Lluvia Constante
Dirección: Javier Daulte. Autoría: Keith Huff. Versión: Federico González Del Pino, Fernando Masllorens. Diseño de vestuario: Mariana Polski. Diseño de escenografía: Alberto Negrín. Diseño de luces: Albert Faura. Sonido: Pablo Abal. Producción general: Pablo Kompel. Elenco: Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel. Prensa: SMW.
Dos policías con ansias de ascender a detectives se ven envueltos en situaciones las cuales no podrían sobre llevar si no los uniera una amistad de años. Rodo y Dani llevan una vida juntos, ambos se apoyaron en pocas buenas y en las muchas malas, ellos compartirán sinceramente, de cara al publico, aquellos eventos que se fueron sucediendo para que llegue esa etapa de lluvia constante sobre sus cabezas. De la Serna y Furriel componen un dúo consolidado, ambos bien saben llevar sin dificultad una de las banderas del director Javier Daulte: Los mayores enemigos del teatro son la solemnidad y la frivolidad .
La lluvia constante se hace visible por detrás de una escenografía fija en la cual el movimiento sera entero de los actores, Torino incluido,manteniendo al publico atento a esa acción que aconteció y logran que se capte a través de sus ojos: la mirada de Dani, interpretada por De la Serna, es violenta, es aquella del tano caprichoso y mandado, la de Rodo , Furriel, es más analítica y serena, aunque esconde furia en su interior. Ambos apasionados por su trabajo entrecruzan cada vez más sus historias, se fusionan y repelen.
La pieza es dinámica a pesar que de los personajes interactuen contadas veces cara a cara, la acción mejor lograda es cuando cuentan su punto de vista al publico, a veces dando pie al otro o imitando personajes que reconoceremos a lo largo de la historia. Se destaca en esto último De La Serna, quien logra imágenes dignas de una novela policial. Furriel maneja habilidosamente los tiempos melodramáticos conjugándolos con éxito con el exceso de acción de su compañero. El soporte lumínico se acentuá en los momentos más íntimos.
El reciente ganador del Premio Ace 2011 al mejor actor protagónico en drama por su excelente trabajo en La Vida es Sueño, Joaquin Furriel se luce en el escenario, su personaje Rodo es el más complejo: al ser un alcohólico en recuperación, siempre al borde, con secretos , miedos y muchas ganas de tener esa familia que comparte con Dani, este personaje ideal para alguien tan carismático e histriónico como lo es Rodrigo de la Serna, de una formación más televisiva que teatral logra una atmósfera de complicidad con el publico única.
Ambos se complementan logrando llevar adelante una pieza de texto tan extenso como intenso. En Broadway la obra de Keith Huff fue un éxito insólito dentro de un ámbito acostumbrado al musical, hoy también se luce en el Paseo La Plaza, bajo la dirección de Javier Daulte, con más de tres obras en cartel que cuentan con su dirección y de lo más variadas como Baraka, Espejos Circulares, Filosofia de Vida y 4 D Öptico.
Por Julia Panigazzi
Filosofía de Vida
Que Javier Daulte es uno de los directores más versátiles y dúctiles que hay en escena en este momento es innegable. Capaz de pasar a dirigir sus propias obras a ponerse al frente de una puesta más comercial, con elencos “atractivos” y textos internacionales, o re adaptar MacBeth para el circuito oficial de la Ciudad. Haberlo premiado con el ACE de oro solo confirma que su talento como dramaturgo y director es apreciado por los críticos y por la industria teatral. Sin embargo, no es lo mismo cuando Daulte escribe y dirige algo propio, que cuando lo hace por encargo.
Solo basta ver 4D Óptico y contrastarlo con Filosofía de Vida. El primero tiene una base original, una premisa de ciencia ficción, que aún sin ser de los trabajos más profundos del autor, resulta una puesta simpática y no del todo convencional, mientras que Filosofía está demasiado calculada, y la mano del realizador, apenas se nota. Obvio que hay mucho trabajo detrás de ambas, pero mientras que lo que resalta en la primera es la solvencia de un texto y cambios no demasiado previsibles en la puesta, en la segunda resalta lo que se espera: que el trío Alcón – Lapacó – Bebán se luzcan con un texto más simple del que se piensa.
Es posible que la intención con Lluvia Constante haya sido la misma. Resaltar el duelo De la Serna – Furriel por sobre el texto y la estética, pero hay notables y sutiles diferencias con las obras mencionadas, que posibilitan que se note mucho más la mano del Daulte original que en otras obras comerciales.
