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CRÍTICAS - CINE

No hables con extraños (Speak No Evil)

La remake estadounidense de No hables con extraños no logra ni remotamente alcanzar la tensión ni el impacto de la original danesa, convirtiéndose en un bluff muy difícil de tolerar. El film avanza en un desfile de puertas narrativas que se abren una tras otra, dejando al descubierto todos sus trucos narrativos y visuales. Una vez que se expone la magia, lo que queda es un esfuerzo por mantener el artificio a flote, pero de maneras que carecen de todo sentido. 

El desarrollo se dividen en espasmos ridículos, que por su inexplicable extensión, digna de un trastorno histérico de la risa, se asemeja en algunos momentos al humor absurdo de los Monty Python y, en otros, al desenfreno cómico de El show de Benny Hill. Esta combinación da como resultado un tono caótico y desconcertante, que no termina de decidir si es un thriller psicológico o una comedia involuntaria.

James McAvoy, quien en otros proyectos ha demostrado una versatilidad reconocible, aquí presenta una interpretación que roza el ridículo. Lo más fragmentado que regala en su trabajo es la desconexión con las diferentes energías que su personaje debería poseer para resultar creíble. No señala una cohesión que permita entender sus motivaciones internas, lo que lo convierte en una figura errática y poco convincente. Cada escena parece ejecutada de manera aislada, sin un hilo conductor emocional que una el arco desplegado.

A McAvoy se le suma Mackenzie Davis, quien tampoco logra salvar su personaje del naufragio narrativo. Su actuación intercala momentos de furia y decisión irrefrenable con otros en los que se presenta como una amorosa madre y esposa comprensiva. Este vaivén no parece responder a una construcción compleja, sino más bien a una falta de dirección clara. Davis no consigue que sus propios conflictos internos resulten creíbles, lo que convierte a su interpretación en otra pieza desarticulada del rompecabezas fallido que es esta película.

Por supuesto, cuando se tiene a dos intérpretes como McAvoy y Davis resulta inevitable atribuir parte de la responsabilidad al director, James Watkins. La falta de cohesión y de una visión clara en la dirección se hace evidente en cada escena. Watkins parece estar editando con tomas que no fueron pensadas para su confluencia, generando una sensación constante de que las piezas no encajan. El tono de la película fluctúa entre lo serio y lo disparatado, sin encontrar nunca un equilibrio que le permita mantenerse en un terreno creíble.

En medio de este caos actoral y narrativo, Scoot McNairy y Aisling Franciosi hacen lo que pueden con los papeles que les toca interpretar. Ambos actores se ven obligados a navegar en las aguas turbulentas que sus compañeros de reparto y el guion les dejan en suerte. Sus personajes se sienten como piezas de apoyo que jamás tienen la oportunidad de desarrollarse más allá de las exigencias de la trama principal, lo que reduce su impacto emocional en la historia.

En su intento de adaptar la tensión del film original danés, este film pierde por completo lo que hacía efectiva a la versión anterior. Aquí todo se siente exagerado, desde las actuaciones hasta los giros narrativos, lo que diluye cualquier posibilidad de generar verdadera tensión. Mientras que la original manejaba sus revelaciones con un ritmo productivamente conectado a las instancias presentadas, esta remake parece apresurada por llegar a sus momentos de impacto, aunque sin lograr verdadera eficacia.

Otro de los problemas notables es la falta de lógica interna. Las decisiones que toman los personajes, las situaciones que se plantean y las soluciones que se presentan parecen sacadas del sentido casi burlesco mencionado algunos párrafos atrás, lo que rompe la inmersión en la historia. No se puede empatizar con los conflictos de los protagonistas si parecen saltar de una decisión descabellada a otra sin motivo aparente. Este descalabro narrativo arrastra consigo la totalidad del largometraje, dejándolo vacía de tensión real.

Para cerrar, el análisis arroja datos bastante tristes. No hables con extraños se convierte en un ejercicio fallido de adaptación, que falla en casi todos los frentes. El desorden tonal, las actuaciones desconectadas y la falta de coherencia dejan como resultado un producto difícil de disfrutar y, más aún, de tomarse en serio. Lo que podría haber sido un tenso thriller psicológico, termina siendo una mezcla de géneros que no consigue mantener la atención ni generar el suspenso necesario.

(Estados Unidos, 2024)

Dirección: James Watkins. Guión: James Watkins, basado en Speak No Evil, de Christian Tafdrup y Mads Tafdrup. Elenco: James McAvoy, Mackenzie Davis, Scoot McNairy, Aisling Franciosi. Producción: Jason Blum. Distribuidora: UIP. Duración: 109 minutos.

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