Dramaturgia y dirección: Mario Cura. Iluminación: Miguel Ledesma. Fotografía: Carolina Iglesias. Diseño gráfico: Aldana Linares Kolff. Actúan: Milagros Mateos y Mario Cura.
Es de noche, un sueño despertó a Anahí y la llevó a bajar las escaleras, abrir la puerta clausurada del sótano, donde hace tiempo que su padre se refugia, para desafiar al silencio y reclamar un lugar en su mundo, en el mundo.
El proceso de escritura de Anahí comienza en el 2006 cuando una oleada de suicidios jóvenes marcó la región del noroeste argentino. A raíz de estos incidentes, Cura trató de llevar a escena las problemáticas que atraviesan los jóvenes adolescentes en la sociedad actual. Pasando por los tópicos de la falta de comunicación, de afecto y atención por parte de los adultos que a la vez están marcados por sus propios fantasmas generacionales, Cura pone en escena una obra que busca romper con el silencio.
Se podría decir que por momentos el texto rosa lo solemne, por ejemplo cuando se evocan momentos de nostalgia para el personaje del padre a través de un lenguaje que se torna anticuado en comparación con el que maneja en general el resto de la obra, en tono más coloquial. Pero toda observación de este tipo se torna injusta.
Anahí es una obra que antepone el tema por sobre lo verosímil y por sobre todo el resto de los lenguajes escénicos y nos propone un doble juego: por un lado, en el plano de la representación que los espectadores estamos, valga la redundancia, expectando. Por otro lado, desde los juegos que los personajes llevan a cabo en la misma obra representando piratas o un padre y una hija teniendo una discusión o un ping-pong de preguntas y respuestas, como medio para llegar a conocerse realmente. ¿Y no es esto acaso lo que hacemos en la vida cotidiana sino representar papeles? A través de esta metateatralidad, lo que Mario Cura nos quiere decir es que el teatro en este contexto es la excusa, o mejor dicho el medio, que él eligió para generar debate. Cura propone un “teatro pedagógico” que da lugar a la palabra.
Cuando la obra llega a su fin, los actores piden que prendan las luces, se sientan frente al público y le proponen un espacio dialógico al que éste responde de manera inmediata con diálogos muy profundos e intensos que derivan en reflexiones de todo tipo, ya que todos hablan desde su propia experiencia.
Tal vez este medio que para Cura sería el teatro, evocado en los juegos a través del cual Anahí y su padre llegan a verse el uno al otro y a jurarse nunca dejar de comunicarse sinceramente, sea una salida o aunque sea tan sólo una puerta en las murallas de la sociedad. Volver a jugar, para volver a encontrarnos con los otros y con nosotros mismo. Siguiendo esta idea, todavía hay esperanza. Mario Cura la construye desde el teatro.
Teatro: El Artefacto (Sarandí 760, CABA)
Funciones: Sábados 21hs (Hasta el 28/06)
Entradas: $70 / $50 para estudiantes