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CRÍTICAS - CINE

Máxima Precisión (Good Kill)

(Estados Unidos, 2014)

Dirección y Guión: Andrew Niccol. Elenco: Ethan Hawke, Bruce Greenwood, January Jones, Jake Abel, Dylan Kenin, Stafford Douglas, Michael Sheets, Zoë Kravitz, Ross Shaw, Peter Coyote. Producción: Andrew Niccol, Mark Amin, Nicolas Chartier y Zev Foreman. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 102 minutos.

Asesinatos a distancia.

A esta altura del partido resulta imposible negar que la extraordinaria Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2008) marcó a fuego a gran parte de las películas bélicas posteriores, ya sea que consideremos la perspectiva elegida para analizar las invasiones imperialistas de nuestros días (hablamos de un relativismo ideológico que señala continuamente las múltiples paradojas del caso) o el tópico/ entonación principal (de a poco se fue dando un proceso en el que la heroicidad de antaño dio paso a un magma cinematográfico dominado por la monotonía del flujo laboral de unos soldados símil administrativos). Una y otra vez estas “guerras” ponen en primer plano la doble moral del burócrata que se sabe homicida.

Por suerte en Máxima Precisión (Good Kill, 2014), el realizador y guionista Andrew Niccol toma como base la obra de Kathryn Bigelow y nos devuelve aquella claridad discursiva de sus mejores opus, Gattaca (1997) y El Señor de la Guerra (Lord of War, 2005), ofreciendo otro retrato interesante de los recovecos más sucios de la sociedad actual. El neozelandés sigue obsesionado con un planteo formal basado en alegorías y restricciones autoimpuestas, las cuales en esta coyuntura vuelven a estar direccionadas hacia el análisis del militarismo estadounidense. Hoy es el Mayor Thomas Egan (Ethan Hawke), un piloto de drones, el encargado de asesinar a distancia y someterse a los tristes caprichos de las cúpulas de turno.

De hecho, el cineasta contrasta todo el tiempo la uniformidad y el enorme aburrimiento que sienten los responsables de controlar las naves, en sus tareas cotidianas de vigilancia o bombardeo, con los “sentimientos encontrados” en torno a la generosa cantidad de civiles que dejan tendidos en el suelo bajo el concepto de “daño colateral”. Niccol utiliza con perspicacia el andamiaje del drama de crisis existencial para escapar a cualquier imposición vinculada al thriller de acción clásico, alternando el centro de mando (en esencia containers localizados en las cercanías de Las Vegas) y la vida familiar de Egan (su alcoholismo, fatiga y temple autista conforman la contracara de una esposa cariñosa y un hogar modelo).

Aquí los dardos más ponzoñosos van dirigidos a la falta de escrúpulos de la CIA, la entidad que a comienzos de esta década pasó a suministrar los blancos y monopolizar las decisiones finales en materia de “ataques preventivos” en todo Medio Oriente y regiones varias de Asia y África, aun luego del impacto de los misiles: desde ya que los eufemismos esconden masacres cobardes durante la recolección de los cadáveres o el entierro de los mismos, sin el más mínimo apego a la ética o a la legislación internacional. Si bien el film a veces peca de ombliguista y amenaza con perderse en el limbo psicológico del protagonista, Niccol logra rescatarlo rápidamente y así edifica un alegato sutil en favor de la dignidad humana…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

 

Desiertos yuxtapuestos.

La moral bélica necesita de una contraparte progresista que la critique, así funciona el complejo inconsciente colectivo norteamericano. A través de la dialéctica, vemos tanto las críticas como la defensa de una cultura que se apuntala en su guerra permanente. En Máxima Precisión (Good Kill, 2014) esta premisa se actualiza en el desierto de Nevada. Allí, un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea Norteamericana maneja remotamente drones que atacan posiciones en distintos lugares del mundo para “defender” la democracia y los intereses de Estados Unidos.

El Mayor Thomas Egan controla estas naves desde la seguridad de su cabina y anhela la adrenalina de pilotar un avión real y volver a sentir el miedo de estar surcando los cielos. Su insatisfacción con su trabajo lo lleva hacia el abuso de las bebidas alcohólicas y a una ensoñación constante, incluso estando presente con su familia. La situación empeora cuando la Agencia Central de Inteligencia se involucra en las misiones y solicita la eliminación de varios presuntos terroristas sin medir los daños colaterales.

La película de Andrew Niccol, director de Gattaca (1997) y El Precio del Mañana (In Time, 2011), trabaja todos los pruritos progresistas sobre la guerra para crear una obra despareja situada cerca de Las Vegas, una ciudad que funciona como bastión paradigmático de la sociedad de consumo norteamericana. En la cabina, la copiloto defiende una posición progresista mientras que los otros dos pilotos sostienen la defensa de los ataques preventivos y de la política pro belicista.

La contradicción más grande se produce cuando el equipo, en una de sus misiones de vigilancia, presencia una violación y no puede hacer nada al respecto. Máxima Precisión plantea de esta manera la responsabilidad moral en contraposición a la rigidez marcial del ejército y la necesidad de acatar las órdenes. Mientras que aparentemente el imperturbable Egan se desmorona psíquicamente en el desierto de Nevada, los ciudadanos de Afganistán, Yemen y el resto de los países de Oriente Medio que parecen amenazar la seguridad de Estados Unidos sufren la vigilancia de los drones y las bombas que pueden caer en cualquier momento.

Sin demasiado vuelo, la película no logra escaparle a los lugares comunes ni a los golpes bajos poco eficaces para representar una historia sobre los traumas post bélicos y las decisiones morales en tiempos de guerra, que falla a la hora de generar una visión novedosa o al menos interesante. Las buenas actuaciones levantan bastante el relato pero la elección de un guión demasiado moralista -que ni siquiera llega hasta las últimas consecuencias de sus propias proposiciones y juicios de valor- se pierde en los desiertos yuxtapuestos que se yerguen baldíos de una síntesis.

calificacion_2

Por Martín Chiavarino

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