Meryl Streep: leyenda viva
Siempre se dice que “toda regla tiene su excepción”, que generalizar es algo banal y que no siempre ocurre lo mismo a las todas personas que comparten ciertas características. El cine sirve para fundamentar esta afirmación.
Veamos la hipótesis. Una leyenda macabra de Hollywood dice que las actrices tienen fecha de vencimiento, un tiempo de utilidad. Que cuando pasan los cincuenta y pico, se les acaba la pila, la pantalla grande les da la espalda y tiene que relegarse a hacer participaciones especiales o protagonizar series televisivas. Que en el cine las mujeres envejecen el doble que los hombres y que debe interpretar estrictamente a abuelas o algún familiar secundario del protagonista cuando inician su tercera edad. Sissy Spacek, Glenn Close, Susan Sarandon y otras lo saben y sufren. Tracey Ullman, un poco más joven que las mencionadas, pero igual de padeciente, le reprocho graciosamente en un evento a una señora que acapara todo los papeles de mujer de edad. Meryl Streep no tuvo más remedio que reírse.
Nace una estrella
Considerada por muchos críticos como la mejor actriz viva del mundo, este hito nacido en New Jersey en 1949 ha sabido establecerse, a fuerza de talento y profesionalismo, como una artista respetada por todos.
Inspirada por Katherine Hepburn (quien siempre la trató despectivamente por las comparaciones que hacían los expertos en cine) y Bette Davis, su oficio floreció cuando era muy chica siendo el hazme reír de su familia de descendencia irlandesa, suiza, inglesa y alemana. Tras terminar el secundario, ganó una beca en la escuela de arte dramático de la Universidad de Yale.
Estrenó en Broadway con una compañía creada con amigos de los estudios y empezó a hacerse respetar en esa avenida neoyorquina. Estuvo nominada a un Tony por Recuerdos de Dos Lunes, lo que la ayudó a conseguir un par de papeles más sobre las tablas.
Con vistas a los estudios de filmación, empezó a hacer pruebas para roles cinematográficos. Intentó ser la enamorada de King Kong, pero perdió con Jessica Lange porque el director la consideraba “fea”. En esa época estaba comprometida con el actor John Cazale, quien pereció tiempo después tras batallar contra un cáncer de huesos. Antes de fallecer, compartieron trabajo en El Francotirador, donde era la mujer que se disputaban Robert De Niro y su pareja en la vida real.
La nominación al Oscar llegó y pasó de largo esa vez. Quién iba a decir que esa delgada rubia se iba a convertir en la actriz más nominada en la historia de ese galardón.
Meses después de la muerte de Cazale, Streep se enamoró del escultor Don Gummer, con quien está casada desde fines de 1978 y tuvo sus cuatro hijos.
El gran ascenso
Holocausto fue la miniserie que la llevó por primera vez a la televisión. Si bien el material no era bueno, ella aceptó para ganar dinero. La ficción tuvo mucha repercusión y la terminó elevando al reconocimiento público. Fue honrada con un Emmy por su labor.
A partir de allí, su carrera comenzó a subir sin parar. Directores como Woody Allen y Robert Benton la convocaron. Éste último la contrató para Kramer vs. Kramer, personaje que casi rechaza porque consideraba que su parte no representaba a las mujeres. Tanto el cineasta y el protagonista, Dustin Hoffman, estuvieron de acuerdo y revisaron el guión.
Éste trabajo es un ejemplo de la precisión con la que Streep encara sus papeles. Desde el punto de vista más metódico, investiga sus personajes, entrevista a personas que atravesaron situaciones parecidas, lee sobre las temáticas, visita lugares donde trabajan o habitan, etc. En este caso, recorrió los barrios bajos de Nueva York y habló profundamente con numerosas madres para adentrarse en la personalidad de una mujer divorciada peleando por la custodia de su hijo. Tanta tenacidad le valió su primer Premio de la Academia.
