A Sala Llena

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CRÍTICAS

Las Sillas

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Dirección: Rafael Fernández. Dramaturgia: Eugène Ionesco. Versión: Rafael Fernández. Producción General: Sebastián Blutrach. Escenografía y vestuario: Rafael Fernández. Puesta de luces: Alfredo Torres. Banda de sonido: Nicolás Diab. Diseño gráfico: Federico Tabeada. Fotografía: Lautaro Fernández. Actúan: Martha Rodríguez, Eduardo Santero, Pablo Delosanto. Prensa: TE HAGO LA PRENSA.

Las palabras se habían convertido en cáscaras sonoras,

desprovistas de sentido; también los personajes, desde

luego, se habían vaciado de su psicología y el mundo se me

aparecía bajo una luz insólita, quizá su verdadera luz, más allá

de las interpretaciones y de la causalidad arbitraria.

E. Ionesco

Las apariencias del lenguaje

No es fácil asumir los riesgos que conlleva dirigir y montar la puesta de una obra del llamado teatro del absurdo; pero Rafael Fernández logra con notable precisión transmitir su esencia. Las Sillas es considerada por muchos la mejor obra de Eugéne Ionesco, uno de los principales exponentes de la corriente del anti-teatro (tanto él como Beckett preferían este término por sobre absurdo), surgido luego de las dos Guerras Mundiales. La puesta de Fernández, con grandes actuaciones de Martha Rodríguez y Eduardo Santoro, nos invita a adentrarnos en el universo de un autor interesante y complejo; una aventura arriesgada, pero que resulta fascinante cuando todos sus elementos se ensamblan sin fisuras.


El argumento de Las Sillas es simple: un matrimonio de ancianos, instalado hace años en una isla remota, apartado del mundo, decide reunir en su casa a lo más distinguido de la sociedad y a quienes consideran capaces de escuchar y reproducir luego el mensaje que tienen que transmitir con urgencia: un mensaje que, según ellos, salvará a la humanidad. El anciano se considera incapaz de llevar a cabo esta misión y repetirá varias veces las dificultades que tiene para expresarse; dada la importancia del mensaje, decide contratar a un Orador profesional para que tome su lugar y lleve a cabo la tarea.

A medida que llegan los invitados, las dos sillas iniciales se van multiplicando rápidamente y el escenario terminará cubierto por ellas: ahora parecen infinitas. Los ancianos se trasladan de un lado a otro desesperados, salen de escena para buscarlas e ir acomodándolas: a partir de  aquí, y hasta el desenlace de la obra, reinará el caos, el movimiento, en contraste con la quietud del comienzo y del final. El número de sillas y el descontrol de la multitud harán incluso que los ancianos queden separados –uno a cada lado del escenario y sobre una pequeña tarima– y no puedan verse.

Aquí aparece uno de los desafíos que plantea Ionesco a la hora de la representación, y uno de los logros de la puesta: todos los invitados son invisibles para el espectador… solamente los ancianos pueden verlos. Rodríguez y Santero, con su sensible actuación, nos hacen olvidar este detalle y así podemos imaginar y reponer todo lo que sucede ante los ojos del matrimonio…

A lo largo de la obra las sillas irán cambiando de ubicación hasta imitar la forma de un auditorio en el que los invitados le darán la espalda al público –de la obra. De esta forma, se crea la ilusión de que el público también forma parte de esa audiencia, de que el mensaje también es para nosotros, cualquiera sea el lugar o la época a la que pertenezcamos.

Será por eso que las referencias espacio-temporales que se dan en la obra son vagas, juegan con lo inverosímil: los personajes recuerdan hechos vividos doscientos años atrás, hablan de una gran ciudad conocida hace mucho tiempo como París… Desde el hoy en el que nos instalamos, podemos decir que los temas y problemas que Ionesco y sus contemporáneos se planteaban a mediados del siglo XX siguen siendo de vital importancia: la incomunicación, aún en la era de la hiperconectividad y la tecnología; el alcance y los límites del lenguaje –en la obra lo vemos desde la incapacidad que muestra el anciano para expresarse, en las repeticiones, imitaciones, juegos de palabras, etc.; entre varios otros. El final de la obra reflejará perfectamente, y con ironía, estos cuestionamientos y nos dejará algunas reflexiones como tarea para el hogar.

Las Sillas es una aventura en la que vale la pena embarcarse para disfrutar del mejor Ionesco y de grandes actuaciones. Una vez atravesado el umbral de la sala, hay que despojarse del sentido, de los prejuicios y de la facilidad que tenemos para buscarle a todo una interpretación: hay que liberar la imaginación y ser parte de la historia que nos van a contar.

Teatro: Patio de Actores – Lerma 568

Funciones: Sábados 19.00hs

Entrada: $90 – $70 estudiantes y jubilados

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