(España, 2014)
Dirección: Emilio Martínez Lázaro. Guión: Borja Cobeaga y Diego San José. Elenco: Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde, Carmen Machi, Alberto López, Alfonso Sánchez, Miriam Cabeza, Aitziber Garmendia. Producción: Álvaro Augustín, Ghislain Barrois y Gonzalo Salazar-Simpson. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 98 minutos.
A Euskadi con amor…
Un cambio curioso que se ha dado en la cartelera cinematográfica argentina durante los últimos tiempos, si la comparamos con su homóloga de lustros pasados, es la desaparición de las películas de graduación moderadamente costumbrista, cercanas tanto al grotesco como al ridículo calculado. En consonancia con la homogeneización cultural que desde el mainstream y sus distribuidoras se pretende imponer a escala global en los mercados nacionales, bien podemos afirmar que a rasgos generales se fue reduciendo de manera progresiva la entrada de opus pensados para circuitos comerciales foráneos, lo que derivó en la preeminencia de Hollywood y la imposibilidad de acceder a una alternativa “exótica”.
Así como el panorama no admite demasiadas expectativas en cuanto a un repliegue de esta concentración en torno a un esquema que entroniza el eje masivo, hoy aggiornado a la multiplicación de parcelas de consumo de nuestros días, de vez en cuando nos encontramos de improviso con una pequeña excepción que permite dilucidar qué entienden por “comedia popular” en latitudes inhóspitas (el prisma ocasional depende de la ubicación del sujeto en cuestión). Desde ya que la llegada de Ocho Apellidos Vascos (2014) a estas pampas no obedece a una apertura de criterios ni mucho menos, sino al detalle de que hablamos del film autóctono más visto en la historia de España, con 6,5 millones de espectadores en total.
Definitivamente la combinación que propone el convite debe haber tocado alguna fibra íntima del público, a partir de una dimensión formal vinculada al lenguaje televisivo (la estructuración de tomas es muy sencilla y el desarrollo a nivel de la fotografía casi nulo) y un arsenal de referencias ácidas para con dos de las principales identidades comunales de la región (la enorme variedad de chistes sobre andaluces y vascos compensan en buena medida los estereotipos de todo tipo que enmarcan a la producción). En esencia el relato posee tres capítulos centrales: mientras que el primero y el último se guían bajo el mantra del corazón, el segmento intermedio funciona como una comedia de situaciones tradicional.
Luego de un encuentro inicial algo nebuloso, Rafael (Dani Rovira) decide viajar de Sevilla al pueblito ficcional de Argoitia, en el País Vasco (o Provincias Vascongadas o Euskadi, entre los muchos nombres que recibe en la obra y en España en general), para devolverle la cartera a Amaia (Clara Lago), lo que eventualmente origina la necesidad de la señorita de aparentar un compromiso con el muchacho frente a los ojos nacionalistas del padre, Koldo (Karra Elejalde), a quien no desea comunicarle que la boda real se vino a pique. Más allá del argot vernáculo y las hilarantes alusiones a ETA, la propuesta es simpática pero mediocre, tan encantadora en su simpleza como uniforme y árida en el apartado narrativo…
Por Emiliano Fernández
Los polos opuestos se atraen. Pasa en la física y también en el amor. Haciendo memoria, las parejas más legendarias están compuestas por personas distintas entre sí, ya sea por gustos, costumbres, orígenes… Justamente en lo referente al origen reside la trama de la española Ocho Apellidos Vascos.
Rafa (Dani Rovira), andaluz hasta la médula, sale de sus pagos en Sevilla para buscar a Amaia (Clara Lago), una chica a la que conoció una noche. Pero hay un detalle no menor: ella es vasca, y aún vive en esas tierras tan denostadas por el muchacho y sus amigos. De todas maneras, viaja hasta el poblado costero de Argoitia. Tras rechazarlo inicialmente, Amaia se aferra al joven para que se haga pasar por su pareja y futuro marido, con el fin de contentar a su padre (Karra Elejalde), un vasco chapado a la antigua, durante unos días que llega de visita. De pronto, Rafa deberá hacerse pasar por un novio… de origen vasco, y con ocho apellidos, como corresponde en esos lares. Todo un desafío para un muchacho que, desde el vamos, lleva como ringtone de su celular el tema “Sevilla tiene un color especial”. Esta comedia romántica -la más taquillera de la historia del cine español- se basa en una serie de enredos cada vez más desopilantes y en la tensión entre los españoles y el País Vasco, que reclama su independencia. De hecho, en un tramo de la cadena de mentiras, Rafa terminará convirtiéndose en un líder revolucionario de esa parte de la Península Ibérica.
La rivalidad entre vascos y españoles, más no pocos elementos localistas y frases que por momentos no puedan ser captadas incluso por quienes hablan castellano, podría hacer pensar que se trata de un film hermético, sólo para quienes viven allá o al menos conocen bien esas culturas. No obstante, la premisa (chico y chica que se enamoran pese a sus diferencias), los personajes, los gags y el clima de fiesta la vuelven un entretenimiento que puede ser entendido por espectadores de cualquier rincón del planeta.
El comediante Dani Rovira se consagra con este rol de joven romántico y ocurrente, capaz de las salidas más creativas con tal de sortear el problema de turno. Claro Lago es puro encanto y talento. La química entre los protagonistas es impecable, y ambos cargan perfectamente con el peso de la película. Por su parte, Carmen Machi se destaca como Merche, la otra andaluza de Argoitia; sus escenas incluyen los momentos más inspirados. Ocho Apellidos Vascos es tan española como universal, y sobre todo, divertida y alegre. Además, recuerda que el amor y el humor trascienden fronteras y enemistades. Luego de verla, no sólo Sevilla sino el mundo tiene un color especial.
Por Matías Orta