Su próximo rol fue el de La Amante del Teniente Francés, film que la transportó al siglo XIX junto a Jeremy Irons. En 1982, poco tiempo después de rodarla, filmó la que para muchos es su interpretación más notable: La Decisión de Sophie, una compleja historia dirigida por Alan J. Pakula en la que Meryl personifica a una sobreviviente del Holocausto que encuentra refugio en un hombre violento. La progresión dramática de la actuación dejó a todos con la boca abierta, sobre todo por la escena final que da nombre a la cinta.
Con su segundo Oscar en la mano, Streep se asentaba como una figura imparable. Silkwood fue el siguiente drama en el que participó, donde se narraba la lucha de una mujer contra la fábrica nuclear donde trabajaba por los daños que producía en la salud de los trabajadores. Fue la primera vez en que se ponía en la piel de una persona que existió, lo cual la llevó a visitar la ciudad y conocer a los amigos de la mujer en que se basaba.
Tras un par de comedias, Meryl aceptó el desafío de protagonizar con Robert Redford África Mía, la historia romántica entre una mujer dinamarquense y un cazador. La historia tuvo éxito inmediato y logró aún más laureles para la ya consagrada estrella. Con el tiempo, se convirtió en una de las historias románticas más recordadas por el público femenino.
En 1987, el argentino Héctor Babenco la dirigió en El Amor es un Eterno Vagabundo, donde era la mejor amiga de Jack Nicholson, con quien bebía y cantaba en un bar para olvidar los fantasmas de sus pasados que los acechaban.
Uno de los últimos proyectos de la década de 1980 fue Un Grito en la Oscuridad, película que la tuvo como protagonista de una gran polémica. La razón es que aceptó hacer de Lindy Chamberlain, acusada de asesinar a su hija. A pesar de las persecuciones y ser víctima de una guardia periodística en la casa donde residía mientras filmaba en Australia, el producto final dejó satisfechos a todos y hasta recibió premios en ese mismo país.
Decidida a agrandar más la variedad de papeles que podía interpretar, eligió hacer Recuerdos de Hollywood, basada en la autobiografía de Carrie Fisher, una fuerte historia de excesos y depresión, donde su madre, Debbie Reynolds, era interpretada nada menos que por Shirley McLaine.
Streep estuvo a punto de ser la mejor amiga de Goldie Hawn en Thelma y Louise, pero debió dejar el papel por su embarazo. Trabajaron finalmente en La Muerte Le Sienta Bien, de Robert Zemeckis (Volver al Futuro y Forrest Gump), en donde son dos enemigas que toman una poción para no envejecer más y juran matarse por un hombre.
Tras dar a luz, participó de La Casa de los Espíritus, sobre la novela de la chilena Isabel Allende. Del mismo modo, protagonizó Río Bravo y se vio obligada a entrenarse físicamente para poder llevar adelante las escenas de remo. Tras finalizar de rodar esa historia, Clint Eastwood le ofreció el guión de Los Puentes de Madison, donde se luce con un perfecto acento italiano, así como uso tonadas neoyorkinas, inglesas, australianas, griegas y alemanas en otras ocasiones.
Años después, interpretó una mujer con una enfermedad terminal en Cosas que Importan, le puso la voz a la novia de Bart en Los Simpsons y a un extraterrestre en Inteligencia Artificial.
Wes Craven, conocido por sus trabajos en el género del terror, la convocó con urgencia para reemplazar a Madonna en el rol de Roberta, una violinista que enseña a chicos conflictivos, en Música del Corazón. Años antes, Streep era una de las firmes candidatas para protagonizar Evita, pero la artista pop le ganó el puesto.
Hora de volver a los dramas intensos. El Ladrón de Orquídeas la sumergió a una psicodélica historia que la convirtió en una escritora que se enamora del narcotraficante sobre el que escribió un libro. El mismo año la tuvo como una de las tres mujeres protagonistas de Las Horas, cinta sobre la muerte de la autora Virginia Wolf y la influencia de su libro “Mrs. Dalloway” durante dos generaciones.
