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CRÍTICAS - CINE

Mongol

  

 Mongol (Kazakhstan/ Alemania/ Mongolia/ Rusia  2007)

Dirección: Sergei Bodrov Guión: Sergei Bodrov  & Arif Aliyev Producción: Sergei Bodrov, Anton Melnik, Sergei Selyanov Elenco: Tadanobu Asano, Honglei Sun, Khulan Chuluun, Amadu Marmadakov Distribuidora: Alfa Duración: 126 minutos

 

¿Qué tienen en común John Wayne, Omar Shariff y el actor japonés Tadanobu Asano?

Aunque cueste creerlo, los tres, siendo de diferentes nacionalidades y etnias han encarnado al legendario conquistador mongol de fines del año 1100 y principios del 1200, Temudgin, más conocido por su título, Genghis Khan.

Poco y nada aporta el hecho de que la película de Bodrov sea co producción mongola. Se trata de una biopic bastante tradicional dentro del género épico.

La película narra la infancia, adolescencia y primeras conquistas de Temudgin. Hijo de un Khan (jefe de la tribu) asesinado, es obligado a emigrar a los bosques nevados, escapando del lugarteniente de su padre, que solo podrá ser Khan si asesina a todos los descendientes directos. Temudgin crecerá a su propio resguardo, y la de los lobos, confrontando el miedo al trueno, (lo único a lo que le temen los mongoles, porque es señal de que su Dios está enojado) tramando una venganza sobre el hombre que traicionó a su padre y usurpó su posición.

Para darle mayor profundidad al personaje, y no solamente la banal trama de venganza, Bodrov hace hincapié en el perfil romántico y defensor de los valores familiares de Temudgin. El personaje de Borte, su esposa, se convierte es una piedra angular, el sostén psicológico y moral (¿?) del protagonista, quien sobrevivirá a la prisión china, los desiertos, las torturas, en el afán por reencontrarse con su amada, quien irónicamente es la que lo terminará rescatando a él. Será fundamental en su ascenso a Gran Khan, Jamuga, un amigo de la infancia que también se convertirá en Khan, y no tendrá deseos de participar en la campaña unificadora de tribus de Tamudgin, el conquistador, por lo que terminará siendo su enemigo.

Mongol es una superproducción que intercala soporíferos momentos románticos con luchas épicas, dignas de una superproducción de Hollywood, aunque no demasiado inspiradas a nivel visual. Bodrov, en cambio prefiere darle énfasis a los hermosos paisajes chino – mongoles, las praderas, los bosques nevados. La fotografía es una verdadera belleza, que lamentablemente, al ser exhibida en DVD, no va a poder ser disfrutada completamente.

A nivel narrativo, Bodrov no logra mantener el interés durante las dos horas de proyección. La falta de imaginación en la construcción de los personajes, situaciones previsibles, diálogos vistos en cada película épica (sea estadounidense o china) habida o por haber, convierten a Mongol en un cuadro sin demasiada vida, e inclusive por momentos, demasiado artificial. Los efectos CGI no aportan demasiado, quedan muy expuestos y obvios. ¿Qué ha pasado con las películas épicas que no necesitaban fondos mate, falseados, pantallas? ¿Dónde ha quedado la magia épica de, por ejemplo, David Lean, que trataba de recrear sus decorados en terrenos reales?

Más allá de que esta versión de Mongol, victimiza (como si fuera un asesino por naturaleza) y a la vez, pondera la figura de Genghis Khan, se puede destacar la intención del realizador por valorar la identidad mongola, y la importancia que el personaje tuvo para la historia de su nación, a pesar de ser un despiadado conquistador.

Lamentablemente, cuando la película empieza a ponerse más interesante, y deja atrás los pocos, pero densos y solemnes diálogos que parecen salir de una tragedia sheakspereana; cuando uno cree que empezará la etapa épica de verdad… o sea, a partir de que Temudgin es nombrado Khan… la película termina. No estoy contando el final, simplemente es así el argumento. Bodrov decide contar solo el ascenso de Khan. El resto de su vida: la unificación de Mongolia, el triunfo sobre la dinastía china, etc. queda afuera esta vez, por lo que el espectador terminará sintiéndose un poco abatido y desilusionado, como si hubiese visto el capítulo piloto de una serie televisiva.

A pesar de haber sido nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera en el año 2007, es poco lo que Mongol aporta a la filmografía del personaje: hermosos paisajes, actuaciones demasiado solemnes y calculadas, una guión monótono, episódico, fallido…

Personalmente, prefiero verlo a John Wayne calzando las botas con piel de lobo y acento sureño… Es más divertido.

