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CRÍTICAS - CINE

Un Amor Imposible (Salmon Fishing in the Yemen)

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Un Amor Imposible (Salmon Fishing in the Yemen, Inglaterra, 2011)

Dirección: Lasse Hallström. Guión: Simon Beaufoy, basada en la novela de Paul Torday. Producción: Paul Webster. Elenco: Ewan McGregor, Emily Blunt, Kristin Scott Thomas, Amr Waked, Conleth Hill. Distribuidora: Alfa. Duración: 107 Minutos.


Pescando Ilusiones

Según la gacetilla de prensa, Un Amor Imposible se basa en una novela que pretende satirizar la forma en la que el gobierno británico (y acaso cualquier gobierno imperialista) hace lo imposible por cambiar la imagen negativa que el pueblo pueda tener de él. La estructura narrativa del libro se basa en el intercambio de mails entre los personajes protagónicos.

Teniendo en cuenta que el humor político británico suele ser bastante ácido y crítico, no tengo dudas de que el tono elegido para adaptarlo cinematográficamente no fue el apropiado, e incluso me atrevo a decir que dieron vuelta el mensaje de la historia.

Como bien dice el título original en inglés, la película narra la historia de un jeque de Yemen que pretende criar salmones para implementar la pesca en su pueblo. El problema es que no hay salmones en la región porque el clima y la temperatura del agua no son apropiadas. Por eso, la representante legal del Jeque en Inglaterra -Harriet (Blunt)- le pide a un doctor especialista en pesca -el Dr. Jones (McGregor) que trabaja para el Ministerio de Agricultura- que se las ingenie para llevar salmones a Yemen.

La idea es ridícula pero la jefa de prensa del primer ministro británico la quiere implementar como publicidad positiva sobre las buenas relaciones entre un país de medio oriente y el imperio británico, para distraer al pueblo de las malas maniobras que hizo el gobierno en el conflicto de Afganistán. Jones y Harriet viajan a Yemen para conocer el plan del Jeque (Waked). Ambos no solo depositan su “fe” en el proyecto sino que, además, se enamoran, al mismo tiempo que viven un momento de crisis con sus respectivas parejas.

Es una verdadera lástima que, una vez que Ewan McGregor se muestra suelto, cómodo y espontáneo con un personaje y Emily Blunt logra transmitir emoción y credibilidad, ambos tengan que sufrir un guión tan pretencioso y obvio como el de Simon Beaufoy. El guionista de la paupérrima ¿Quién quiere ser Millonario? se une al romanticón de Lasse Hallström para realizar una obra política a la que paradójicamente no le interesa la política, sino “llegar al corazón” con el retrato de dos perdedores en el amor que se “encuentran” en medio oriente gracias a los sanos y moralistas consejos del jeque.

Esta película es cursi y está repleta de clisés e imágenes metafóricas obvias (el Dr. Jones camina a contramano de todos, al igual que el salmón, ¿no se hizo muchas veces eso?); además, la ironía política pasa a un lado cuando Hallström decide convertir la crítica en fantasía, y todo termina como un cuento de hadas de Disney. La guerra y los soldados terminan siendo banalizados, el conflicto con respecto a la fe no se profundiza, toda la sátira es reducida a un par de diálogos literales y solo las expresiones caricaturescas de Kristin Scott Thomas (que se maneja bien en la comedia) aportan un poco de humor inglés y parodia política -aunque solo en forma superficial-.

En medio de esto hay una trama principal que no avanza -por lo que necesita el apoyo de subtramas predecibles y forzadas- y que termina formando una película que se estanca, que no genera ni emoción, ni simpatía, ni empatía. Como si eso fuese poco, la artificialidad de la puesta en escena de Hallström -un especialista en comedias dramáticas romanticotas- no permite que nos involucremos con el conflicto de los personajes. Ahí contrastan las interesantes interpretaciones con la dirección, y el tono nunca termina por definirse. No voy a decir que Hallström es santo de mi devoción pero al menos con Las Reglas de la Vida, Chocolate y, en especial, Atando Cabos (película injustamente maltratada) había logrado climas más interesantes y micro universos simpáticos que tocaban alguna fibra. Acá no. A pesar de la fotografía cálida, el tono es frío, denso, indefinido. Y encima los salmones se parecen a las pirañas de la película de Alexandre Ajá.

Una comedia que no saca una sonrisa (ni siquiera en forma involuntaria), un romance sin tensión, un drama sin conflicto. Solo un espejismo en el desierto. Ni una canción de Calamaro la salva del aburrimiento.

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