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CRÍTICAS - CINE

Vacaciones Explosivas (Get the Gringo)

(Estados Unidos, 2012)

Dirección: Adrian Grunberg. Guión: Mel Gibson, Adrian Grunberg y Stacy Perskie. Elenco: Mel Gibson, Peter Stormare, Dean Norris, Bob Gunton. Producción: Bruce Davey, Mel Gibson y Stacy Perskie. Distribuidora: Energía Entusiasta. Duración: 96 minutos.

Mel Gibson is back, cabrones.

Vacaciones Explosivas marca el regreso de Mel Gibson a la pantalla grande como héroe de acción. Además, es la ópera prima de Adrian Grunberg, conocido por su trabajo como asistente de dirección en Soldado AnónimoLa Máscara del ZorroTraffic (las tres filmadas en México). Grunberg ya había trabajado como asistente también en Apocalypto de 2006, junto a Mel.

Luego de dos espantosos intentos por volver a recuperar su status en la industria (Al Filo de la Oscuridad y esa vergonzosa película dirigida por Jodie Foster llamada La Doble Vida de Walter), Mel Gibson volvió con todo, con un film de exploitation mexicano, carcelario, con acción, torturas, romance y mucha sangre. La película comienza con Mel  “Gringo” Gibson en medio de una persecución, con una máscara de payaso y un compañero herido que se desangra en el asiento de atrás luego de un robo. La imagen se congela en su compañero que escupe sangre, y ahí comienza la voz en off de Gibson -que nos acompañará durante todo el film- que dice: “No hay nada peor que un payaso triste, a no ser que sea un payaso sangrando internamente y escupiendo sangre sobre todo tu dinero”. Con esta frase, compra.

El film luego nos presenta “El pueblito”, una cárcel de régimen abierto donde incluso viven las familias de los presos. Este lugar será el hogar de Gibson (cuyo nombre verdadero nunca se revela) durante toda la película. Imaginen una cárcel con todas las comodidades de un pueblo: bar, casino y hasta motel, todo manejado por narcos. Aquí se mezclan muchas cosas: el problema social de los narcotraficantes en México -que manejan todas las esferas del Estado-, la cuestión de la superpoblación carcelaria, la corrupción de las instituciones y el abandono del ser humano en general (cualquier semejanza con nuestra realidad es pura coincidencia). Lo bueno es que, a pesar de contar con Mel Gibson, la problemática mexicana está más vista desde el lado mexicano y no tanto desde el estadounidense. El pobre está sometido, durante toda la película, a la música que pasan en la prisión-pueblo: cumbia, Los Fabulosos Cadillacs y Vicentico con Damas Gratis.

El film tiene grandes momentos: la persecución del comienzo; un chiste maravilloso que incluye a Clint Eastwood; un tiroteo en la cárcel entre Gibson, algunos policías y unos cowboys que vienen a buscarlo –escena que, por otro lado, tiene gran uso del sonido; y del ralenti-; grandiosas explosiones; una dosis fuerte de ironía; humor negro y toques trash -como el sueño bizarro que le cuenta Gibson a una mujer-, y una escena de tortura en la que, videochat mediante, un usuario remoto le da indicaciones a sus subordinados.

Sobre el final, Mel Gibson (que co-escribió la película) se despide de nosotros desde la voz en off, en lo que sería su paraíso ideal, mientras dice: “Ya era hora de que hubiese algo bueno al final del camino. Qué diablos, voy a disfrutar lo que queda de este verano”. Está bien Mel, disfrutá de este regreso a la acción y dejá de armar quilombos extra cinematográficos.

calificacion_3

Por Elena Marina D’Aquila

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