Push up 1-3
Dirección: Gastón Czmuch. Autor: Roland Schimmelpfenning. Traducción: Margit Schmöl Diseño de vestuario: Mariano Legapsi. Diseño de Luces: Ricardo Sica. Diseño Sonoro: Mariana Emiliozzi. Maquillaje: Sandra Alaimo. Intérpretes: Marigela Ginard, Guillermo Lagüela, Diego Manara, Mucio Machini, Karina Mauro, Martín Orellano, Ayelen Rubio, Laura Silberberg. Prensa: Vanina Fabrica.
El Club de la pelea
Parece ser que las grandes empresas se han transformado en los nuevos conventillos de la posmodernidad. No sólo porque son propicias para que circulen chismes, rumores, críticas y envidias entre sus empleados, sino que también los que trabajan en ellas suelen pasar más tiempo de su vida ahí adentro que en su propia casa. De esto habla Push up 1-3, de la vida alienada que producen los nuevos paradigmas laborales.
La traducción de Push up sería “empujar para arriba”, casi todos los personajes de la obra miran hacia arriba. Sueñan, anhelan, compiten por tener un lugar en el piso 16, donde está el mayor prestigio de la empresa, morada del dueño, Kramer, una especie de padre de la horda, a quien todos quieren agradar y ser beneficiados por su mirada y aprobación.
Gastón Czmuch, adapta la obra de Roland Schimmelpfenning, y se vale de una puesta en escena minimalista, dividiendo el escenario en dos partes. Por un lado tenemos a los agentes de seguridad en su escritorio, quienes se ubican en la entrada del edificio y con el monitor, satisfacen su voyeurismo, mirando todas las internas en las relaciones interpersonales dentro de la firma; pero no son observadores pasivos, ellos comentan, opinan y se asombran de lo que están siendo testigos. Por el otro, tenemos un cuadrilátero, que representaría las luchas internas que se dan en el interior de la corporación, allí se despliegan tres historias relatadas en pareja de pares, cada una exhibe la auténtica pelea donde el objetivo es knockear al otro que representa una amenaza para sus aspiraciones empresariales.
Así observamos a la impecable y reprimida chica de azul que debe enfrentar los embates de la celosa esposa del dueño; La publicista que se enfurece con el hombre de más confianza de Kramer, quien desestima el nuevo proyecto de ella; Un viudo obsesivo y un joven adicto al porno, compiten por quien será el enviado a Nueva Delhi. Estos tres actos se conforman por los intensos y crueles diálogos donde cada personaje reluce lo que quiere mostrar de él y despliega sus estrategias de boxeo, pero combinados con dramáticos monólogos en los cuales salen a la luz sus verdaderos conflictos internos.
Las tres peleas descarnadas, cuerpo a cuerpo y sin reglas que pacten el juego, son espiadas por los agentes de seguridad, quienes con sus opiniones aportan la ingeniosa cuota de humor descontracturante a la tensión que se está presenciando. El cuidadoso trabajo de iluminación, permite poner el foco de atención al conflicto central entre tantos disparadores que posibilita la obra.
El gran trabajo interpretativo de todos sus actores es lo que causa estas fluctuaciones de sensaciones experimentadas. Es notable la habilidad de su director para lograr un grupo actoral unido, donde todos tienen momentos de lucidez en sus personajes tanto en los diálogos como en los monólogos.
Pero Push up 1-3 es algo más que la típicas peleas por ascenso, da cuenta de como el otro rival es aquel que cumple rasgos que funcionan en espejo con uno, se pelean con el par, con el parecido, con ese especular que los identifica. De la misma manera, expresa como la misma realidad depende del ojo de quien la mire, dándole un sentido puramente subjetivo. Hay una secuencia brillante donde la publicista y el ejecutivo tienen el mismo monólogo en forma simultánea, dicen casi lo mismo, pero el relato de los hechos, adquiere connotaciones muy distintas según el género que la exprese. No es lo mismo como cuenta y significa las situaciones un hombre que una mujer.
A la vez que se sumerge en los interiores psíquicos de sus personajes, nos permite pensar como afectan a las subjetividades las actuales políticas de mercado globalizadas a cargo de las corporaciones multinacionales. Sus empleados son objetivados, todos al correr detrás del mismo ideal, descuidan su vida personal producto de priorizar la profesional. Son personajes anónimos, solitarios, neuróticos, carentes de disfrute y los registros del amor y el deseo brillan por su ausencia.
Como dije anteriormente, Push up 1-3 es una obra que detrás de su sencillez aparente esconde una denuncia de la gran complejidad humana y capitalista, esto la hace enteramente disfrutable durante los noventa minutos que dura la puesta teatral, y con suerte a la salida, más de uno se cuestione su presente laboral y personal.
Por Emiliano Román
Los conflictos de oficina son un tema frecuente, por no decir trillado. Generalmente encontramos el mismo tipo de personajes y las mismas problemáticas: amantes, la oficinista sexy, la ejecutiva exitosa con una vida personal desecha, los dueños que intentan esconder problemas personales, los que se sienten superiores y la eterna escalada de posiciones pisando a quien sea necesario.
La trama de Push up 1-3 no es mucho más que esto. Ocho personas en escena. Dos de ellas reciben al público cuando entra a la sala; son los guardias de seguridad de las oficinas. Al comenzar la obra, nos introducen en el tema, nos cuentan lo que todos ya sabemos de las oficinas y establecen –o al menos lo intentan- una especie de complicidad con el público.
Los guardias estarán en escena mirando por las pantallas de las cámaras de seguridad lo mismo que los espectadores veremos en escena: seis personas, todos trabajan en la misma oficina y en esta obra se batirán a duelo de a dos por vez para discutir temas que los relacionan. Temas superfluos, bastante típicos y hasta predecibles.
Las acaloradas discusiones son interrumpidas por monólogos de los dos luchadores para dirigirse al público y contextualizar la discusión. Los textos de cada uno son similares, la idea es que las personas enfrentadas viven, sienten y padecen lo mismo aunque no lo sepan. Un recurso que intenta dejar un mensaje, una moraleja. Resulta bastante tedioso el seguimiento de la obra, sobretodo en esos momentos.
Las actuaciones no ayudan, pocos de ellos están verdaderamente metidos en los personajes y el resto son forzados, o pasados en exageración. Esos monólogos de los que hablaba no son abrazados por el actor, ni tomados como propios, lo que genera una separación del personaje con la problemática y como consecuencia la imposibilidad de trasmitirlo con fuerza.
Sin duda, Push up 1-3 quiere criticar el sistema capitalista, la opresión, el mundo vacio y absorbente del ámbito de la empresa. Quiere rechazar al monstruo multinacional y cómo él se devora las vidas de las personas para convertirlas sujetos alienados víctimas de la ambición y el individualismo. Sin embargo, estas buenas intenciones, junto al enorme trabajo en la forma de representación para lograr utilizar elementos distintos y generar una dinámica propia y auténtica, quedan atrás frente a decisiones mal tomadas, actuaciones vagas, monólogos lineales y densos, y una estructura repetitiva.
Teatro: Ofelia Casa Teatro – Honduras 4761
Funciones: Sábados 20 Hs.
Entrada: $50
Por Paulina Dominguez