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CRÍTICAS

El Secuestro de Isabelita

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El Secuestro de Isabelita

Dirección y Dramaturgia: Daniel Dalmaroni. Producción: Leticia Hernando. Vestuario: Cecilia Carini. Iluminación y Escenografía: Marcelo Salvioli. Música Original y Efectos Especiales: Malena Graciosi. Intérpretes: Ivana Averta, Mariano Bicain, Gastón Courtade, Gabriel Kipen, Sonia Martínez, Juan Mendoza Zélis, Daniela Nirenberg, Daniela Zayas. Prensa: Te Hago la Prensa.

Primero, la patria, después el movimiento…

Buenos Aires, 1976. Son tiempos convulsionados. Tras la muerte de Perón, Isabelita toma la presidencia apoyada (y manipulada) por el “brujo” López Rega. El país está desbordado, y los grupos militantes clandestinos como “Montoneros” piden la destitución de la presidenta para llevar un representante al poder ejecutivo, impedir que lleguen los militares y seguir la política que el General Perón impregnó durante sus dos primeros gobiernos.

Un grupo de jóvenes, destituídos de “Montoneros” llegan a su cuartel, tras haber secuestrado a Isabel Perón en la Quinta de Olivos. Sin embargo, pronto se dan cuenta de su error: han secuestrado a Isabel Pavón, jefa de la maestranza de la Quinta, que además de compartir nombre con Maria Estela Martínez de Perón, se parece físicamente e incluso le gusta probarse la ropa de la mandataria.

Este equívoco provocará que el grupo replanteé su acto, lo que traerá como consecuencia que “Montoneros” se adjudique el secuestro.

La obra de Dalmaroni comienza su tercera temporada en el Teatro del Pueblo. El éxito de la puesta se debe a la forma en la que el humor va penetrando en los hechos históricos, y sirve como reflejo de la época previa al golpe de Estado de marzo del ’76.

A pesar de ser un absurdo, el texto se centra en la identidad de un país. Ninguno de los miembros del grupo sabe o conoce realmente quién es el otro. Todos figuran bajo identidades falsas, y en cada grupo que militaron tuvieron un nombre diferente. La confusión en los protocolos de cada grupo, la reglas, las contradicciones y las desconfianzas internas adquieren otro nivel cuando se pone en duda constante si la mujer que tienen secuestrada es o no Isabel Perón o una imitadora. Así mismo, se suma el relato de un jardinero que provoca mayor confusión con respecto a la identidad de Perón mismo.

En este juego del ¿quién es quién? se desarrolla la obra. Cada personaje tiene ideales, pero comprende poco lo que está pasando, y al mismo tiempo da cuenta de su inexperiencia y juventud.

Apelando a un lenguaje extremadamente costumbrista y tecnicaturas protocolares, entre el thriller y la comedia, se maneja el ritmo eufórico de la obra, donde el patetismo de los personajes deriva en la reflexión sobre los orígenes del golpe.

Obra educativa, ingeniosa, con diálogos inteligentes y ácidos. La puesta en escena reproduce el cuartel del grupo. Cada intérprete lleva un arma en la mano, y el vestuario evoca la época en la que suceden los hechos. La música de Malena Graciosi, también ayuda a que el espectador entre en clima, como un integrante más del grupo.

Gabriel Kipen, Mariano Bicain y Daniela Nirenberg tienen los intercambios de diálogos más divertidos, y logran un entretenido equilibrio entre el patetismo y la seriedad que requiere el personaje, tratando de evitar caer en el estereotipo y el manierismo.

A pesar de tratarse de una comedia, es imposible no sufrir cierto malestar ante lo que se narra. El recuerdo de la última dictadura militar sigue latente en la memoria de todos los argentinos, y obras como El Secuestro de Isabelita, más allá de ser exhibida en clave humorística, sirven para reavivar el llamado de Nunca Más.

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¡Votos sin botas: Fusiles y Pelotas!

Se repone el el Teatro del Pueblo una pieza cuyo genero es difícil de asimilar: la comedia. La historia transcurre dentro del contexto previo al golpe cívico – militar de la década del 70. Allí, un grupo de jóvenes armados, ex – montoneros, llevan a cabo el secuestro de quien creían era Isabel Perón.

El título de la pieza, señala un suceso totalmente ficticio que rompe con cualquier tabú, un secuestro soñado para frenar lo que en ese entonces les costaba imaginar a los personajes: la persecución legitimada.

La puesta en escena tanto como el vestuario son muy prolijos; se sabe que el tema es difícil de abordar y los cortes acompañados por un vibrante efecto sonoro permiten que el espectador digiera lo que sucede y acepte su risa. Es ese oscuro necesario para que la cabeza haga ese juego, pasado presente: ahora y siempre.

Daniel Dalmaroni cuenta con tres espectáculos en cartel de su autoria, de temáticas diferentes pero unidos por el humor ácido. Dirige El Secuestro… otorgándole ritmo, con propiedad y delicadeza; teniendo en cuenta lo vigente del tema, revive una generación dejando a un lado un poco el homenaje y bajándolos a tierra siempre acompañado por un respeto que supo lograr a pesar del humor.

El elenco mantiene una linea sólida durante el relato que puede perder toda su fuerza en cualquier momento, sin embargo, llega a buen puerto arriesgándose con un final movilizador.

Se destaca Gastón Courtade y Daniela Nirenberg, quienes logran situaciones de tensión importantes, aunque todo el elenco acompaña sin caer en el personaje trillado y dirigiendo el relato hábilmente hacia una zona ácida salteando lo sentimental. La pertenencia al grupo, el sueño con un país mejor, la búsqueda de explicaciones (aunque bordeen los fantástico) se conjugan con lo posteriormente acontecido, y es un buen ejercicio para la memoria, dando como resultado una obra tan diferente como arriesgada.

Teatro: Del Pueblo – Av. Roque Saenz Peña 943

Funciones: Sábados 22:30 Hs.

Entrada: $35 y $60

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Por Julia Panigazzi

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