 

 

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Mongol es una ambiciosa película épica rusa, que no tiene nada que envidiarle a muchas producciones estadounidenses del mismo género. Relata la vida de los primeros años de Temudgin, ese hombre que la historia mundial recuerda como Genghis Khan, fundador del gran imperio Mongol, que dominó el mundo durante gran parte del siglo XIII.

El relato abarca desde su primera infancia hasta que se establece como el líder carismático, que luego buscará la unificación de los mongoles y así extender el imperio más extenso geográficamente que ha conocido la humanidad. Temudgin es hijo de Yesugei, jefe de un poderoso clan, quien tenía bastantes enemigos, de hecho lo terminan envenenando, dejando a su familia diezmada, a la intemperie y sin ningún tipo de protección, excepto cierta ley que prohibía matar a los niños, aunque el pequeño, ya tenía el juramento que cuando crezca iba a ser asesinado por el máximo enemigo de su padre.

A partir de allí se ve como este niño, luego hombre, adquiere el más poderoso instinto de supervivencia, no sólo por las condiciones climáticas adversas y geografías extremadamente peligrosas, sino también por los distintos clanes que buscan aniquilar la herencia de Yesugei. Durante la infancia Temudgin establecerá dos vínculos que marcarán su destino para siempre, uno es Borte, su esposa elegida cuando él aún tenía corta edad y no sólo fue la principal motivación para sobrevivir, sino también una gran consejera, reforzando aquel famoso dicho: “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”; y el otro fue Jamukha, un niño que le salva la vida, forjando una amistad en la cual hacen un pacto de hermandad que luego sería su principal aliado pero también su más poderoso y respetado enemigo.

Confieso que siempre me atrajeron las películas biográficas, porque además de asistir al verdadero placer de ver cine, el plus viene con una cátedra de historia, que en lo personal me convoca a seguir investigando la cuestión, pero a menudo este tipo de personajes devoran por completo la objetividad del cineasta, lo mismo le suele pasar a los historiadores, y se termina reduciendo una figura tan polémica a un imaginario sobreidealizado de la persona o a su polo contrario con una devastadora crítica del sujeto abordado. Por eso rescato lo hecho por Oliver Hirschbiegel en La Caída, quien supo retratar de manera brillante, el costado humano de ese monstruo que encarnó lo más monstruoso de lo humano (Hitler).

Genghis Khan se caracteriza por ser una de las personalidades más polémicas y enigmáticas de la historia mundial. En Mongol, vemos a un gran estratega pero que aparece como una especie de Mesías, quien está lleno de valores, respeta los códigos y la legalidad de la palabra, con una ética intachable y sobretodo un hombre enamorado de su causa y de su mujer, no hay ambiciones de poder más allá de unir y preservar a los mongoles de enemigos externos. Pero se sabe que una vez instalado el imperio Mongol, una de sus estrategias para avanzar sobre sus rivales fue usar el terror psicológico, realizando masacres masivas en poblaciones para luego exhibirlas y generar el espanto generalizado.

En este punto de fascinación del director por el conquistador es donde la película decae, la estructura narrativa se centra en la historia de amor y en todas las habilidades de este buen hombre para librarse del mal, así la trama por momentos se hace interminable y hasta casi predecible, hay un circuito de atraparlo, escaparse y redimirse que se repite unas cuantas veces.

La dirección artística, merece un párrafo aparte, es lo mejor del film, las escenas de las batallas son coreográficas, con una tonalidad de color que impregnan a la obra de una belleza singular, la fotografía, los planos de los escenarios naturales y los distintos climas que tiene que atravesar Temudgin para sobrevivir le brindan al relato los momentos de mayor calidad. Los trabajos interpretativos son buenos, en especial la dupla que hacen Tadanobu Asano (Zatoichi) y Honglei Sun (El Camino a Casa) como esos hermanos y rivales.

Asistimos a una muestra de una buena película épica, proveniente de un país como Rusia, Sergei Bodrov utiliza su mirada de artista para brindarnos lindas imágenes, cuya estética nos podría remitir, por momentos, al mejor del cine oriental, aunque su admiración total por el personaje nos prive de encontrarnos con la otra faceta de un conquistador histórico, que es su ambición desmedida de poder y las contradicciones internas que tiene cualquier existencia humana.

Por Emiliano Román 

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