Ángeles en América, una obra de teatro sobre un hombre enfermo de HIV con mucho de fantasía, fue trasladada a la pantalla chica y es considerada una de las mejores miniseries de los últimos tiempos. Meryl trabajó en ella con un elenco formidable: Al Pacino, Emma Thompson, Patrick Wilson, Mary Louise Parker y Jeffrey Wright, entre otros. Las seis partes en la que constó tuvieron alta audiencia y ella ganó su segundo Emmy por personificar desde a un fantasma hasta a un rabino.
En 2004, el teatro Kodak fue el lugar elegido para que el AFI (Instituto Cinematográfico Americano, en inglés) la honrara con su Premio a la Trayectoria. Amigos y ex compañeros de elencos como Eastwood, De Niro, Jack Nicholson, Diane Keaton y Jim Carrey tomaron la palabra para transmitirle su admiración durante la velada.
La remake de El Embajador del Miedo y la adaptación de Una Serie de Eventos Desafortunados, de Lemony Snicket, la comedia pasatista Secretos de Diván y el último rodaje de Robert Altman, Noches Mágicas de Radio, fueron sus siguientes notables labores.
De culto y popular
Un acontecimiento le sucedió a la actriz en 2006. La convocaron para ponerse en los zapatos de Miranda Priestly, la exigente y mal tratadora editora de la revista Runway en El Diablo Viste a la Moda. Un best seller y un elenco atractivo, más la jerarquía otorgada por Streep mantuvieron la película en la cima de las recaudaciones estadounidense. Los productores notaron que la veterana actriz tenía llegada al público más joven.
Ni lentos ni perezosos, los estudios de los tanques hollywoodenses pusieron la lupa sobre Meryl. Mamma Mia! se estrenó con críticas mixtas pero con un éxito arrollador de taquilla, a tal punto de convertirse en la película más vista en la historia de Inglaterra. Años antes, la actriz había visto el musical teatral con sus hijos y algunos amigos de los niños semanas después del ataque a las Torres Gemelas. La historia los inundó de alegría. Emocionada, Streep escribió una carta a los productores de la pieza expresándoles su agradecimiento. Luego, se enteró que todos los miembros de la obra habían fotocopiado el texto y lo habían pegado en sus heladeras. Allí demostró nuevamente sus aptitudes vocales entonando con fortaleza las exigidas canciones del grupo pop. Incluso grabó “The Winner Takes it All”, la más difícil de interpretar, en una sola toma frente a Benny Anderson, líder de la banda.
También durante 2007 cautivó en La Duda, como la feroz hermana Aloysius, la directora de la escuela católica que sospecha que el cura de la Iglesia (Phillip Seymour Hoffman) abusó de un estudiante.
Este año, con sesenta años cumplidos, cifra a la cual no le dio demasiada importancia, se propuso hacer reír a la platea. Resucitó perfectamente a la legendaria Julia Child en la “feel-good-movie” Julie & Julia (ganadora con ventaja en los Globos de Oro de la semana que viene y nominada con seguridad al Oscar por esta actuación), le puso la voz a la esposa del zorro que da vida George Clooney en Fantastic Mr. Fox y estrena este jueves una de las comedias mejor ponderadas del año pasado: Enamorándome de mi Ex, una historia de enredos amorosos escrita y dirigida por la talentosa Nancy Meyers (Alguien Tiene que Ceder), con Alec Baldwin y Steve Martin.
Dramas, comedias, biografías, épicas, románticas, musicales; no hay género que Meryl Streep no pueda abarcar. Y no existe colega que hable mal de ella. ¿La clave? Pasión por el oficio, perfeccionismo en la construcción de sus personajes y respeto y generosidad con sus pares. Como dijo Nora Ephron sobre ella: “Puede interpretar a cualquier persona; es tan gentil que incluso yo la llamo para que haga de mi cuando estoy en un embotellamiento o discutiendo con mi marido”.