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CRÍTICAS - CINE

Batman: El caballero de la noche asciende (The Dark Knight Rises)

Gótica siempre será una ciudad de notables villanos

Que Ciudad Gótica está otra vez en problemas no es novedad. Que surja un nuevo villano que atemorice a la ciudad, tampoco. La búsqueda de mayor poder, el cobrar venganzas, aleccionar y agarrárselas con el único ser humano que puede estar a la altura de estos villanos temerarios son puntos comunes en casi todas las historias de superhéroes que conozca y en la totalidad de la nueva saga a cargo del director Christopher Nolan.

Así como en la anterior, con la brutal actuación del fallecido Heath Ledger, se demostró cuán monstruoso puede llegar a ser un ser humano, en esta última, Bane  -un Tom Hardy casi irreconocible- constituye un personaje por demás violento y con una voz que realmente da miedo. Sin embargo, en este último caso vemos una cuota de monstruosidad que, en vez de acrecentarse como ocurriera con El Guasón, decae para devenir en un ¿villano humano? Lamentablemente, además, por más que Hardy logre un trabajo excepcional –pobrecito- siempre va a quedar en un segundo lugar, desmerecido y, hasta podríamos decir, olvidado.

Y si hablamos de supuestos “villanos”, al personaje de Anne Hathaway está bien que se lo nombre solo como Selina Kyle ya que no existe elemento alguno para vincularlo con la tradicional Gatúbela que todos conocemos.  Colocarse unas calzas ajustadas (que muy bien le quedan) no la convierte en la mujer gato.

Además de lo mencionado, hay varios problemas con esta nueva entrega. En primer lugar, la imponencia de las primeras escenas queda un tanto diluida con el correr del metraje para dar lugar a contadas situaciones infantiles que poco tienen que ver con la potencia enaltecida por los bajos de la gran banda sonora que Hanz Zimmer imprimió en la anterior; en ésta, sin innovar, resuena como una mera copia de su propio trabajo.

En segundo lugar, no entiendo cómo Nolan quiso conjugar distintos episodios que bien supo plasmar en films anteriores pero que acá no encajan. Llamémosle una cárcel, un juicio, un orfanato, algún personaje que, de la nada, se convierte en el de mayor importancia, o la laboriosa acción de inundar una bomba nuclear cuando, en última instancia, se termina optando por lo más sencillo y factible. El primer pensamiento que se me viene a la mente para describirles lo que sentí al ver esta entrega es como cuando queremos hacer una torta por primera vez con una receta y nos sale genial. En cambio, la segunda vez, con mayor experiencia, los mismos ingredientes y el mismo procedimiento, por alguna razón algo anda mal y el resultado es un mejunje intragable.

Simplemente, no trago -y me aburre- que Wayne pegue ese saltito mágico, que Bane termine convertido en un villano sentimental (en un espíritu antitético al de los minutos iniciales), que la banda sonora sea un copy&paste de la anterior, que Gordon ya no tenga protagónico y que aparezca este pendejo -Gordon Lewitt- y nos quiera hacer creer en una historia de valentía que consiste en hacer que los tripulantes bajen y suban de un ómnibus escolar.

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