(Estados Unidos, 2014)
Dirección: Scott Waugh. Guión: George Gatins. Elenco: Aaron Paul, Dominic Cooper, Imogen Poots, Scott Mescudi, Rami Malek, Dakota Johnson. Producción: John Gatins, Patrick O’Brien y Mark Sourian. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 130 minutos.
¿Pisando el acelerador?
Si hay algo que deberíamos decir de esta tardía -muy tardía- adaptación cinematográfica de un videojuego extremadamente popular y con dos décadas largas en el mercado, es que el convite resultante podría haber sido mucho peor. Aquí el realizador Scott Waugh y el guionista George Gatins decidieron fusionar la esperable colección de persecuciones/ carreras/ escapes automovilísticos con una historia genérica y boba pero también bastante más apaciguada de lo que suele ser el promedio del Hollywood contemporáneo, factor que le juega esencialmente a favor a la película porque aporta una mínima sorpresa contextual.
Desde el comienzo, Need for Speed (2014) balancea sus componentes negativos y positivos con vistas a satisfacer, aunque sea en parte, a la gama más amplia posible de su público potencial. Todos los lugares comunes dicen presente: están el mecánico/ corredor taciturno, el villano multimillonario y codicioso, un ardid y posterior venganza entre ambos, la aparición amenazante de un tercero en discordia (la policía), la chica bonita pero “piola”, y la necesidad de recorrer Estados Unidos de punta a punta -para llegar a tiempo a la carrera definitoria- con un vehículo “tuneado” (en este caso, un muy apetecible Ford Mustang).
El subgénero del asfalto y la velocidad ha cambiado con los años, pensemos en clásicos nihilistas del “período de oro” como Bullitt (1968), Two-Lane Blacktop (1971), Vanishing Point (1971) y The Driver (1978). Lo que vino luego fue la proverbial estupidización progresiva de los 80, el vaciamiento de contenidos críticos y todo ese barniz ridículo post MTV que derivó en mamarrachos insufribles como la saga iniciada con Rápido y Furioso (The Fast and the Furious, 2001), y engendros infantiloides similares. Nuestro film en cuestión comparte algunos elementos con la susodicha franquicia y puede ser confundido con un exploitation indirecto, sin embargo logra apartarse de caminos tan superficiales.
Respetando a rajatabla la lógica de “una de cal y una de arena”, el dramatismo de cotillón y la pretendida seriedad del relato efectivamente se alejan de manera concienzuda del esteticismo de plástico de los últimos años, no obstante al mismo tiempo resulta innegable que no están lo suficientemente apuntalados ni nos llegan con la convicción necesaria para despertar empatía (el cúmulo de clichés, diálogos paupérrimos y una duración excesiva conspiran para que un elenco bienintencionado pueda levantar el nivel de la propuesta). A pesar de que las secuencias sobre ruedas y con el acelerador a fondo son prolijas y de espíritu retro, tampoco consiguen rescatarnos de una mediocridad amable y pasatista…
Por Emiliano Fernández
¿Valió la pena?
Sobre el final de la película, un personaje pregunta de manera retórica, “¿Valió la pena todo esto?” ante una carrera callejera cuyo derrotero en términos monetarios parece haber sido un despilfarro. La pregunta queda picando, pero no tanto para el personaje al que va dirigida, sino para todos nosotros como espectadores, a punto de terminar estos 130 minutos de persecuciones, choques y motores rugientes.
Need for Speed tiene una ventaja prácticamente única: entrega lo que promete. Desde el punto de vista comercial, se trata de un filme que fue concebido pensando en un tipo de espectador específico, el fanático de los automóviles, las carreras y la velocidad. Y ese público, el que vibra con tan solo mirar una carrocería y se emociona al escuchar el ruido de los escapes, difícilmente salga decepcionado luego de más de dos horas que transcurren casi completas al volante de sorprendentes bólidos. A menos que al espectador le interese un poco el relato que sirve como excusa para este largometraje.
La primera mancha de Need for Speed aparece en su propia concepción: se trata de la adaptación a la gran pantalla de una franquicia de videojuegos que en 20 años de lanzamientos jamás tuvo un personaje ni algo ni siquiera similar a un argumento o una historia que contar. Cada vez más los videojuegos proponen historias complejas y muchas veces guionistas y actores de Hollywood colaboran con esta industria. No es el caso de Need for Speed, en donde lo único que importó siempre fueron los autos y las carreras.
El principal desacierto de este filme está en el maniqueo guión de George y John Gating (El Vuelo, 2012), que no solamente propone un mundo en donde la maldad y la bondad de las personas se marcan con resaltador fluorescente, sino que despliega una trama en la que prácticamente todo lo que sucede se debe a caprichosos recursos de la diégesis. El primer McGuffin con el que nos topamos es la necesidad de recorrer los EE.UU. a lo ancho en menos de 48 horas, detalle que no tiene relevancia alguna, pero que nos hace testigos de más o menos una hora de persecuciones y demás audacias innecesarias que la mayoría de las veces están propiciadas también por incomprensibles antojos de los personajes.
Hay otro detalle llamativo que se da en la presencia de Michael Keaton como una especie de invitado especial (todas sus escenas son en la misma habitación, sin interacción con ningún personaje, mientras transmite por Internet la carrera callejera más millonaria que existe). Es normal que las películas de carreras -en realidad, las películas sobre deportes en general- aprovechen el relato deportivo, usualmente realizado por un profesional en la materia para potenciar la narración mediante palabras que enaltezcan el heroísmo de los protagonistas y la épica misma de las acciones que vemos en pantalla. Es un recurso común, repetitivo hasta el hartazgo, pero que funciona siempre. El personaje de Michael Keaton es en realidad un magnate que organizó la carrera clandestina más cara del mundo, pero su única función en la narración es habilitar de algún modo el recurso del relato deportivo mientras el resto de los personajes siguen la carrera escuchando su voz y mirando una especie de GPS.
Fácilmente comparable con la saga de Rápido y Furioso, Need for Speed se diferencia principalmente en que su director Scott Waugh se mantuvo fiel a sus raíces (era doble de riesgo hasta hace unos años) y filmó la mayoría de las escenas a la vieja usanza, sin CGI, lo que le da a las secuencias una potencia interesante y brinda a los fanáticos de la velocidad un espectáculo más cercano a su paladar.
Por Juan Ferré