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CRÍTICAS - CINE

Mi Familia, Según Rodolfo Weisskirch

Están todos bien

Las reglas del juego están cambiando. La homosexualidad ya no es un tabú, no es un insulto, no es motivo para el chiste fácil… y tampoco es “tema serio para dramas sobre la identidad”. Abran los ojos, estadounidenses conservadores. Los matrimonios entre gente del mismo sexo es algo perfectamente natural y aceptado socialmente. La homofobia está pasada de moda. Toda pareja (no importa el sexo del par) está capacitada para criar chicos.

Y mientras, acá en Argentina el tema del matrimonio y la adopción ya ni necesita discutirse, en el país de la “libertad”, el senado tiene todavía miedo de generar la propuesta.

La excelente repercusión de la serie “Modern Family” y la película de Lisa Chodolenko en cuestión, debería ayudar a que el debate, al menos, se abra a los conciudadanos y les pregunten a ellos… que el pueblo decida si debe existir o no el casamiento gay. Pero no hay lugar más peligroso en el mundo que Estados Unidos para darle poder al pueblo.

Mi Familia es una película con pretensiones de generar debate disfrazada de una comedia dramática familiar bastante clásica y conservadora.

Acá no se discute el rol de la “familia” en la sociedad. Ni se discute si dos personas del mismo sexo pueden o no criar chicos. Lisa Chodolenko de primera da por sentado que la unión familiar (sin importar quienes compongan esa familia) es la base de la educación de los hijos, y que si durante 18 años un matrimonio de mujeres (en el contexto del film, el matrimonio gay es legal en Estados Unidos) pudo criar perfectamente a sus hijos, ¿por qué con la llegada de un hombre adulto las cosas van a cambiar?

Claro, que pueden cambiar si este hombre es un mujeriego seductor sin remedio, pero Chodolenko decide sin ningún tipo de complejo hacer una película feminista en el mejor de los sentidos.

Este cuarto largometraje de la directora californiana confirma que estamos frente a una autora para tener en cuenta dentro del cine “independiente” estadounidense. Hace unos años ya habíamos podido ver (aunque sea en DVD o Cable), la divertida Laurel Canyon con una gran actuación de Frances McDormand, que satirizaba la industria musical y el modus vivendi en California.

Esta vez, Chodolenko pone su ojo en la relaciones familiares y los conflictos de pareja. No es tanto lo que pretende profundizar en cuanto a las “consecuencias” de criarse sin una figura masculina o como es el proceso de la inseminación. Estos temas son secundarios. Mi Familia habla sobre la madurez.

Chicos que deben comprender el mundo que los rodea. Quienes son sus amigos, que es la familia, que es el amor. Pensar en el futuro, pero vivir el presente. Y también habla sobre la monotonía conyugal, de la importancia del diálogo en la pareja y con los hijos. Repito, todo en forma independiente a lo que podría generar “controversia”.

Chodolenko tiene una estética visual invisible, decide darle mayor relevancia a los diálogos que a la estructura narrativa, que no se sale demasiado de los cánones convencionales (la película tiene momentos muy arriba pero también en los típicos conflictos dramáticos previsibles del subgénero familia “disfuncional”). Los personajes son verosímiles, creíbles, respiran y viven fuera de estereotipos. Este es el fuerte de la narración, acompañada de las magistrales interpretaciones de la mayor parte del elenco, que aportan una naturalidad invaluable. Si bien es cierta que los personajes aparecen y desaparecen por episodios, esta irregularidad no le termina quitando ritmo a la historia, y finalmente todo cierra de forma redonda.

Los más jóvenes, Mia Wasikowska y Josh Hutcherson tienen buena química entre ellos, y logran interpretaciones destacadas. Mark Ruffalo, como el donante del esperma logra sus mejores momentos cuando no se toma en serio al personaje. Lo malo, es que tiene un registro actoral un poco limitado, por lo tanto, cuando los personajes de sus películas deben salir del comportamiento pasivo que caracteriza al actor, Ruffalo termina forzando este mismo comportamiento, y la austeridad da paso a reacciones poco creíbles de su parte. Esta película no es la excepción.

Sin embargo, lo que realmente levanta al film, casi a un pedestal y es por lo que realmente, Mi Familia se hizo acreedora a tantos elogios, son las interpretaciones de Julianne Moore y, especialmente Annette Bening.

¿Hay algo que esta mujer no pueda interpretar? De acuerdo, siempre elige personajes de carácter fuerte, y este no es la excepción: Nic es la mujer de la casa, la que trae el dinero, el sostén, la que toma las decisiones importantes y decide que camino debe tomar el resto de la familia. Esta actitud prepotente la califica casi de enemiga, pero pronto las consecuencias del accionar de Paul (Ruffalo) le terminan dando la razón. Y Annette Benning se come cada escena en la que participa: el trabajo de voz, la postura al caminar, la seguridad de cada palabra que dice y cada palabra que se guarda. En una de las mejores secuencias, Chodolenko le otorga un primer plano de dos minutos en silencio, con sonido de fondo solamente que es formidable. Los rumores de Oscar no son en vano (ya se merecía el premio en 2004 por Conociendo a Julia, pero perdió por segunda vez contra Hillary Swank por Million Dólar Baby. Irónicamente cuando fue nominada por Belleza Americana, Swank le ganó por Los Muchachos no Lloran).

También, en un rol más pasivo y tranquilo del acostumbrado se destaca Julianne Moore, aunque el personaje es muy parecido a otros que la actriz ya ha interpretado en el pasado. Lo mejor, es la química que ambas mujeres generan en la pantalla. Es el matrimonio más sincero visto en cine desde Elizabeth Taylor y Richard Burton en Quién le Teme a Virginia Woolf (y ellos eran pareja en la vida real).

A pesar de tener ciertos pasajes dramáticos, Mi Familia es una comedia honesta, para debatir, discutir y reflexionar. Chodolenko logra mantener el humor y un clima positivista hasta el final, con ese agradable cinismo que caracterizaba a Billy Wilder. Lo que se dice una “soul food movie”. Para terminar de una vez por todas con los prejuicios y la hipocresías. Ahora sí, estamos todos bien.

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