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#NYFF59 | Diários de Otsoga

#NYFF59 | Diários de Otsoga

Acceder a la deconstrucción analítica de esta película por la vía de las consideraciones de la forma es quedarse más Corto que Maltés. El nuevo material del autor de Tabú (2012) y la trilogía Las mil y una noches (2015) es un experimento tan inteligente y lúdico que a algún despistado podrá parecerle liviano. Que la acción de este documental –o película sobre lo no-real, para ser más honestos con su libertinaje estructural–, transcurra de atrás para adelante no obedece simplemente a un capricho de Gomes y Fezendeiro en perseguir un entramado de entretenimiento con las limitadas posibilidades reversibles de la cronología. Seguramente se divirtieron haciendo esto, porque uno se divierte viéndolo como espectador. Me refiero que, sin conocer los antecedentes de Fazendeiro (su filmografía registra dos cortos previos, desconocidos para quien escribe), pero conociendo los de Gomes, el asesino no es el mayordomo. La cosa va más por el lado de lo que Godard dijo sobre la convención narrativa de los tres actos y quedó rubricado en bronce en la historia de la cinefilia. Parafraseándolo, una película puede tener tres actos, pero no necesariamente en el orden en que suelen ir. Godard se refería a la obviedad de la santísima trinidad laica “Desarrollo, Nudo y Desenlace” que enseñan en el primer año de cualquier escuela de cine. Si se tratara, que no lo es, como ya dijimos, de un juego lúdico de la forma, de un divertimento no allende el Tetris, hasta Memento (2000) de Christopher Nolan podría mencionarse como antecedente de Diários de Otsoga (o su sucedánea europea, Los cronocrímenes, del 2007, del español Nacho Vigalondo). Pero ya pueden imaginarse ustedes que esta película y cualquiera de las películas de Gomes se relacionan más con un video de los goles de Messi que con el cine de Nolan.

Uno de los acertijos estéticos que va develando esta anómala película-ciempiés es el modus operandi de Gomes, Ricardo y Fazendeiro, el equipo de guionistas (o los integrantes del Comité Central y Argumento, tal como se acreditaron burocráticamente en la película, lo que representa un misterio gremial): se trata de una película abierta, de un juego brechtiano. Apreciamos directivas concretas de un diegético Gomes a los actores (“A partir de ahora la película es de ustedes”, los desafía) y la inmediata respuesta de la actriz, Crista Alfaiate, respecto a las ideas que puedan ir surgiendo de esa entidad tripartita en la que ha devenido el reparto por mandato, fue esta: “¿Tenemos que estar de acuerdo los tres antes de filmar la ocurrencia de cada uno?”. La pregunta de Crista queda en el montaje final probablemente porque es de las más elocuentes sobre la compenetración del equipo; acto seguido los vemos a los tres actores nuevamente, pero ahora en plena imagen autodirigida: hablando pavadas en un jacuzzi, filmándose con timidez fingida, riéndose, grabándose con no mayor creatividad de la que solemos usar para videos en clave selfie borrachos entre amigos. 

Al día siguiente, que es el día previo, vemos a uno de los actores bañando los perros de la propiedad, una propiedad de visos coloniales aparentemente emplazada en la selva que hoy parece revestir los usos de una granja-zoo, por lo poco que se ve, aunque también se descubren rincones de la misma en estado de práctico abandono, con animales en corrales y jaulas áridas. El tiempo pasa, nos vamos poniendo burgueses incluso en el intramundo efímero de un rodaje. 

En el Día 8, los actores conversan con Gomes y Mariana Ricardo, la coguionista. Cómodamente repantigados en un living decoroso con muebles antiguos y alfombras mientras la cámara sólo se desvía un momento para acompañar con un paneo –un movimiento de seguimiento de la cámara, casi siempre lateral y horizontal– el ingreso y la retirada de la mucama negra de la casa. Un apunte sociopolítico fugaz que no debería escapársenos entre los dedos.

Otro día, no recuerdo cuál, pero uno de los últimos, simplemente vemos en primer plano la lectura del protocolo para un rodaje con Covid-19, momento al que el equipo asiste como si se tratara de la revelación del onceavo mandamiento; allí todos, hasta los técnicos, actúan bien. Y “Este film fue rodado en régimen de confinamiento entre el 10 de agosto y el 17 de setiembre de 2020” es lo último que leemos antes de los créditos. 

La estructura de Diários de Otsaga es reversible, pero también es circular; se empieza y se termina con los actores (al comienzo-final) y el equipo técnico y artístico (en el final-comienzo) bailando el festivo hit de 1972 (año del nacimiento de Gomes… Mmm…) “The Night”, ejecutado con entusiástico empoderamiento flowerpoweresco por Frankie Valli and the Four Seasons. El cine es vida, es cine es fiesta; el cine es forma y fondo, vaso mitad lleno y mitad vacío. El cine se piensa, pero primero se baila, como hacían nuestros ancestros antes las sombras que proyectaba el fuego contra las paredes de sus cuevas.

Esta epidemia mundial estuvo germinando al final del año 2020 películas que reflejaban la inercia mental de sus responsables y el panorama pintaba desolación y muerte, un eco perfecto del páramo mundial. Hoy se suman a este neo-género nacido a la fuerza, “cine filmado en pandemia” (el corsé del “cine dentro del cine” ni fue mencionado en este texto), trabajos que vuelven a hacernos creer en la raza humana, como Lejano interior (2020), el mediometraje descripto por la productora y distribuidora independiente El Pampero Cine como “una suerte de libro de poemas hecho por Mariano Llinás, inspirado vagamente en Henri Michaux y editado junto a Alejo Moguillansky” que el director de Balnearios presentó durante el agujero interior del año pasado para ofrecernos su manera de paliar la inminente parálisis de productividad que se cernía sobre nosotros como nubes de tormenta de tierra durante los primeros meses del año que vivimos en peligro, 2020; sin ser la obra más trabajada del autor de elefantiásica La flor, abrió un ventilete de reflexión planteada con seriedad en este horno que hacía falta para reconstruirnos la psiquis, abstinente de estímulos cinéticos. Era casi la única. Ahora no está sola.

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Portugal, 2021)

Dirección: Maureen Fazendeiro, Miguel Gomes. Guion: Maureen Fazendeiro, Miguel Gomes, Mariana Ricardo. Elenco:Crista Alfaiate, Carloto Cotta, Joao Nunes Monteiro. Duración: 102 minutos.

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