Uno de mis mayores miedos con respecto a la puesta en escena era que el escenario les quedara grandes a dos actores. Lo había comprobado con Filosofía de Vida en el mismo teatro (pero diferente sala). Sin embargo esto no se nota. Los motivos: Daulte aprovecha bien el espacio escenográfico, mueve a los intérpretes por cada recoveco, llena espacios constantemente, todo el escenario tiene permanente vida, y eso se debe justamente a que tanto De la Serna/Furriel no se quedan quietos prácticamente en ningún momento. La distribución escenográfica es provocada por los requerimientos que propone el texto. Sí, obviamente, que los dos actores, con sus respectivos relatos a público, provocan que nos imaginemos todas las situaciones vividas, sin necesidad de contar con decorado, pero es cierto que el ruido, y los elementos para llenar el vacío (un mundo típico del policial negro) le agregan un clima oscuro y no se superponen movimientos o acciones a discurso narrativo.
El hecho de que los personajes interpelen al público, se comuniquen con ellos, miren a los ojos a la platea, ya marca una diferencia con el tradicional teatro comercial dramático (no hablo de Revista ni Stand Up). Aún con un dejo de humor negro, el texto de Keith Huff tiene los códigos de la novela noir. Incluso en la fragmentación temporal, los flashbacks y flashfowards, se puede relacionar Lluvia… con obras como Sin Conciencia o Casta de Malditos. Ambos actores tienen un gran poder para estimular la imaginación, reconstruir el pasado, el texto está muy bien escritos. En los detalles de los relatos, se encuentra la riqueza narrativa. No hay texto policial, donde la observación de los detalles, de aquello que es imperceptible para el ojo no entrenado, no esté incorporado al conflicto. Es necesario que lo personajes recuerden cada acción que realizaron para reconstruir el crimen, y si bien, el final se vuelve un poco previsible, hay un leve tono irónico y crítico hacia el típico happyending donde nuevamente vemos la mano de director proponiendo una lectura ambigua del texto.
El mismo habla sobre elementos clásicos del policial: la corrupción (física, moral y legal), la familia, la soledad, el alcoholismo, la amistad y la imposición de la masculinidad en el orden de la sociedad. Clisés y estereotipos del género, necesarios para llevar adelante el relato.
El atractivo de la obra no solamente pasa por el hecho de que el texto es muy sólido en su estructura, o que la puesta sea dinámica, sino también porque los actores no solamente parlotean durante una hora y media, sino que se mueven como si fuera una danza meticulosamente coreografiada. Una fuerza superior los mueve, arrastra, reincorpora por el escenario. Es notable el intenso trabajo físico de ambos actores, el despliegue que hacen y la preparación que tienen para las escenas. Se nota el entrenamiento, el uso de ejercicios y posturas, un trabajo corporal que remite casi a la commedia dell arte, técnicas japonesas y poses medievales.
Mucho se ha hablado del contraste que generar un explosivo y verborrágico Rodrigo de la Serna y el más contenido Joaquin Furriel, pero es cierto que ambos manejan códigos distintos, necesarios para gráfica la estética callejera, en un modo casi surrealista. La gesticulación y vulgaridad de Dani (De la Serna) no es muy distinta a la del gángster de los años ’30 como si se hubiese tragado los trabajos de James Cagney, Paul Muni, el primer Humphrey Bogart y Al Pacino juntos. En cambio, lo de Furriel remite más al policía bueno con sentimientos reprimidos: algo de Sterling Hayden, Burt Lancaster o Charlton Heston. El villano desbordado contra el antihéroe carilindo. La química funciona. Es una fórmula, pero no efectista, sino que respeta el código propuesto por el género creado a principios del siglo XX. Sin duda, se vio mucho cine clásico para componer los personajes porque el relato es muy cinematográfico. Pero es imposible imaginar que la obra funcione en pantalla. Se pierde el contacto, el ida y vuelta de los personajes entre ellos y con el espectador.
Javier Daulte dice que para experimentar con nuevas formas de representación en el escenario remite a los géneros malditos: ciencia ficción, terror, fantasía… Con Lluvia Constante prueba con el policial y el resultado es satisfactorio. Daulte confirma que se mueve mejor cuando el género no es estrictamente teatral y se le da la posibilidad de tener un propósito más arriesgado y menos efectivo. No por eso deja de ser una obra comercial (el abusivo uso de la música, lo comprueba), pero sin duda, su fama y éxito no son en vano. No son los actores, solamente los protagonistas de esta propuesta, sino que se destaca un director y un texto. Y cuando los tres elementos se fusionan, el resultado puede ser vibrante y emocionante como en este caso. Que la lluvia no borre las huellas.
Teatro: Metropolitan – Av Corrientes 1343
Funciones: Viernes y Sábados – 21:30 hs – Domingos 21:00 hs
Entradas: desde $ 120,00 hasta $180,00
Por Rodolfo Weisskirch