Esas conversaciones que transcurren casi siempre dentro de un auto, son probablemente lo más jugoso que tiene un filme que se apoya fuertemente en la narración dialógica. Es en esas discusiones en donde Dominik puede hacer presente toda su crítica y su visión sobre la crisis económica. El elenco, encabezado por Pitt, James Gandolfini, Ray Liotta, está en buena forma y la participación de Ben Mendelsohn y Scott McNairy (que conforman una gran dupla, uno nervioso y saltarín y el otro adicto a la heroína y, por ese motivo, lento, muy lento) como los desafortunados ladrones aporta al filme una cuota de calidad aún mayor.

La dirección es algo inestable: todo en la ciudad en donde transcurre la historia es feo y se filma para ser aún más feo. Una ciudad pobre en donde las locaciones elegidas son patios abandonados, espacios debajo de autopistas, garitos sin nada de glamour, casas de chapa y una lluvia que todo lo cubre. Dominik filma en cambio los asesinatos con música clásica de fondo, en cámara lenta y con una iluminación y fotografía que se destacan entre tanta desolación visual. Por otra parte, su idea de apuntar hacia un costado político enmarcado en la crisis cumple con su propósito a medias, porque la manera en la cual ese contexto se ve reflejado en la pantalla (discursos oídos al pasar o de fondo en una escena que no tiene mucho que ver y sobre los cuales nadie se detiene) parece un tanto caprichosa y poco imaginativa. En cambio, sí funciona cuando los discursos políticos salen de la boca de los protagonistas, en donde por momentos podemos hallar rastros de humor negro muy sutil que resultan muy interesantes.

Mátalos Suavemente se presentó en Competencia Oficial en el pasado Festival de Cannes y compitió con algunos otros títulos en cartelera en este momento como Cosmópolis, Un Reino Bajo la Luna y Los Ilegales, y el filme galardonado finalmente fue Amor, de Michael Haneke, que se exhibió también la semana pasada en la IV Semana Del Cine Europeo que se llevó a cabo en el Gaumont.

calificacion_3

Por Juan Ferré

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