La Rica Km. 20
Dirección: Lorena Barutta y Francisco Lumerman. Escenografía: Ignacio Luppi. Vestuario: Laila Freidenberg, Natalia Pelmar. Operador de Luces: Dana Barber. Elenco: Agustina Coccoz, Eladia Grosso, Ernestina Ruggero, Gimena Romano Larroca, Gonzalo Bueno, Judith Nassimoff, Julia Dulitzky, Julián Chertkoff, Julio Rosemberg, Laura Ormando, Leandro Iommi, Magdalena Barril, María Latzina, Mario Bodega, Natalia Pelman, Romina Ganovelli, Tamara Dresler.
Pueblo Chico, Infierno Grande
Por experiencia propia puedo afirmar que llevar a la representación pública, el montaje final de un taller teatral, no es tarea fácil y mucho menos cuando se trata de un taller con numerosos alumnos, donde todos quieren tener la misma carga interpretativa, sus 15 minutos de fama, etc. Tampoco es fácil cuando se trata de una obra surgida en base a improvisaciones. No se puede juzgar con la misma vara, pienso yo, un montaje que una obra concebida como obra en sí desde el principio. Y aunque La Rica Km. 20 toma forma de obra clásica, su desarrollo y representación escénica deja en claro, que se trata de un montaje final, y no una obra consistente, sólidamente escrita y sobretodo, queda en manifiesto, la necesidad de tener un director creativo, y no un coordinador de las escenas que los alumnos fueron armando.
No quiero ser peyorativo con esto, ya que yo también lo viví como actor. Tampoco es la primera vez que veo un montaje así, pero también es cierto, que los otros que vi, eran más tranquilos, ordenados y armónicos.
Orden, eso es lo que falta en La Rica Km. 20.
Como adelanté en el principio de la nota, es la típica historia de pueblo chico, en donde cada integrante esconde un secreto, y los que tienen que pagar los platos rotos, así como llevar a cabo la investigación pertinente, son los turistas, los foráneos.
La acción se centra en un hotel donde “viven” una mujer con sus hijos (o al menos eso se entiende que son esos 5 diablillos que parecen escapados de una película de terror). Todos tienen rostros muy pálidos y grandes ojeras, que los hacen ver como muertos vivientes.
En dicho hotel, se encuentran una pareja de cantantes/actores, una “escritora” de gran edad, la madre de la dueña (encerrada en su habitación), una vecina, una adolescente provocativa y muda, y por último llega, el deportista estrella que pudo escaparse del pueblo y “triunfar” afuera, a pesar de su estupidez. Lo acompaña su novia, también deportista.
Fuera del hotel, se encuentra una peluquera con alma detectivesca, un empresario y una especie de chamán.
El conflicto se da cuando aparecen los cadáveres de diferentes personas flotando en la laguna. Posteriormente, uno de los “turistas” desaparece, y esto lo atribuyen al asesino serial que anda suelto (no, no es Ghostface).
Entre el absurdo, la ironía, el humor negro, la exageración del costumbrismo hasta llegar a un punto histriónico desaforado, y el suspenso, La Rica, es bastante generosa con sus intérpretes. Realmente, los alumnos de Timbre 4 demuetran prestancia, agilidad, verosimilitud, timing para la comedia. Hay diferentes niveles, por supuesto, pero cada uno logra involucrarse con su personaje y hacer algo “interesante”.
El problema de La Rica, no pasa tanto desde el lado narrativo o interpretativo. En sí, el texto, clásico si los hay, se sostiene bastante bien. Hay una cínica mirada hacia las clases sociales y el el estereotipo de pueblo abandonado, pero que no se profundiza demasiado. Lo fundamental radica en que son demasiados personajes, demasiadas escenas juntas y sobretodo, demasiado caos escénico: los actores se pisan, hay mucho grito, y pareciera que la única intención del grupo radica en hacer reir con banalidades.
La caricatura que hace el grupo de Barutta / Lumerman de los argentinos es clara, pero no funciona a otros niveles más dramáticos, profundos o existencialistas. Es un entrenimiento placentero y punto. A no buscarle más vueltas.
Detalles escenográficos, de vestuario, en el dialecto, lenguaje de cada personaje demuestran un trabajo perfeccionista y meticuloso, pero aún así, se nota la ausencia de un director que imponga ese orden.
Todos tienen mucho futuro, pero deben aprender a escucharse un poco más y estar seguros de lo que buscan en escena.
La Rica, un relato atrapante, oscuro y divertido que sigue una línea whodidit a lo Agatha Christie, pero recordemos que en los relatos, siempre el detective era el protagonista, y los sospechosos, los secundarios. Si acá, el detective tendría mayor inferencia que el resto, quizás tendríamos un poco de orden, y no habría tantos cables sueltos. Pero más allá de eso, vale la pena verla.
Teatro: Timbre 4 – México 3554
Funciones: Domingos 21:15 Hs
Entrada: $20