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CRÍTICAS

L’elisir d’amore

 

L’elisir d’amore

Producción: Astro Lyrica & Fundamús Música: Gaetano Donizetti Libreto: Felice Romani Dirección Musical: Dante Ranieri Puesta en escena: Eduardo Casullo Vestuario: Alicia Gumá Vestuario Andrea Lucero: María Pryor Director del Coro: Juan Casabellas Elenco: Nemorino: Leonardo Pastore, Adina: Andrea Lucero, Dulcamara: Fernando Grassi, Belcore: Leonardo Estévez, Giantetta: Rocío Cereceda* y Laura Chisari** Prensa: Raquel Flotta

 

La acción se desarrolla en una aldea rural. Nemorino, un labrador joven e ingenuo, está perdidamente enamorado de Adina, una rica y caprichosa aldeana que a primera vista no corresponde su amor y prefiere los galanteos del presuntuoso Belcore, un sargento de la guarnición.

Por este motivo Nemorino recurre a los servicios del doctor Dulcamara, un charlatán vendedor ambulante que, para conquistar a su inalcanzable Adina, le ofrece un supuesto “Elixir de Amor”, que es en realidad un simple vino de Burdeos.

Nemorino está tan seguro del efecto que causará el elixir sobre su adorada, que decide cambiar totalmente su humor y actitud ante la joven, mostrando indiferencia. Adina sorprendida y despechada ante su nueva actitud, resuelve aceptar la propuesta de matrimonio de Belcore, con quien organiza una boda relámpago. Para apurar el efecto del mágico específico antes de que se concrete la unión, Nemorino debe tomar una nueva dosis. Pero no tiene dinero suficiente para adquirir otra botella. Por 20 escudos sella entonces su libertad al firmar con su rival un contrato de alistamiento en el ejército.

La historia toma un giro inesperado cuando la joven aldeana Gianetta divulga entre las muchachas la noticia de una rica herencia que el tío de Nemorino le ha dejado al morir. El ingenuo aldeano, desconociendo el fatal desenlace de su pariente, se ve pronto rodeado por las mozas del pueblo y al instante adivina que el elixir ha comenzado a producir sus efectos.

La actitud seductora de las aldeanas hace estallar de celos a Adina, que se da cuenta de su amor por el tímido joven, rechazando la propuesta de matrimonio de Belcore y comprándole el contrato de reclutamiento. Así, les demuestra a todos que ella no necesita la pócima de la reina  Isolda para enamorarse. Sin embargo, Dulcamara aprovecha la situación para ubicar, en oferta, su elixir multiuso que –como queda demostrado- además de amor, provee alegría, fortuna y oro.

La impresión general de esta puesta es positiva en función de un gran armado musical, buenas voces y la destacada presentación de Fernando Grassi como Dulcamara. Lo escénico no fue el fuerte de la producción: imágenes fijas proyectadas sobre el fondo del escenario, dos bancos y una mesa para el trunco banquete nupcial, fueron todo el decorado. Se podría agregar la participación de una exótica joven que hizo las veces de “carroza de Dulcamara”, pero sería un exceso considerarla parte del decorado (aclaro que no se trataba de una carroza antropomorfizada sino que la joven llevaba una canasta con los elixires; a Dulcamara siempre se lo vio de a pie). Este recurso tornó en diálogos algunos soliloquios del mercachifle (al margen del silencio de la expresiva joven). A su vez, hubiera sido grato ver mayor énfasis en el trabajo actoral y coreográfico, sobre todo teniendo en cuenta lo propicio de la obra para su despliegue. Otro punto flojo fue el sobretitulado: fallas técnicas, desfasajes e incluso un mal cálculo respecto de la superficie en la que se proyectaban los títulos (hubo momentos en que algunos títulos quedaban por fuera de la pantalla, lo que impedía su lectura). De todos modos, estos aspectos negativos no opacaron las virtudes de la puesta.

Los aplausos se repartieron mayoritariamente entre un Leonardo Pastore, notable en lo vocal, con pianos de gran emotividad y sin fisuras a lo largo de toda la obra, pero con alguna falencia en lo actoral (la compenetración constante en cuanto al canto se disolvía por momentos en su desempeño teatral) y un Dante Ranieri que logró un impecable ensamble orquestal. Sin embargo, mi enrojecimiento de palmas se lo concedí a Fernando Grassi que explotó de maravillas lo que ofrece el papel de Dulcamara. Su histrionismo logró convivir con su musicalidad haciéndonos pensar, por un momento, que aquel querible estafador, lejos de haber nacido en la Toscana, es 100% argentino.

El papel de Adina exigió bastante a Andrea Lucero que forzó demasiado algunos agudos. Al margen de ello su manejo de glissando y vocalizos fue excelente. Belcore podría haberse destacado más, con su insinuado cóctel de petulancia e ineptitud, pero de todos modos Leonardo Estévez logró un buen desempeño. La Gianetta de Laura Chisari se pierde por momentos en los actos grupales, pero su Saria Possibile fue muy lograda.

Los dúos y tríos vocales fueron muy precisos, mostrando un gran trabajo de coordinación. Punto alto de la puesta fue el coro. Si bien teatralmente dispar (se vieron muy buenas actuaciones en el conjunto) fue un gran sostén tanto en lo musical como para ubicar la tesitura de la escena.  El vestuario no deslumbra, pero tampoco desitúa.

Mención aparte merece Una furtiva lágrima. Habrá quien saque su entrada sólo para escuchar el hit de la ópera. Allí Pastore no defrauda. Tal vez la interpretación sea demasiado doliente para mi gusto (faltó algo de la ingenua esperanza de Nemorino), pero el gran manejo de matices del tenor reconfirma cuál es el momento de clímax de la obra. La efusiva ovación no se hizo esperar.     

Se dice que Donizetti tardó 13 días en componer la música de su más célebre comedia. Resulta una pena que la producción de Astro Lyrica y Fundamús no llegue siquiera ese tiempo a permanecer en cartel.


Teatro: Avenida. Avenida de Mayo 1222. CABA.

Reservas: 5236-3000

Funciones: viernes 8 a las 20:30hrs*, domingo 10 a las 18:30hrs**, viernes 15 a las 20:30hrs**

Entrada: desde $ 40

 

 

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